En los últimos años, se ha visto un aumento de abortos en distintos lugares del mundo. Detrás de esas cifras hay historias personales que muchas veces comienzan mucho antes de un embarazo inesperado.

La ausencia de una familia estable puede dejar huellas profundas en el corazón, que influyen en las decisiones de vida de hombres y mujeres.

Cuando alguien crece sin un hogar sólido, con padres separados o ausentes, puede llegar a sentir que el amor no es duradero y que la vida misma es frágil. Y esa herida se refleja en cómo se enfrenta la llegada de un nuevo hijo.

Lo que nos falta cuando faltan los padres

padres tristes; esposos
Imagen: iStock

Diversos estudios muestran que los hijos de familias rotas tienen mayor riesgo de depresión, ansiedad y problemas de conducta. Muchas veces, lo que un niño aprende en casa se convierte en la base para las decisiones que tomará de adulto.

Un hogar en crisis puede llevar a que los hijos tengan menos confianza en el matrimonio, en el compromiso y en la estabilidad. Si la familia pierde valor, también se debilita la manera en que valoramos la vida misma.

Relaciones que se construyen con dificultad

Imagen: Canva

Cuando alguien crece con inestabilidad, es común que le cueste más comprometerse en relaciones duraderas. La falta de un ejemplo de amor fiel y permanente puede dar lugar a miedos, dudas y elecciones apresuradas. 

Por eso, muchas veces, quienes provienen de hogares rotos son más propensos a enfrentar embarazos no planificados y a considerar el aborto como una salida.

El patrón se repite: cuando la familia se quiebra, se vuelve más difícil creer en la permanencia del amor.

La familia, la primera escuela del valor de la vida

Imagen: Canva

La familia es el primer espacio donde aprendemos a reconocer la vida como un don. Cuando el matrimonio y la paternidad se fortalecen, también se fortalece la idea de que cada vida merece ser cuidada y protegida.

Si una persona fue criada como si su valor dependiera de las circunstancias, le será más fácil pensar que la vida de un hijo también depende de si “conviene” o no. Por eso, trabajar en fortalecer las familias no solo da estabilidad emocional, sino que también ayuda a que cada nueva vida sea bienvenida.

Además, no todo termina en el dolor. En muchas historias, la maternidad se convierte en una oportunidad para sanar. El amor que una madre recibe de su hijo puede llenar vacíos que marcaron su infanciaUna mujer alguna vez dijo: 

“Quedé embarazada porque quería ser amada. En mi niñez nunca lo sentí”. 

Sus palabras muestran que solo el amor puede llenar el vacío que deja su ausencia.

Una reflexión en familia

Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Las familias rotas dejan heridas, pero también nos invitan a mirar con esperanza. Un hogar estable puede convertirse en el lugar donde se rompe el ciclo del dolor y comienza uno nuevo de fe y amor.

El aborto no es solo una decisión del momento; muchas veces es la consecuencia de un pasado marcado por la falta de estabilidad familiar. 

Pero también es cierto que cada hijo que llega puede ser un punto de partida para restaurar lo perdido.

Si queremos una sociedad con menos abortos, necesitamos más que leyes: necesitamos familias fuertes, matrimonios firmes y hogares donde cada vida sea recibida como un regalo de Dios.

Fuente: Meridian

Video relacionado

También te puede interesar