El concepto que tiene la sociedad sobre las mujeres pertenecientes a una fe normalmente es uno negativo, que viven bajo opresión, angustia y sufrimiento. Este pensamiento, evidentemente, no tiene coherencia con lo que muchas mujeres religiosas viven.
Distintas mujeres respondieron a la pregunta sobre su participación en las comunidades religiosas. Entre ellas, una expresó:
“En mi vida, he estado con Dios y sin Él. Conozco la diferencia. No he escogido esto porque me hayan lavado el cerebro o porque disfrute sentirme moralmente superior a los demás”.
Una de ellas también dijo:
“Soy fuerte y poderosa. Nos estoy obligada a creer. Elijo la fe porque trae paz, fuerza y poder a mi vida”.
Tales declaraciones dejan en claro cuál es la realidad de las mujeres creyentes. La representación de las mujeres religiosas como víctimas ingenuas simplemente no refleja la realidad.
Iguales ante Dios
Cuando era miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, el presidente Nelson le dijo a los jóvenes adultos en 2013:
“Para nosotros, como Santos de los Últimos Días, obtener una educación no solo es un privilegio, es una responsabilidad religiosa”.
Actualmente, hay una cantidad sorprendente de mujeres de fe que escogen seguir una educación, ser esposas y madres.
Una mujer de la Iglesia de Jesucristo comentó que los esposos de la Iglesia están orgullosos de sus esposas e hijas, y que no consideran que ellas hayan sido criadas para lavar platos y cuidar bebés, sino que están hombro con hombro con el esposo.
Una educación priorizada
Viendo las necesidades educativas de las mujeres en todo el mundo, el Sistema Educativo de la Iglesia ha procurado que BYU-Pathway Worldwide sea diseñada para brindar educación accesible en línea a bajo costo en más de 180 países, siendo las mujeres el 56% de sus estudiantes.
Victoria Akpan de Nigeria es una de las muchas mujeres en África que actualmente estudia en BYU-Pathway.
Esta es una gran bendición debido a que solo el 26% de las personas que postulan a una universidad son aceptadas en Nigeria.
Después de servir una misión para la Iglesia de Jesucristo, Victoria se casó y formó una familia, pero nunca perdió de vista su meta educativa. Victoria recordó las palabras de los profetas cuando dijeron que “no había atajo para la excelencia”.
Si bien no fue nada fácil debido a que debía cuidar de su hogar, Victoria pudo lograr sus metas gracias a los recursos que la Iglesia le brindó.
Ella solo tenía su teléfono, pero iba dos veces a la capilla para usar una computadora. Con éxito, una bebé en brazos y mucho esfuerzo, logró completar sus estudios.
Ser mujer es un privilegio
Las mujeres siempre han evidenciado una fortaleza al sacrificarse por un tiempo más, junto a la esperanza de crecer constantemente gracias a su fe. Alcanzar una mayor educación es un reflejo natural de esta fe.
Tal como una mujer resaltó:
“Mi identidad y mi valor no están determinados ni definidos por lo que he conseguido en la vida, la forma en que me veo o incluso la forma en cómo me siento.
Tengo una naturaleza divina como hija del Padre Celestial. Mi identidad y mi valor vienen de Dios. La feminidad es un derecho de nacimiento”.
Para estas mujeres, lejos de ser una carga que aumenta el sufrimiento, entender su naturaleza es un claro motivo de celebración.
Fuente: Deseret News