Cada diciembre, desde el cielo del Pacífico occidental, cae algo más que ayuda humanitaria. Caen señales de esperanza. Este año, 270 cajas cuidadosamente preparadas fueron entregadas a 60 islas remotas como parte de “Operation Christmas Drop”, una misión aérea que combina logística, servicio y un mensaje claro: ustedes no han sido olvidados.
Cada caja fue pensada para cubrir necesidades reales de la vida diaria. En su interior había útiles escolares, alimentos, artículos de higiene, equipo de pesca, juguetes y otros elementos esenciales. Junto a esos objetos viajaba algo más profundo: la certeza de que alguien, a muchos kilómetros de distancia, pensó en ellos.

Mucho antes de que el primer avión C-130 despegara, el trabajo ya estaba en marcha. Durante meses, voluntarios construyeron cajas resistentes y recolectaron donaciones de familias, negocios locales y organizaciones comunitarias.
Con la llegada de la semana previa a los vuelos, el ritmo se intensificó. Aviadores, soldados, marinos, civiles y familias completas se reunieron para clasificar, empacar y preparar cada caja para su destino final.
En ese esfuerzo conjunto participaron miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tanto de manera organizada como a través del patrocinio familiar.

El viernes 5 de diciembre de 2025, cuatro matrimonios misioneros mayores se unieron al presidente de la estaca Barrigada Guam, Fredivic Nicerio, al gerente de bienestar y autosuficiencia Brett Child, y a la familia Layton —Grant, Taryn y sus hijos Rowan, Boden y Dylan— para decorar y llenar dos de las cuatro cajas patrocinadas por la Iglesia.
Dentro del hangar de la Base Aérea Andersen, el ambiente era festivo y lleno de propósito. Filas de cajas simples esperaban ser transformadas en paquetes llenos de color. Sonaba música navideña, se escuchaban risas y, poco a poco, todos tomaban marcadores, pegatinas y pintura.
Con el paso de las horas, los artículos comenzaron a llenar las cajas: aletas de pesca, cuadernos, juguetes, alimentos, jabón y mucho más.

Para el presidente Nicerio, el significado iba más allá del esfuerzo logístico. Explicó que la esperanza es que quienes reciban las cajas puedan sentir el amor del Salvador, especialmente en islas tan alejadas. Señaló que este proyecto es una forma concreta de servir, tal como Jesucristo enseñó.
En muchas familias, Operation Christmas Drop se ha convertido en una tradición. Taryn Layton compartió que esta era la segunda vez que participaban y recordó con emoción cómo, el año anterior, vieron videos del lanzamiento de las cajas intentando reconocer la suya mientras descendía en paracaídas.
Desde su perspectiva como padre, Grant Layton explicó que permitir que sus hijos faltaran a la escuela valía la pena, porque les ayudaba a comprender cómo viven otras personas y cuán vitales son esos suministros.

Un compromiso similar mantiene la familia Egbert, que participa cada año patrocinando su propia caja. Mientras decoraban, Sister Egbert reflexionó sobre el valor de que sus hijos vean el servicio de manera directa. Meses antes, habían visitado la isla de Rota y conocido a algunos de los destinatarios.
Para ellos, cerrar ese círculo hizo que el servicio cobrara aún más sentido. Su hija Cambree, de 14 años, resumió la experiencia con sencillez: saber que esas personas recibirían ayuda cuando tienen tan poco hacía que todo valiera la pena.
La organización del proyecto contó con el trabajo constante de los misioneros humanitarios sénior, el élder y la hermana Brooksby. Según ella, alrededor de 35 voluntarios de la Iglesia participaron durante los dos días de preparación.

Desde su experiencia, la hermana Brooksby señaló que iniciativas como esta construyen relaciones duraderas y abren puertas, porque las personas reconocen el bien que se hace y se acercan con mayor confianza.
Finalmente, llegó el momento más esperado. Durante una semana completa, aviones C-130 con números de vuelo festivos sobrevolaron islas en Yap, Pohnpei, Kosrae, Palau y Chuuk. Desde el aire, las cajas descendieron lentamente, sostenidas por paracaídas, mientras las comunidades se reunían en la costa para observar.

Imagen: Meridian Magazine
En Yap, Daniel, consejero de la presidencia de rama, recordó la primera vez que presenció la entrega. Se encontraba en la isla exterior de Fassari cuando vio descender un paracaídas por primera vez en su vida.
Debido a la corriente, uno de los marcadores se movió y la caja cayó justo frente a su casa. Daniel recuperó el paracaídas, lo secó y luego lo llevó a la isla principal, donde lo convirtió en un espacio de sombra que aún hoy se utiliza. Incluso las cuerdas, resistentes y duraderas, siguen sirviendo para la pesca y otras tareas diarias.
Para las comunidades dispersas del Pacífico, “Operation Christmas Drop” es más que una entrega. Representa una conexión, trae gozo y se convierte en un recordatorio silencioso de que alguien los ve, los recuerda y los ama. Esperanza que desciende del cielo, una caja a la vez.
Fuente: Meridian Magazine
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