Aunque en nuestros centros de reuniones locales todos son bienvenidos a entrar y participar, para formar parte de las ceremonias y ordenanzas que se efectúan al interior de los templos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, necesitamos una preparación especial.
Tener la mayoría de edad, contar con más de un año como miembros, llevar un curso de 8 semanas y pasar por entrevistas personales con los líderes del barrio y la estaca son requisitos previos para poder participar de las sagradas promesas que solamente pueden realizarse en el templo.
Cada uno de ellos cuenta con una oración dedicatoria por los apóstoles o el profeta. Son santuarios y refugios contra la perversión del mundo moderno. Les llamamos la Casa del Señor.
Y son muchas las lecciones que aprendemos gracias a las ordenanzas de los templos. Como la recepción de un nuevo nombre durante la ceremonia de investidura.
Práctica de las Escrituras
Recibir un nuevo nombre durante la investidura del templo es una experiencia transformadora que significa el comienzo de una nueva trayectoria espiritual.
Refleja la creencia inherente a la doctrina de los Santos de los Últimos Días de que, por medio de Jesucristo, podemos experimentar el renacimiento y la renovación. Ser una “nueva criatura” en Cristo, como enseñó el apóstol Pablo.
Según Hugh Nibley, un notable erudito en la teología de la Iglesia de Jesucristo, el nuevo nombre representa “una nueva identidad en Cristo” y destaca el poder transformador de las ordenanzas del templo, donde recordamos nuestro potencial divino y la importancia de nuestra relación de convenio con Dios, lo que refuerza la idea de que el templo es un espacio sagrado para el crecimiento personal y la iluminación espiritual.
La práctica de recibir un nombre nuevo está profundamente arraigada en las Escrituras. Una de las referencias más destacadas se encuentra en el libro de Apocalipsis:
“Al que venciere, le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe” (Apocalipsis 2:17).
Este versículo destaca la promesa de un nombre nuevo como parte de las bendiciones reservadas para los fieles, que simboliza la victoria sobre las pruebas y una relación única con Dios.
Además, Doctrina y Convenios 130:10–11 expresa el significado de la “piedra blanca” que representa el nuevo nombre que se da a quienes son fieles. Esta piedra sirve como símbolo del progreso personal y del potencial divino, y refuerza la idea de que tenemos un camino y un propósito únicos a los ojos de Dios.
Relación privada con el Padre
Una práctica tan sagrada, profunda y personal que, por lo tanto, se nos insta a no revelarla, con excepción en una parte determinada del templo.
Esta instrucción nos permite recordar el carácter santo y puro del templo. Así lo expresó el presidente Gordon B. Hinckley cuando enseñó:
“El templo es un lugar santo, una casa del Señor. Es un lugar de paz y tranquilidad, un lugar de revelación e inspiración”.
Esto subraya la importancia del nuevo nombre como parte de la experiencia transformadora dentro del templo, donde podemos comunicarnos con nuestro Padre en los cielos de forma más íntima.
Además, en las enseñanzas de la Iglesia, el nuevo nombre no es simplemente un título ceremonial; simboliza un compromiso de vivir de acuerdo con los principios del evangelio de Cristo. Cuando recibimos este nuevo nombre, recordamos nuestros convenios sagrados y las responsabilidades que conllevan.
El acto de recibir un nuevo nombre es un paso hacia la vida eterna, donde se nos recuerda nuestra herencia celestial y potencial divino.
Sirve como un recordatorio constante de nuestra identidad espiritual y de las 5 leyes que nos hemos comprometido a guardar. Muchos miembros reflexionan sobre su nuevo nombre cuando enfrentan desafíos y lo utilizan como una fuente de fortaleza e inspiración. Se convierte en un emblema personal de su fe, que los guía en sus decisiones y en sus interacciones con los demás.
Si ya te encuentras investido, no ocultes tu nombre como un secreto que jamás podrás revelar.
Úsalo para profundizar tu relación con Cristo. Al esforzarte por encarnar los principios asociados con tu nuevo nombre, encontrarás oportunidades para servir a los demás y compartir la luz del evangelio.
Fuente: Ask Gramps