Terrie Lynn Bittner relató que, cuando era adolescente, tuvo experiencias que la hicieron pensar que ya había vivido antes de llegar a la tierra. Conocía personas por primera vez y, sin embargo, sentía que ya las conocía.
Escuchaba ideas nuevas y parecían demasiado familiares, como si las hubiera aprendido mucho antes. Buscando respuestas, encontró que la reencarnación era la explicación más común. Sin embargo, en su corazón sabía que no era la verdad. Había algo que no encajaba.

A los dieciséis años comenzó a estudiar las enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Fue allí donde descubrió una doctrina que dio sentido a esas experiencias: la existencia premortal.
Comprendió que sí había vivido antes de la vida terrenal, pero no como otra persona, sino como ella misma, en la presencia de Dios.
Un plan con Jesucristo en el centro

En la Iglesia aprendió que la vida es parte de un plan divino creado por Dios, cuyo centro es la expiación de Jesucristo.
Según las creencias de los Santos de los Últimos Días, todos vivíamos con Dios como Sus hijos espirituales antes de nacer. En ese tiempo aprendimos de Él, desarrollamos nuestras cualidades y tomamos decisiones que influirían en nuestro futuro.
La Biblia da testimonio de esta verdad. Dios le dijo a Jeremías:
“Antes que te formase en el vientre, te conocí”. (Jeremías 1:5)

También se lee:
“El espíritu vuelva a Dios, quien lo dio”. (Eclesiastés 12:7)
Estos pasajes revelan que la vida humana no empieza en el momento de la concepción, sino mucho antes, en la presencia del Creador.
Terrie encontró consuelo en la explicación de que ese conocimiento previo no era producto de otras vidas, sino de la vida espiritual junto a Dios.
Recordó que el libro de Job habla de los hijos de Dios que “gritaron de gozo” al conocer el plan de la tierra (Job 38:7). Ella también formó parte de ese júbilo antes de nacer.
Elecciones eternas

En ese estado premortal, según enseñan los Santos de los Últimos Días, no solo existíamos sino que también tomábamos decisiones.
Dios presentó Su plan, que incluía venir a la tierra, obtener un cuerpo, vivir pruebas y crecer espiritualmente. Sin embargo, sabía que no podríamos regresar por nosotros mismos, ya que todos pecaríamos.
Por eso fue necesario un Salvador. Jesucristo se ofreció voluntariamente para cumplir esa misión, vencer el pecado y la muerte, y dar a todos la oportunidad de volver a la presencia de Dios.

Lucifer, en cambio, propuso un plan sin riesgos, en el que nadie podría fallar porque todos serían forzados a obedecer. Pero esa propuesta anulaba el propósito de la existencia, que es aprender a elegir y progresar con libertad.
Un tercio de los hijos de Dios eligió seguirlo y fueron expulsados, sin posibilidad de recibir un cuerpo ni de gozar de la expiación.
Terrie comprendió que esa decisión explica la constante lucha espiritual en la tierra: aquellos espíritus rebeldes buscan arruinar la felicidad de quienes aceptaron el plan de Dios.
Una verdad que da paz

Aunque al nacer olvidamos nuestra vida premortal, Terrie encontró sentido a esos momentos en que una verdad parecía “conocida” o una persona resultaba extrañamente familiar.
Para ella, esas impresiones son recordatorios que Dios permite a través del Espíritu Santo, para ayudarnos a recordar quiénes somos realmente y qué promesas hicimos antes de nacer.
Lo que más la conmovió fue comprender el amor personal de Dios. Antes de enviarnos a esta vida, Él nos conocía profundamente, nos enseñaba y nos preparaba. Jesucristo también nos conoció en ese entonces y, al ofrecerse como Salvador, lo hizo por personas a quienes ya amaba de manera personal.
Terrie concluyó que la doctrina de la existencia premortal es infinitamente más poderosa que la idea de la reencarnación. No ofrece un ciclo interminable de vidas, sino un plan perfecto para prepararnos aquí y regresar a Dios.
Fuente: LDS Blog
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