En muchos hogares, son parte de la familia. Otras culturas los veneran. Mientras que, en algunos oficios, sirven como utensilios o simple mercadería.
La existencia de los animales siempre ha planteado preguntas sobre su naturaleza, su propósito en el plan de Dios y nuestra responsabilidad sobre ellos, ya que, como se explica en Génesis 1:26, tenemos control sobre ellos:
“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen; y tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos, y sobre las bestias, y sobre todo animal que se arrastra sobre la Tierra”.
Ahora bien, aunque tengamos la autoridad de Dios para ejercer poder sobre los animales, esto no significa que podamos actuar sin compasión, misericordia o justicia frente a ellos. ¿O acaso nuestro Padre Celestial, como Todopoderoso, es cruel con nosotros?
El amor de Dios por los animales
En el Antiguo Testamento, el Señor protegió a los animales del diluvio al que sometió al pueblo de Noé por la iniquidad de sus corazones (Génesis 7:2-3). En el Libro de Mormón, Amulek nos exhortó a orar por el bienestar de nuestros rebaños (Alma 24:25).
E, incluso, los pioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ofrecieron una bendición de salud hacia uno de sus bueyes. Así lo relata la Liahona 1993 sobre esta conmovedora experiencia de Mary Fielding Smith:
“Un día, uno de sus mejores bueyes enfermó gravemente, se echó al suelo y, aparentemente, estaba a punto de morir. Si esto hubiera sucedido, no habría podido continuar el viaje hacia el Valle.
Mary consiguió una botella de aceite consagrado y pidió a dos hermanos que se lo administraran al buey enfermo. Aunque la administración a los enfermos solo se había utilizado para los humanos, Mary creyó que el Señor sanaría al animal que ella necesitaba tan desesperadamente.
Después de la bendición, el buey se levantó y pronto estuvo listo para tirar de la carreta otra vez. Dos veces más otros bueyes enfermaron, y dos veces más Mary pidió a los hermanos que los bendijeran. En cada ocasión, sanaron instantáneamente”.
Aunque en el Manual General de la Iglesia se explica que las bendiciones de salud se administran a personas, la experiencia de Mary Fielding Smith es un ejemplo del valor y la naturaleza de los animales para nuestro Amoroso Padre.
Tienen espíritu e irán al cielo
El profeta José Smith respondió algunas preguntas sobre el destino de los animales en la sección 77 de Doctrina y Convenios, cuando tuvo una revelación sobre Juan y las criaturas “extrañas” que la acompañaban en el cielo, como se describe en Apocalipsis 5:13.
Del conocimiento que recibió de los cielos, el profeta explica que los animales tienen espíritu y que en el cielo hay, por lo menos, algunos animales. Por lo tanto, si bien no entendemos plenamente lo que les sucede al morir, los Santos de los Últimos Días “creemos que gozarán de algún tipo de salvación e inmortalidad” (Liahona, marzo 2012).
Profetas de esta última dispensación como los presidentes David O. McKay o Howard W. Hunter han compartido experiencias sobre su profundo amor y cuidado sobre los animales y las creaciones de Dios; este último ofreciendo refugio a un gatito que había sido víctima de maltratos por un grupo de jóvenes:
“[…] tomó al gatito con cuidado en sus brazos, lo llevó a casa y lo puso junto a la estufa de leña para mantenerlo caliente. Le dio leche tibia al gatito y lo cuidó con amor hasta que recuperó la salud” (Friends, noviembre 1992).
Como hijos y espíritus engendrados de nuestro Padre Celestial, tenemos la responsabilidad de cuidar no solo de nuestros hermanos y hermanas que habitan la Tierra, sino también de todas Sus creaciones.
Aunque la visión y el trato hacia los animales puede variar según cada cultura en el mundo, una verdad universal que compartimos y apreciamos como miembros de la Iglesia de Jesucristo es su valor como criaturas del Señor.
Tanto a los animales como a todo ser vivo en la Tierra. Así lo enseñó el expresidente de la Iglesia, Joseph F. Smith:
“La naturaleza nos ayuda a ver y entender a Dios. A todas Sus creaciones les debemos una lealtad de servicio y una profunda admiración. Los hombres no pueden adorar al Creador y contemplar con descuidada indiferencia Sus creaciones.
El amor por toda la vida ayuda al hombre a disfrutar de una vida mejor. Exalto la naturaleza espiritual de aquellos que necesitan el favor divino”.
Sea nuestra mascota, una planta del parque o cualquier pequeño ser que ilumine vida, debemos mostrar respeto, honor y amor por todas las creaciones de Dios. Cuidemos nuestro planeta. Y demos gracias a nuestro Padre Celestial por Sus maravillosas obras.
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