Jesús lloró, ¿Por qué no podríamos nosotros?

Un amiga mía muy querida y leal me contó sobre un dolor secreto que había estado llevando. Fue difícil para ella hacerlo, ella siempre se ha definido a sí misma como fiel y fuerte, no del tipo de mujer que siempre necesita apoyo, sino una que estaba acostumbrado a darlo. Pero un aborto involuntario y desgarrador la hizo derrumbarse espiritualmente, y necesitaba la ayuda de sus amigos y familiares. Así que ella se abrió y dejó salir su agonía. Pero al hacerlo, ella hizo un pre-requisito defensivo: “Si alguien me dice que es parte del plan, voy a gritar”. Así que sus amigos y familiares comprendieron, ella necesitaba tiempo para llorar.

Tener una comprensión del plan de nuestro Padre Celestial es un consuelo y una bendición. Nos dice quiénes somos, por qué estamos aquí y hacia dónde vamos. Establece nuestro legado en la divinidad y asegura nuestra eternidad junto con nuestras familias y con un amoroso Padre Celestial, si somos fieles y guardamos Sus mandamientos. Ofrece paz y seguridad en esta vida. Pero no nos cobija del dolor, ni tampoco espera que nosotros ignoremos el dolor cuando lo sentimos. Entonces, ¿por qué pensamos que no se nos permitiría llorar?

Jesús lloró cuando Su amigo murió

Hombre sentado muy triste

Cuando Marta y María encontraron muerto a su hermano Lázaro, Marta corrió para encontrar a Jesús. Ella le contó de la tragedia. En su agonía le dijo: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Lo que vino después es una de las más profundas citas en todas las Escrituras. “Jesús lloró”. Piense acerca de la enormidad de esta declaración. El Hijo Unigénito de Dios, el único ser perfecto en la tierra, el único que podía hacer milagros, Jesucristo, primero lloró ante la noticia de la muerte de su querido amigo. Él sabía quién era Él. Él sabía que iba a resucitar a Lázaro de entre los muertos. Él podría haber dicho de inmediato a Marta que dejara de llorar.Pero en lugar de eso lloró también. Lloró con ella. Lloró por la muerte de su hermano. Lloró por Sí mismo, sin duda, porque Lázaro era un buen amigo de Jesús. Y después de que Él lloró, aplicó la expiación y le devolvió la vida a Su querido amigo.

Nos regocijamos por venir a la tierra antes de que naciéramos. Sabíamos que íbamos a experimentar todas las maravillas que la vida en la Tierra tenía para ofrecer. Esto incluía el amplio espectro de emociones de la felicidad a la tristeza, y todo lo demás. Así que de nuevo, pregunto, ¿por qué pensamos que no podríamos llorar?

Llorar nos purifica

Se ha dicho: “Donde mucho se da, mucho se requiere”. Tener una base sólida en el evangelio es como haber recibido mucho. Y por ello viene junto con la parte requerida, ser fuerte por el bien del Salvador, el único regalo que podemos devolver. Nos preocupamos entonces cuando somos débiles de espíritu, es posible que no seamos capaces de retribuir de la forma en que lo hacemos cuando somos fuertes. Tratamos de “hacernos fuertes de nuevo” lo mejor que podemos, tomando consuelo de las verdades del Evangelio que hemos llegado a adorar. Pero si primero seguimos el ejemplo de Cristo, y nos permitimos llorar antes de aplicar la expiación, puede ocurrir un milagro en nuestro corazón. El llanto purifica nuestro corazón. Esto hace que sea limpio de nuevo para permitir que suceda la sanación.

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Imagine un rasguño en la rodilla. Nunca pensaría en cubrirla sin limpiarla primero. Del mismo modo, el llanto limpia el corazón para que la expiación pueda cubrirlo, preservarlo, y hacerlo pleno. Pero recuerde, ambos son necesarios para una sanación completa, y un equilibrio adecuado es vital.

En la sanación espiritual de los momentos dolorosos de nuestra vida, ya sea la pérdida de un ser querido, una enfermedad, infertilidad, traición, hijos descarriados, o cualquier otra cosa, primero tenemos que permitir que nuestros corazones lloren, y luego, aplicar la expiación. Nuestros profetas nos han aconsejado ser felices, así que tengamos cuidado de no morar en el llanto. Pero dense el tiempo que necesiten para llorar. Dejen que sus amigos y familiares les recuerden que esto es normal. Llore en oración al Padre Celestial con todo su corazón. Pero cuando termine su oración, hágale saber que usted todavía le es fiel. Él estará agradecido por esto y lo bendecirá con la fuerza que necesita para seguir adelante.

Jesús lloró. Y así debemos hacerlo nosotros.

Comentarios
4.5
Llorar no es una debilidad. Todo lo contrario! Y no sólo las mujeres y los niños lloran---los hombres fuertes de espíritu también lloran, como Jesús lo hizo. El dolor y una pena, una pérdida de un ser querido se siente en el corazón y el alma, porque el ser humano no logra comprender que todo es temporal.
Ana adelina bemis

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