Pregunta:

He escuchado varias veces que arrepentirse después de morir es más difícil que hacerlo ahora. No sé si eso es cierto o si hay escrituras que lo respalden. ¿Realmente es así?

Respuesta:

hombre orando y sosteniendo una Biblia
El Libro de Mormón es un recordatorio directo de cómo llevamos con nosotros las disposiciones que estamos formando ahora. Imagen: Canva

Es una pregunta muy interesante.

Y vale la pena decirlo desde el principio: el arrepentimiento no se cierra al momento de morir. El amor del Salvador no tiene una fecha de expiración. Sin embargo, por razones muy profundas, el cambio del corazón resulta más fácil aquí que en la vida venidera.

Hay una verdad hermosa y a la vez desafiante en el Libro de Mormón: cuando una persona muere, no deja de ser quien es. No despierta con otra personalidad, ni con un deseo repentino de obedecer, ni con más humildad automática.

Alma enseña:

“No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis: Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno”. – Alma 34:34

manos en el corazón
El evangelio ilumina incluso los rincones más profundos del alma. Siempre hay un camino de regreso cuando hay disposición de cambiar. Imagen: Adobe Stock

Así, si a alguien hoy le cuesta pedir perdón, confiar en Dios, dejar un hábito, ser humilde o incluso reconocer un error, esa misma dificultad seguirá presente al cruzar el velo. Por el contrario, quienes son sensibles al Espíritu, sienten un deseo sincero de mejorar y se esfuerzan, aunque sea de manera imperfecta, llevarán esas disposiciones consigo. La muerte no borra lo que el alma ha cultivado; únicamente cambia de escenario.

Sobre lo que ocurre después, Doctrina y Convenios 138:29–32 revela algo muy significativo:

“El Señor no fue en persona entre los inicuos ni los desobedientes que habían rechazado la verdad, para instruirlos;
mas he aquí, organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas, es decir, a todos los espíritus de los hombres; y así se predicó el evangelio a los muertos;

y los mensajeros escogidos salieron a declarar el día aceptable del Señor, y a proclamar la libertad a los cautivos que se hallaban encarcelados; sí, a todos los que estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados y a recibir el evangelio.

Así se predicó el evangelio a los que habían muerto en sus pecados, sin el conocimiento de la verdad, o en transgresión por haber rechazado a los profetas”.

Estas palabras muestran que el proceso de enseñanza y arrepentimiento continúa después de la muerte para quienes estén dispuestos a arrepentirse.

hombre orando
La vida no termina al cruzar el velo. Seguimos siendo quienes estamos eligiendo ser hoy, paso a paso, decisión por decisión. Imagen: Canva

Aun así, el proceso de cambio no funciona igual que aquí. No se debe a una falta de misericordia divina, sino a que el alma es más moldeable en la mortalidad. En esta vida se cuenta con un cuerpo que, pese a sus debilidades, ayuda a desarrollar disciplina, dejar hábitos mediante acciones concretas y vivir experiencias que moldean el carácter.

También existen convenios, familia, líderes, escrituras y una rutina terrenal que permite practicar la obediencia de forma diaria.

Al cruzar el velo, el espíritu conserva los mismos deseos y tendencias, pero ya no tiene un cuerpo que pueda ayudarle a ordenar esos impulsos. Una persona con una adicción sigue sintiendo los mismos anhelos, aunque sin un cuerpo que pueda satisfacerlos.

Esta lucha puede volverse más intensa y agotadora. Ocurre lo mismo con el orgullo, la terquedad, la resistencia al cambio o la costumbre de ignorar lo espiritual: en ese estado, el cambio requiere un esfuerzo interior más profundo, sin varias de las ayudas que ofrece la mortalidad.

El cambio es más suave cuando empezamos aquí. La mortalidad moldea el corazón de formas que después se vuelven más difíciles de replicar. Imagen: Midjorney

Otra razón por la cual este momento es el mejor para arrepentirse es el orden que Dios ha establecido. La oportunidad de cambiar, en sentido eterno, se mantiene hasta el Juicio Final.

Después de ese día, cada alma recibe una gloria de acuerdo con sus deseos y su vida, y ya no es posible ascender de un reino a otro por medio del arrepentimiento. El aprendizaje continúa, pero no se puede modificar el grado de gloria elegido mediante las decisiones de la vida terrenal.

Aunque existe la posibilidad de arrepentirse después de morir, debe recordarse que el arrepentimiento no es solo un requisito; es un proceso que transforma. En la mortalidad esa transformación ocurre con mayor suavidad, ayuda y recursos.

Mano apuntando al cielo
El arrepentimiento es un regreso constante al Salvador. En cada intento, en cada deseo de mejorar, Él nos ofrece descanso. Imagen: Canva

Aquí se puede sentir el sacramento, llorar al orar, hablar con un obispo, pedir perdón, reparar un daño y comenzar de nuevo con un cuerpo que ayuda a recordar y sostener los cambios.

En el mundo espiritual el arrepentimiento persiste, pero tiende a volverse más interno, más profundo y, en ciertos casos, más doloroso. No porque haya castigo divino, sino porque aplazar el cambio hace que el corazón se vuelva menos flexible.

En la vida terrenal, incluso en medio de tropiezos, el Señor tiene muchas maneras de alcanzar a Sus hijos. También lo hace en el mundo de los espíritus, aunque el corazón que cada persona lleve consigo dependerá de lo que haya cultivado aquí.

En conclusión, el arrepentimiento después de esta vida es real, pero el proceso resulta más sencillo en la mortalidad. No por temor, sino por oportunidad. Cristo puede trabajar con cada ser humano de formas únicas mientras vive, porque aquí existen más herramientas, más apoyo y más luz. En esta vida, el corazón todavía puede moldearse con más facilidad.

Y, sobre todo, Su invitación sigue vigente:

“Venid a mí… yo os haré descansar”.

Fuente: Ask Gramps

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