Nacimiento, Renacimiento y mi larga noche en el hospital

Bebé-rugoso

Mi primer hijo nació hace aproximadamente una semana. Su nacimiento vino como un triunfo: ¡una gloria! Y su presencia ha revolucionado en una semana corta mi vida. Todo lo que hago, lo hago por un motivo diferente y más sustancial. La vida se siente más estrecha y enfocada.

 

Además, estoy agotado. Yo esperaba ser un nuevo padre, pero con toda honestidad estoy cansado. Y mi experiencia con el nacimiento, me ha puesto con una mente de renacimiento y arrepentimiento. El ciclo cristiano que nos atrae cada vez más cerca a nuestro potencial eterno.  Y un ciclo por lo que estoy profundamente agradecido.

 

Sólo unas horas antes del nacimiento de Albus, alcance un punto bajo. Susan y yo habíamos estado discutiendo si planearía o no recibir una epidural durante meses. A Susan se le dificuta tomar decisiones, y esto era particularmente difícil porque nunca había tenido un parto antes. Preferia evitar la epidural. Yo había leído y oído, estuve de acuerdo.

 

Susan siguió retrasando tomar la decisión. Traté de convencerla de tomar una decisión. ¡Cualquier decisión! pero insistió en esperar.

 

Aquí estuvo el problema, con la espera de decidir sobre el uso de la anestesia epidural, podria soportar horas de dolor durante el  trabajo de parto. Finalmente ese dolor se haría tan intenso que, si no se ha  comprometidoen evitar la epidural, la solicitaría. La epidural entonces reduce la velocidad del trabajo de parto y abre efectos secundarios potenciales para la mama y el bebe.

 

Yo estaba totalmente seguro de que se debía aplicar la epidural inmediatamente con el fin de obtener las ventajas de la epidural y evitar la mayor parte del dolor, o no hacerlo en absoluto para evitar los posibles efectos negativos. Pero esperar a decidir era una receta segura para tener que soportar el dolor, y seguir teniendo que lidiar con los efectos secundarios.

 

Aún toda mi lógica, toda mi persuasión y todos mis ruegos no tuvieron efecto en mi esposa. Quien entro en labor de parto todavía sin estar segura si se aplicaría la anestesia epidural.

 

Y el trabajo de parto es un gran término para describir el proceso. A las 4:00am del domingo por la mañana, Susan despertó con contracciones, largas y dolorosas. Soportar aquellos dolores fue el trabajo. El día comenzó a ser evaluado, calculamos las contracciones esperando tenerlas largas y bastante rápidas para ir al hospital.

 

Pero nunca lo hicieron, alrededor de las 8 de la noche, Susan se estaba tan cansada que fuimos al hospital de todos modos. Apenas cruzaba el umbral de estar dilatando lo suficiente para ser admitida.

 

Al llegar al hospital, Susan informó a cada una de las tres enfermeras que le admitieron en el proceso que ella no planeaba recibir la epidural. Me pidió que le ayude a alcanzar esa meta, y estuve de acuerdo.

 

Jugué a ser un marido muy comprensivo. Yo estaba parado junto a su cama y le ayudé a respirar durante cada contracción. Le ofrecí mi mano como una sacrificada pelota anti estrés. Y le trasmití el tipo de apoyo personalizado e íntimo que proviene de los lazos del matrimonio comprometido.

 

Y luego aproximadamente a la medianoche mi esposa de repente llamó a la enfermera y pidió una epidural. Sus últimas contracciones habían sido particularmente dolorosas, y después de 20 horas del trabajo ya no creía que los podría soportar.

 

Ahora, estoy a punto de confesar en público mis defectos aquí, así que permítanme un momento para exponer  mis excusas. Yo también estaba agotado. Estaba emocionalmente sobre un precipicio por el cambio importante en mi vida. Y para ser completa y extremadamente franco: le dije así. Sabía desde el momento en que ella se había negado a tomar una decisión, ella misma se había condenado a un peor escenario.

 

Caminé hacia la puerta y salí del cuarto donde estaba mi esposa teniendo a nuestro bebe. Aguardaba desde el pasillo y me senté en una ventana – pálido. Todo mi temor, emoción, nerviosismo, y alegría que podría haber sido canalizada en apoyo o cualquiera de una larga lista de conductas productivas y valiosas, en su lugar deje fermentar en el estómago una cólera.

 

Sentí que me había traicionado, no me había escuchado. Sentí que no le importó mis sentimientos. Y si me hubiera dado cuenta entonces cuán sorprendentemente egocéntrica se había convertido mi irá, quizás habría vuelto a la habitación con una sonrisa y un brazo de apoyo. Pero en cambio volví con sólo una cara malhumorada, el ojo volteado, y le ofrecí mi mano.

 

Sin embargo, ninguno de mis defectos humanos podría interferir con la gloria de Dios. Mi esposa tenía razón. Todo el dolor que soportó ayudó considerablemente al progreso del nacimiento, pero estaba demasiado cansada para seguir avanzando, y la epidural le dio a su cuerpo la pausa que necesitaba de modo que pudiera progresar. Después de tres horas nació nuestro hijo. Mi aflicción egoísta al instante se transformó en alegría. En ese momento todo mi mal humor se desvaneció. Ninguna cólera permaneció, sólo una felicidad compartida.

 

Pero el renacimiento no es tan sencillo como una transformación súbita. De hecho, es justo decir que el renacer requiere trabajo. Hay una razón por la cual el arrepentimiento y el bautismo son dos pasos separados en el evangelio. El momento entusiasta no puede sustituir el trabajo del cambio, el dolor de mis disculpas y los esfuerzos hacia la mejora.

 

Como ves, Dios no me dio sólo un bebé esa noche, me dio una oportunidad. Una oportunidad de crecer, enfocarme, amar más y pensar menos en mí. En resumen una oportunidad de nacer otra vez.

 

Y si trabajo todos los días a fin de evitar el tipo de egoísmo trivial que demostréesa noche, entonces tal vez, puedo dar un ejemplo a mi hijo de la belleza y grandeza de la expiación.

 

Escrito por Cristopher D. Cunningham

Fuente: LDS.net

 

 

 

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