Esta es una pregunta que muchos se hacen tanto dentro como fuera de la religión. Un domingo en una reunión sacramental de ayuno y testimonio en mi congregación en Argentina, noté que había una gran cantidad de miembros que no asistían con regularidad y otros visitaban por primera vez La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Así que ese domingo teníamos una asistencia más numerosa de lo normal y más heterogénea también. Cuando llegó el momento del tiempo para compartir nuestros testimonios, sentí un fuerte deseo de compartir el mío. Creo que todos los miembros de la iglesia estamos acostumbrados a escuchar: “yo sé que la iglesia es verdadera”, entre otras afirmaciones. Pero en ese momento, considerando al público al que me iba a dirigir decidí compartir mi testimonio de otra forma.
Dije que el Señor nos pide “creer” y que si consideramos que no estamos en el nivel de convicción que los demás tienen diciendo “yo sé”, no tenemos que sentirnos mal porque creer es suficiente. Además, que cuando decimos que creemos, estamos abriendo las puertas al diálogo dejando de presentarnos como dueños de la verdad, para presentarnos como buscadores sinceros de la verdad.
Esto nos ayuda a considerar como los diferentes puntos de vista son valiosos. Cuando finalizó la reunión sacramental, se me acercó una mujer que no es miembro de la Iglesia y me felicitó por mis palabras. Ella me dijo que le gustaba mucho la felicidad que irradian los mormones pero que le parecía muy chocante el hecho de que nuestras afirmaciones sean tan absolutas que no den lugar a los interrogantes. Ella no encuentra una fe en la que se sienta cómoda, pero con mi testimonio sintió que construía un puente entre ella y nuestra comunidad.
No fue la única que se me acercó aquel día, pero su inquietud refleja la que tienen muchas personas en el mundo. Creo que como miembros de la Iglesia tenemos la responsabilidad de ayudar a las personas como a nosotros mismos para buscar juntos respuestas a nuestras “preguntas del alma”. A pesar de que la pregunta planteada en el título involucra a la razón también involucra a la fe, de muchos que tienen el “deseo de creer” pero se encuentran con este dilema de que si la fe y el pensamiento crítico son incompatibles o no.
En primer lugar, elegí plantear este interrogante de esta forma ya que si elegía hacerlo como ciencia y religión me remitía a cuestiones más sociales y complejas, cuando mi foco va a ser en el individuo que busca entender cómo pueden coexistir ambas formas de pensar. Espero que este artículo sea un “puente” que genere comprensión y una mayor apertura entre creyentes y no creyentes.
El pensamiento crítico y la fe
El pensamiento crítico es analizar la validez de un conocimiento que se entiende como verdadero o que se da por sentado en una sociedad. Esta forma de analizar y razonar se caracteriza por la duda metódica y la argumentación racional.
Con respecto a la fe vamos a utilizar una escritura muy conocida: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (hebreos 11:1). Entonces podemos decir que es la forma de pensar relacionada a las creencias, la voluntad y la esperanza, enfocadas en Dios (agrego). Más adelante vamos a ampliar esta definición a medida que vamos comparando ambos conceptos.
¿Es mejor tener fe o tener razón?
Como podemos observar en las breves definiciones que se dieron anteriormente, los objetivos que persiguen son distintos. Por un lado, el pensamiento crítico busca cuestionar de manera inteligente afirmaciones naturalizadas en la sociedad, por el otro lado la fe busca acercarnos a Dios. En cuanto a “Dios”, no puede ser enunciado de manera lógica y argumentativa como una hipótesis, por lo que queda fuera del alcance del pensamiento crítico como objeto de crítica en sí mismo.
Con respeto a la fe no tiene nada que ver con tener un “conocimiento perfecto de todas las cosas” (Alma 32:21), o sea, no tiene que ver con cómo se hizo el universo o cómo apareció el hombre en la tierra, sino con nuestra búsqueda personal de tener una experiencia de encuentro con Dios.
Cuando vemos algo, no tenemos necesidad de ejercer fe ya que la premisa es para las “cosas que no se ven”. Entonces la fe no tiene que ver con la realidad visible, sino con la trascendencia. No tiene que ver con el mundo material, sino con el mundo sagrado.
