La pregunta familiar más difícil: “A veces pienso que me casé con el hombre equivocado”

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Pregunta

Mi esposo y yo hemos estado casados por más de treinta años y tenemos una familia. Él era converso y se había reactivado en el tiempo en el que nos conocimos. Me presionó hasta que tuvimos intimidad antes del matrimonio. Trabajamos en el proceso de arrepentimiento con nuestro obispo, nos casamos por civil y un año después, nos sellamos en el templo.

Aunque, en ese momento, sentía que el matrimonio era lo correcto porque me decía, a mí misma, que debía amarlo o sino no hubiera dejado que nada pase. Incluso ahora, a veces me deprimo y siento que dije “sí” al matrimonio principalmente por la intimidad que tuvimos antes del matrimonio.

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Es un buen hombre a pesar de que tenga serios defectos y debilidades. Creo que mi comportamiento ha disminuido su amor por mí aunque nunca me lo diga.

Parte del problema es que solo nos hemos comunicado en un nivel superficial. No me comparte pensamientos o sentimientos y no sabe cómo responder cuando abro la puerta de mis emociones.

Sé que lo amo de alguna manera. No obstante, nunca he estado realmente “enamorada” de él. ¿Cómo puedo disipar las dudas y verdaderamente amarlo como es? He leído, reflexionado, llorado y orado pero hasta ahora esos sentimientos vuelven de vez en cuando. ¿Me puedes dar algún consejo?

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Respuesta

Lo que experimentas no solo es común, sino que también es la primera prueba del matrimonio, especialmente de un matrimonio celestial,  que está diseñado para asemejarnos a nuestros Padres Celestiales. Scott Gardner, un profesor de BYU-Idaho, recientemente nos recordó que el matrimonio es la parte central del Plan de Dios para ayudarnos a heredar todo lo que  nuestros padres celestiales tienen y son. Dijo:

“Amigos, el matrimonio es esencial para el plan eterno de Dios. Antes de que viniéramos a la tierra, puedo imaginarnos mirando a nuestros padres celestiales con asombro y anhelando obtener todo lo que ellos tenían: un cuerpo físico, un matrimonio con amor y unidad, más allá de comparar.  ¡Eran gloriosos de contemplar! ¡Fueron exaltados! Cuan ansiosos debimos haber estado por casarnos como ellos. Ahora, tenemos esa valiosa oportunidad justo aquí, en nuestra vida mortal: para aprender a ser como ellos. Eso es lo que buscamos. Nos preparamos para recibir todo lo que tienen nuestros padres celestiales. Precisamente, esto es todo el trabajo de Dios, todo Su gozo y pasión. De hecho, es Su obra y gloria, ayudarnos a tener ese tipo de matrimonio.”

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Sé que sientes que tu matrimonio no se acerca para nada a las expectativas celestiales pero como nuestro propio progreso eterno, es importante reconocer que nuestros matrimonios merecen la paciencia y la longanimidad que esperamos personalmente, para crecer y desarrollar atributos como Cristo.

Noto que estás muy familiarizada con los defectos y debilidades de tu esposo después de 30 años de matrimonio y de vida familiar. Es cierto, que casi todos los que han estado casados incluso por 30 días, comienzan a enfrentar la realidad del estado caído de sus parejas.

Todos nos casamos con alguien que a veces hará cosas intolerables. Además, precisamente esta realidad brinda las condiciones que nos impulsan hacia el crecimiento y la divinidad. El propio Wally Goddard de la revista Meridian lo expresó de esta manera:

“Dios no creó el matrimonio para cumplir perfectamente con todos nuestros deseos personales. Él tenía objetivos más elevados y exigentes en mente. El matrimonio es ordenado por Dios como un terreno de entrenamiento para desarrollar un carácter como Cristo. Mientras que el matrimonio nos ofrece amor profundo y lazos eternos con nuestros cónyuges, esa misma relación probablemente nos desafiará a desarrollar mayor compasión, perdón, sacrificio y caridad, por medio de las luchas que experimentemos. A medida que honramos nuestro convenio marital- incluso, durante tiempos en que nuestro matrimonio no parece ser como lo soñamos- nos convertimos en las personas y parejas que Dios nos invita a ser.”

