En una entrevista realizada en enero de 1974, la hermana Kimball compartió la importancia del Evangelio y la clave para tener una vida feliz.
Conocí a la hermana Camilla Eyring Kimball unos meses después de que empecé a trabajar como escritora en 1972.
Habiendo apoyado a su esposo, el Presidente Spencer W. Kimball, en sus cargos en la Iglesia desde que fue llamado como secretario de estaca tres semanas después de haber contraído matrimonio el 16 de noviembre de 1917, los sentimientos de responsabilidad de la hermana Kimball aumentaron cuando él fue apartado como Presidente de la Iglesia el 30 de diciembre de 1973.
En una entrevista a principios de enero de 1974, la hermana Kimball usó una palabra para expresar sus sentimientos hacia sus responsabilidades: Ansiedad.
Además de sentir el peso que descansaba sobre los hombros de su esposo, ella tenía algo muy grande: Amor.
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La hermana Kimball expresó:
“Amo a la gente. Me encanta la diversión y me encanta reír… Amo el Evangelio y siento que la única manera en que una persona puede sentirse cómoda, segura y feliz es a través de vivir el Evangelio. Tengo gran confianza en la veracidad del Evangelio…
Me doy cuenta de que algunas personas tienden a juzgar a la Iglesia por [sus miembros]. Una cosa que siempre he tratado de enseñarle a nuestros hijos es que las personas no son perfectas, pero el plan del Evangelio es perfecto…
Les dije a nuestros hijos que nunca se desanimaran a pesar de las acciones de una persona. Si un obispo o una autoridad general se equivoca, no debería tener ningún efecto en la veracidad del Evangelio”.
Como una maestra espiritual de la Sociedad de Socorro de su barrio, vio los exitosos resultados de las hermanas de su barrio ante los desafíos al leer las Escrituras y los libros relacionados con los temas que estaban discutiendo. Setenta y dos mujeres aceptaron su desafío de leer el Libro de Mormón; 12 lo leyeron tres veces.
La hermana Kimball dijo que las mujeres deberían mejorar constantemente.
“Es importante que una mujer se mantenga viva intelectualmente. Es muy fácil volverse perezoso cuando uno es mayor y no sentir un estimulo real que te impulse a leer y a sacarle provecho al tiempo de la mejor manera.
Creo que las madres deben estar atentas a las influencias que enfrentan sus hijos para que puedan simpatizar con las tentaciones que enfrentan. Incluso las abuelas deberían influir en sus nietos”.
Expresando una firme convicción de que no hay felicidad ni satisfacción en perder el tiempo o desviarse de una vida edificante, la hermana Kimball dijo:
“Una persona siempre tiene que retroceder si es que va por el camino equivocado. Es muy difícil recuperar el tiempo perdido”.
Ella hizo énfasis en la importancia de la educación. La hermana Kimball era una maestra de escuela cuando vio por primera vez a Spencer W. Kimball.
Ella compartió con una sonrisa:
“[Nos conocimos en] en un baile, y no fue una experiencia muy reveladora. Yo era una chica nueva en el lugar, y él no bailó conmigo. Estaba un poco molesta con él. Pensé que era lo menos que podía hacer. Eso fue antes de que se vaya a su misión. Había viajado y regresado a casa y había tenido muchas novias.
La próxima vez que lo vi fue después de que regresó a casa de su misión. Yo estaba enseñando en la escuela en Arizona y estaba esperando el autobús para poder irme a casa y él había ido a mi vecindario para visitar a un amigo.
Me saludó y se presentó y nos sentamos juntos en el autobús. Me preguntó si podía venir a verme. Eso comenzó un corto cortejo. Nos encontramos en septiembre y nos casamos en noviembre”.
La hermana Kimball tenía algunas opiniones muy marcadas sobre el amor.
“Es algo que crece. Creo que la compatibilidad es una cosa muy importante; es importante que tengan intereses, ideales y metas comunes.
Ese es el fundamento sobre el cual se construye amor. Creo que muchas personas piensan que el enamoramiento es amor, pero hay muchas cosas además de la atracción física, aunque creo que eso también es importante. Pero eso es sólo una faceta”.
Ella atribuyó el éxito en su matrimonio a la preciada perspectiva del evangelio para con el matrimonio y la vida.
“Sabemos que el matrimonio es eterno y que creamos nuestro propio futuro, así como nuestro presente. Tenemos los mismos ideales, venimos de lugares similares. Ninguno de los dos ha tenido ninguna riqueza financiera real. Hemos tenido que ahorrar porque nuestra economía ha sido la misma. Compartimos la misma ambición por la educación y el Evangelio.
A veces nuestras cargas han sido un poco difícil. Pasamos por la Depresión, pero supimos cómo economizar. Nunca nos endeudamos, nunca vivimos más allá de nuestros medios. Fue una regla firme para ambos el ‘no comprar nada que no podamos pagar’.”
Entre los muchos intereses comunes de los Kimball estaba el amor por los viajes y el baile. Viajaron por los Estados Unidos con sus hijos pequeños, se alojaron en moteles baratos llevando comida con ellos.
Al principio de su vida matrimonial, el Presidente y la hermana Kimball fueron miembros activos de un club de baile.
“Bailábamos todas las semanas, pero a medida que crecíamos, nos dimos cuenta de que estábamos tan ocupados que tuvimos que abandonar algunas de las actividades que disfrutábamos cuando éramos más jóvenes”.
El camino hacia la felicidad de la hermana Kimball nunca fue un secreto bien guardado.
“Las personas pueden encontrar la felicidad viviendo el Evangelio. El evangelio lo abarca todo. Fue diseñado para hacer feliz a las personas”.
Este artículo fue escrito originalmente por Gerry Avant y fue publicado originalmente por thechurchnews.com bajo el título “Sister Kimball’s guide to happiness in life, love, marriage, education and the gospel”