El pasado 29 de noviembre, el equipo de fútbol americano de BYU se enfrentó al equipo de la Universidad de Florida Central (UCF), resultando en una victoria del equipo de BYU de 41-21. ¿Sorprendente, verdad?
Pero por más que el desempeño del equipo fue destacable, lo más especial se vivió cuando un apóstol del Señor pisó el estadio LaVell Edwards, en Provo, Utah, no solo para ver el partido sino para hacer un gesto inesperado.
Lo que nadie esperaba en el partido

Entre las barras y la alta tensión por la emoción de las jugadas, los fans no tardaron en darse cuenta de la presencia del élder Gerrit W. Gong. Su presencia rápidamente causó múltiples reacciones.
Él no fue el único. Su esposa, la hermana Susan Gong, también estuvo presente y lo más especial fue ver a ambos hacer algo que nadie se imaginaba: repartir helados al público del partido.
Ese momento fue documentado por varios asistentes al partido a través de videos en las redes sociales mostrando al élder Gong lanzando helados como si fuera un hábil repartidor.
Aquel gesto no fue parte de una campaña de BYU ni un acto programado. Fue un detalle sencillo que vino del corazón de un siervo del Señor.
Un mensaje sobre el discipulado cotidiano

Los actos pequeños, cuando vienen de alguien que representa a Cristo, tienen un mensaje poderoso: el servicio cotidiano y sencillo es señal de un poderoso discípulo de Cristo.
El Salvador describió esa enseñanza cuando sus apóstoles tuvieron desacuerdos sobre quién debía ser el más grande entre ellos. Él respondió:
“El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”.
¿Qué mejor forma de ser “servidor” que ayudar a repartir helados? En esta ocasión, el élder Gong fue el “servidor” demostrando un discipulado en acción en medio de un escenario eufórico.
Su ejemplo nos recuerda que para ser “grandes” ante los ojos de Dios, hay que empezar por servir. Y nuestro servicio puede ser cotidiano y sencillo pero poderoso también.
La inspiración que nos comparte el élder Gong

Quizá tú no estabas en el estadio, pero puedes inspirarte en esta experiencia para sentir el mismo espíritu que llevó al élder Gong a sostener una caja y repartir helados con alegría.
Cuando haces algo a favor de otros, incluso si no lo esperaban, puedes sentir gratitud y paz en tu corazón. Esa es la mayor recompensa para quienes siguen a Cristo con sus acciones.
Pero, ¿realmente tus pequeños esfuerzos harán alguna diferencia? Si piensas que no, recuerda que un simple helado alegró a cientos. Entonces, ¿por qué no haría lo mismo tu sonrisa o un detalle que venga de tu corazón?
Si este momento del élder Gong te inspiró, deja que eso vaya más allá y haz hoy un acto pequeño de bondad. Uno solo. ¡Quién sabe la vida que puedas cambiar hoy mediante ese acto tuyo!
Fuente: Facebook