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Estos momentos de tensión marital, pueden ser una falsa alarma que nos dice que renunciemos al matrimonio. Sin embargo, esta tensión, necesita ser contemplada con una visión más amplia de por qué estamos aquí en la tierra y el propósito verdadero  de Dios para el matrimonio.

No me estoy refiriendo sobre ciertos comportamientos que no deben ser tolerados, como el abuso, las adicciones y las aventuras amorosas. Cualquier rastro de lo mencionado, requiere que el cónyuge afectado establezca límites estrictos y solicite apoyo de seguridad física y emocional.  Estos tipos de patrones no deben perdurar, sino, según el Élder James E. Faust, necesitan ser confrontados como “relaciones dañinas para la dignidad de una persona como ser humano.”

El desafío en la cultura egocéntrica actual está en analizar los mensajes dañinos que nos dicen que no debemos tolerar nada que no nos haga felices. Es la mentalidad del consumidor que convierte al matrimonio en el producto que puede ser devuelto con un reembolso completo si no satisface nuestras necesidades. El Dr. Bill Doherty nos recuerda que la mentalidad del consumidor es una “base frágil para un compromiso de toda la vida.” Doherty enfatiza que nuestro compromiso con el matrimonio también debe estar equilibrado con nuestras necesidades personales:

“El convenio matrimonial moderno precisa de los hábitos del corazón y la mente para cultivar una relación de por vida que sea amorosa y justa para ambos cónyuges, donde el bienestar de tu pareja y tu matrimonio sea tan importante como el tuyo, donde no exista motivos para un divorcio y donde los esfuerzos para la mejora continua del matrimonio se atenúen con la aceptación de las limitaciones humanas.”

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Cuando no otorgamos la misma importancia a nuestro largo compromiso que a las necesidades y preferencias personales, somos vulnerables a la mentira de que cualquier asunto que nos cause dolor o sufrimiento debe ser descartado. Sí, el matrimonio es doloroso, incluso agonizante, a veces. No podemos pensar que los usuales dolores de desarrollo del matrimonio solo suceden en los matrimonios malos. Tampoco debemos creer que si hubiéramos elegido al compañero de matrimonio correcto, nos hubiéramos librado del sufrimiento.

El Dr. Scott Gardner lo explica de esta manera:

“Satanás intenta hacernos creer que los tiempos difíciles durante el matrimonio significan algo tan terrible que necesitamos abandonarlo. En realidad, los tiempos difíciles durante el matrimonio son parte del plan del Señor para ayudarnos a cambiar y mejorar de un modo que nos bendecirá eternamente. El matrimonio se basa en una obra de fe, trabajo y confianza en que Dios nos ayudará en esos tiempos difíciles.”

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Una vez que estamos casados, no podemos seguir centrándonos en la elección de con quién nos casamos. En cambio, se trata de cómo decidimos responder a esa persona que tenemos en frente. Vamos a tomar muchas decisiones. Necesitamos decidir cómo consideraremos su estado caído junto al nuestro. Podemos decidir si regresamos o nos alejamos. Podemos decidir ver a Dios como el Gran Arquitecto del matrimonio como la forma de acercamos a Él. Nos cansaremos de la fatídica decisión que tomamos hace años en vez de decidir que podemos dar una solución hoy.

Seth Adam Smith escribió una publicación viral para su blog donde recordaba el consejo que su padre le dio antes de su matrimonio:

“[Dijo] el matrimonio no es para ti. No te casas para hacerte feliz, te casas para hacer feliz a alguien más. Más que eso, el matrimonio no es para ti mismo, te casas por una familia. No solo por los suegros y todas esas tonterías sino por tus futuros hijos. ¿Quién te va a ayudar a criarlos? ¿Quién  quieres que influya en ellos? El matrimonio no es para ti. No se trata de ti. El matrimonio se trata de la persona con quien te casas.”