Hemos olvidado algo muy importante
Podemos ver también que ambas formas de conocer la realidad utilizan diferentes métodos para alcanzar sus respectivos objetivos. El pensamiento crítico se basa en la capacidad que tiene el ser humano de razonar y la fe se basa principalmente en la parte más espiritual.
En esta época por diversas razones, se menosprecia esa parte del ser humano que es tan esencial: la parte espiritual. Lejos de ser un defecto de nuestra especie, nos ayuda a valorar los vínculos humanos de una manera muy potente. Esto puede observarse con el arte, las emociones y la religión.
La fe es parte de la humanidad, ya que a pesar de que no todo el mundo cree en Dios, todo el mundo “espera” algo “que no ve”, como por ejemplo vencer una adicción o armar su propio negocio. Podríamos decir que el pensamiento crítico busca el “cómo” y la fe busca el “por qué”. El primero tiene el foco en conocer la realidad, y el segundo tiene el foco en darle sentido a la realidad, y como dijimos, por ahí no todos creen en Dios, pero todos tienen un tipo de “Dios”, algo o alguien en donde descansa el sentido de su vida.
¿Está mal tener dudas?
Muchos podrán decirme: todo muy lindo, pero, qué lugar tienen las dudas en todo esto, ¿acaso el Señor no nos pide no dudar en las escrituras? Yo me hice esta pregunta. Pensado sobre esto investigué que significa dudar y cuál es su raíz etimológica. En todos los lugares donde leía sobre el asunto, diferenciaban dos tipos de dudas, la del plano de la decisión y la del plano del conocimiento.
¡Descubrir esto fue increíble! En la primera definición la duda es el paso anterior a tomar una decisión sobre lo que sea, y en el segundo caso tiene que ver con las preguntas que tenemos sobre cualquier cosa que queramos conocer, ya sea sobre la restauración, el sacerdocio o la Creación.
Como opinión personal creo que cuando en la palabra de Dios leemos que no debemos dudar, se refiere a nuestra decisión de seguir al Salvador. Que no retrocedamos en nuestra decisión sagrada que hicimos en el bautismo de seguirlo a Él. Que Él sea el centro de nuestras vidas. La fe es acción.
Después podemos tener todas las preguntas del mundo, o sea, dudas de todo tipo según la segunda definición. Esto deja el espacio para ejercer pensamiento crítico. No entender esto nos puede hacer caer en el conservadurismo y en interpretar las escrituras de manera literal sin darles la interpretación adecuada. Vinimos al mundo para ser nuestros “propios agentes” (DY 104:17) y el Señor nos insta a “pedir, buscar y llamar” (Mateo 7:7).
La fe es una decisión puramente personal. Cuando ejercemos nuestro albedrío buscando respuestas a nuestras preguntas del alma, vamos a poder obtener un testimonio. Sin preguntas, no hay respuestas.
Entonces… esta es mi respuesta
Después de haber reflexionado sobre la pregunta que nos hicimos al comienzo, estamos en condiciones de responder que el pensamiento crítico y la fe no son incompatibles. Ambas formas de pensar pueden coexistir en una persona y a pesar de sus diferencias, no son mutuamente excluyentes ya que persiguen diferentes objetivos y utilizan diferentes caminos.
Como se mencionó, el Señor quiere que seamos firmes en nuestra decisión de seguirlo, pero nunca que seamos ciegos sobre la realidad en la que estamos inmersos ni que dejemos de usar ese hermoso don que nos dio de pensar por nosotros mismos.
En DYC 88:118 dice: “Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro, palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”.
La verdad es una, sin importar de dónde venga. Tenemos que estar abiertos a eso. Por medio del estudio podemos transformar la realidad y por medio de la fe podemos transformarnos a nosotros mismos, nuestra alma. Cuando usamos ambos “lentes” para comprender la realidad, podemos apreciar cuán grande es la Obra del Señor.
Artículo escrito por Jonathan Iputcha de Argentina.