Tu sistema de seguridad está dañado.
Llamas con una voz placentera al centro de atención al cliente y pides que te ayuden a solucionar el dispositivo. El agente del call center se afana para buscar la solución de los problemas diciéndote un diálogo memorizado. Luego, por supuesto, esa solución al problema falla, y el agente te transfiere a un supervisor que dice casi lo mismo que su subordinado.
Por ahora, la razón se te ha salido por la ventana. La alarma de seguridad sigue sonando durante una hora, tú bebé está llorando y gritando, y estás seguro de que Jimmy no va alcanzar a llegar temprano a su práctica de fútbol.
Te encuentras alterado en el teléfono diciendo: ¡Soluciona el problema! Cuelgas el teléfono y arrancas la alarma de la pared y llevas a Jimmy a la práctica de fútbol.
Una semana después, un hombre amable llega a tu casa para reemplazar el sistema disfuncional de la alarma. Ya un poco más tranquilo, das un respiro de alivio al saber que esa dura experiencia ya se acabó.
Hay muchas ocasiones en las que yo trato la oración de la misma manera.
Hay un problema en mi vida. Me arrodillo y le pido al Padre Celestial con una petición razonable que mi problema tiene que desaparecer.
El problema persiste.
Por un periodo de tiempo está bien. Yo sé que tengo que aprender a solucionarlo. Los problemas están hechos para ayudarme a aprender.
Pero la respuesta sobre cómo solucionar el problema, nunca llega y aumenta en profundidad y magnitud. Mi razonamiento se va y le demando a Dios en mis oraciones que solucione ya el problema.
Lo que tengo que recordar en esos momentos es que Dios no es un agente de call center. Él simplemente no solucionará nuestros problemas, sino que nos ayudará a crecer. Estas pueden ser buenas noticias o en ocasiones malas noticias, pero cuando comprendemos que nos estamos comunicando con nuestro Padre Celestial, podemos tener fe en Su tiempo y en sus respuestas.
Buenas noticias: Él ha estado haciendo esto por mucho tiempo
Dios no es un adolescente de 19 años que acaba de terminar su entrenamiento en servicio al cliente la semana pasada.
Él ha estado en esto durante mucho tiempo.
De hecho, ha estado haciendo esto desde hace una eternidad. En Doctrina y Convenios 20: 17 aprendemos sobre su naturaleza eterna:
“Por estas cosas sabemos que hay un Dios en el cielo, infinito y eterno, de eternidad en eternidad el mismo Dios inmutable, el organizador de los cielos y de la tierra, y de todo cuanto en ellos hay”.
Éste es el mismo Dios que creó los cielos y la tierra. Éste es el mismo Dios que ha guiado al hombre desde el principio hacia las alturas de descubrimientos inimaginables y hacia un gran potencial. Y lo más importante, éste es el mismo Dios que ha organizado un plan de salvación destinado para darnos las llaves de los poderes de la divinidad.
Yo creo que Él tiene la capacidad para solucionar un día malo. Sin embargo, no debemos esperar a que Él lo haga. Esto me lleva a mi siguiente punto.
Buenas noticias aunque a veces parezcan malas: Dios sabe lo que es mejor para nosotros
Aunque no lo creas, los agentes de servicio al cliente no siempre tienen en mente lo que es mejor para ti.
Puedo testificar esto porque yo era uno. El trabajo de atención al cliente era el mismo, día tras día: ayudar al cliente a solucionar el problema y seguir adelante. Algunas veces te encontrarás con un agente de oro que te enseñará como nunca volver a tener el mismo problema de nuevo, pero yo no era uno de ellos.
Afortunadamente, Dios no solamente quiere solucionar el problema, sino que también quiere que podamos crecer al superar nuestros problemas.
De hecho, Su propósito está centrado en nuestro crecimiento y destino eterno. En Moisés 1:39 aprendemos de ese propósito:
“Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”.
Si un Ser que ha pasado toda una eternidad construyendo las herramientas para ayudar a la humanidad a alcanzar la gloria eterna no desaparece un problema de inmediato, creo que es seguro decir que existe una razón para ello.
Como sabemos las pruebas están hechas para hacernos crecer. ¿Acaso sabemos también que las pruebas nos pueden ayudar a convertirnos en algo que quizás jamás imaginamos? ¿Qué nuestros sueños egoístas no son parte del destino que nuestro Padre Celestial tiene para nosotros?
Hugh B. Brown nunca obtuvo la promoción para convertirse en un general. Estoy seguro de que si lo hubiera conseguido habría sido feliz por el resto de su vida. Sin embargo, la felicidad no es lo único que nuestro Padre Celestial quiere que logremos. Él quiere que seamos instrumentos para el bien, porque cuando nos convertimos en el violín de Dios, tocamos una armonía que todos pueden disfrutar. Cuando tenemos éxito en esto, podemos conocer la verdadera felicidad.
Como agente de call center, yo puedo solucionar tu problema y seguir adelante. Dios nos ayuda a alcanzar la solución que nos permite llegar a ser alguien que ayuda a otros a lograr la felicidad también.
La prueba de esta doctrina
Si quieres una prueba de esta verdad mira esta historia:
Cuando José Smith se fue a la arboleda a orar, él no estaba pidiendo ser profeta. Él simplemente era un muchacho humilde que estaba dispuesto a aceptar una respuesta,del Padre Celestial sin importar cualquiera que fuese.
Él consiguió un poco más de lo que esperaba.
Habría sido fácil para él aceptar la simple respuesta a su pregunta: que ninguna de las iglesias era verdadera. Sin embargo, debido a que él estaba dispuesto a seguir la voluntad del Padre Celestial, fue capaz de hacer mucho más.
Si tú y yo podemos tener la misma mentalidad, les prometo que podremos producir frutos de un valor incalculable.
Este artículo fue escrito originalmente por Logan Groll y fue publicado en mormonhub.com, con el título: “God Is Not A Call Center Agent”