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Sabemos que Dios tenía un propósito diferente en mente cuando creó el matrimonio. El Presidente Gordon B. Hinckley explicó:

“No creo que un matrimonio feliz sea aquel donde haya mucho romanticismo sino donde el cónyuge se interesa verdaderamente por el bienestar de su compañero.”

Esto solo funciona cuando ambos cónyuges se interesan verdaderamente por el bienestar del otro. Así que asegúrate de que estás haciendo tu parte y pídele a tu pareja que haga la suya. No se alcanzará la felicidad marital si una parte se acopla al bienestar de la otra e ignora sus necesidades y deseos personales. Te preocupas por las contribuciones de ambos en los momentos difíciles. Entonces,  esta es una gran oportunidad para que se comprometan a hacer del bienestar del otro, su prioridad.

Alain de Botton escribió para New York Times:

No debemos abandonar a nuestros cónyuges imperfectos. En cambio, debemos abandonar la idea de que existe un ser que pueda satisfacer todas nuestras necesidades y anhelos.”

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Entonces, ¿cuál es la solución?

El tipo de problema matrimonial que atraviesas requiere de arrepentimiento. Como lo define el diccionario de la Biblia:

“El arrepentimiento simplemente es un cambio de mentalidad, una nueva visión de Dios, uno mismo y el mundo.”

El cambio de mentalidad ocurre cuando te ves, según dijo el Rey Benjamín, como un mendigo que depende de la misma gracia y misericordia que es tan difícil de dar a nuestros cónyuges imperfectos. Nos invita a “compartir de nuestros bienes a los pobres, a cada uno según lo que tiene, como alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, visitar a los enfermos y suministrarles auxilio, tanto espiritual como temporal, de acuerdo con sus necesidades. A menudo pensamos en su consejo ya que se relaciona con extraños que nos piden ayuda para ser aliviados. Sin embargo, estos versículos son una invitación para que veamos a nuestros cónyuges y a nosotros mismos, como mendigos que necesitan alivio.

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Esto significa que uses el compromiso con el matrimonio como la razón para hablar y pedir lo que necesitas. Habla claramente y con frecuencia. Deja que tu esposo sepa que quieres mayor contacto y afecto en su matrimonio. El matrimonio es lo que nos mantiene unidos para poder realizar la labor continua de refinamiento y crecimiento.

Terminaré con las palabras de aliento del Dr. Bill Doherby para todos los que buscaron ayuda para solucionar los problemas de sus largos matrimonios. Aunque hable sobre los terapeutas, puedes sustituir al “terapeuta” por ti mismo o alguien más que esté ayudándote en tu matrimonio, aquí va:

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“Relaciono a los matrimonios largos con vivir en Minnesota. Te mudas al matrimonio en la primavera de esperanza, pero eventualmente llega el invierno a Minnesota con el frío y la oscuridad. Muchos de ustedes renuncian  y se mudan al sur, en este momento. Le pedimos ayuda a un terapeuta. Algunos terapeutas, no saben cómo ayudarnos a lidiar con el invierno y nos congelamos en el problema. Otros terapeutas, nos dicen que el invierno nos está victimizando personalmente, que merecemos algo mejor, que el invierno nunca terminará y que si somos francos dejaremos nuestros matrimonios y nos dirigiremos al sur. Por supuesto, el problema es que nuestro siguiente matrimonio entrará a su propio invierno en cierto tiempo. ¿Solo debemos continuar o detenernos con esta persona, en esta estación? Esa es la moraleja de la pregunta existencial. Un buen terapista, uno valiente, nos ayudará a aferrarnos como pareja, advirtiéndonos sobre el frío del invierno y nos impulsará a buscar cualquier luz solar que esté disponible mientras luchamos con nuestro dolor y desilusión. Un buen terapista, uno bueno, será el último en renunciar a nuestro matrimonio, sabiendo que la siguiente primavera en Minnesota será aún más gloriosa que el invierno que pasamos juntos.”

Adaptación del artículo originalmente escrito por Geoff Steurer y compartido en ldsmag.com con el título “Your Hardest Family Question: Sometimes I think I married the wrong man.”

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