Las personas se alejan de la Iglesia por diversas razones. Algunos se han sentido traicionados por sus líderes locales o por las políticas y posturas de la Iglesia sobre temas controversiales. Algunos han sentido un rechazo por parte de la comunidad que conforma la Iglesia. Otros se han sentido ofendidos y lastimados por los miembros de sus barrios y estacas o por sus líderes locales.
El alejarse de la Iglesia es un asunto personal que se manifiesta de diferentes maneras. Algunos experimentan un alejamiento completo al dejar de asistir a las reuniones dominicales, a las actividades y a todo entorno que conlleve encontrarse con miembros de la Iglesia. Otras personas experimentan un alejamiento parcial al seguir asistiendo de forma periódica o de cuando en cuando, pero dejan de realizar actividades propias de un Santo de los Últimos Días.
Sin embargo, independientemente de cuál haya sido el motivo por el cual la gente se aleja, el Salvador siempre tiene los brazos extendidos para recibirnos en su amor y en su Iglesia. Por ello, a continuación se mencionan cinco razones por las que cualquier persona que se haya alejado debería volver a la Iglesia.
1. Amar a Dios sobre todas las cosas
Durante la sesión del sábado por la mañana, en la Conferencia General de octubre de 2012, el Élder Jeffrey R. Holland, mencionó lo siguiente:
“Mis queridos hermanos y hermanas, no sé exactamente cuál será nuestra experiencia el día del juicio, pero me sorprenderá mucho si en algún momento de la conversación Dios no nos pregunta exactamente lo mismo que Cristo le preguntó a Pedro: “¿Me amaste?”. Creo que Él querrá saber si, en nuestra comprensión sumamente mortal, muy inadecuada y a veces infantil de las cosas, al menos comprendimos un mandamiento, el primero y el más grande mandamiento de todos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente”. Y si en ese momento podemos balbucear: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”, entonces Él quizás nos recuerde que la característica suprema del amor es siempre la lealtad.”
Si tuviésemos que responder a esa pregunta ahora, en este momento, ¿qué diríamos? ¿podríamos ver a los ojos al Salvador y decirle “Sí, Señor, tú sabes que te amo”? ¿Al menos podría decirle que estoy intentado amarle mejor? Si realmente le amo, e incluso, si me estoy esforzando por hacerlo, estaré en esa lucha constante de guardar sus mandamientos y ser leal a Él. Ello implica volver a Él, volver a su Iglesia, y buscar permanecer en su amor.
2. Dios te está esperando
La forma en que demuestro amor a Dios es respondiendo a su llamado y siguiendo su voz.Durante la sesión del sábado por la mañana, en la Conferencia General de octubre de 2017, el presidente Dieter F. Uchtdorf pronunció las siguientes palabras:
“Dios conoce cada uno de sus pensamientos, sus pesares y sus más grandes esperanzas. Dios sabe las muchas veces que lo han buscado; las muchas veces que han sentido un gozo ilimitado; las muchas veces que han llorado en soledad; las muchas veces que se han sentido desamparados, confundidos y enfadados;
Sin embargo, sin importar su pasado —si han flaqueado o fallado, si se sienten destrozados, resentidos, traicionados o derrotados—, sepan que no están solos; Dios aún los llama.”
Sin importar cuánto tiempo y qué tan alejados hemos estado de la Iglesia, Dios aún nos llama. El Padre nos espera de regreso, con los brazos extendidos, para recibirnos en amor y misericordia. Él nos espera de regreso en su Iglesia, en su reino.
3. Recuerda las bendiciones
Uno de los himnos más entonados en las reuniones de la Iglesia es el Himno 157, Cuenta tus bendiciones. La letra de este himno es una invitación a pensar en todas las bendiciones y toda aquella cosa positiva que el Señor me ha dado o, incluso, que su Iglesia me ha otorgado.
“Bendiciones, cuenta y verás, bendiciones que recibirás; bendiciones, cuenta y verás cuántas bendiciones de Jesús tendrás.”
¿Qué bendiciones he recibido como miembro de la Iglesia? Aunque las hayamos olvidado, hemos sido muy bendecidos al permanecer en la Iglesia. El meditar sobre las bendiciones recibidas es un fuerte motivador para volver al camino. Al permanecer firme en el Evangelio indefectiblemente recibiremos bendiciones e incluso las recibirán quienes nos rodean. Es algo que todos los miembros de la Iglesia hemos vivido y sentido en algún momento; solo debemos recordar.
4. Un sabio propósito
Constantemente he escuchado una frase similar a la siguiente: “No necesito ir a la iglesia, puedo adorar a Dios desde casa o desde donde me encuentre”.
Esta afirmación contiene una gran verdad; todos podemos adorar a Dios, cómo, cuándo y dónde deseemos. Sin embargo, el Salvador instituyó la Iglesia con un sabio propósito. El objetivo de Cristo al establecer una Iglesia es para ayudar a las personas a acercarse más a Él. Es cierto que puedo amar a Dios en cualquier lado que me encuentre, pero si lo amo, también cumpliré con lo que Él me indica hacer. ¿Cómo puedo pretender amarle a mi manera cuando Él me ha indicado la mejor forma en que puedo demostrarle amor?
Al entrar a las aguas del bautismo hicimos un convenio con Dios. Este convenio se renueva y se recuerda cada domingo al participar de la Santa Cena. Di mi palabra y prometí muchas cosas al hacer este sagrado pacto con Dios.
¿Por qué debería volver? Porque quiero honrar mi palabra, quiero guardar el convenio que hice, quiero recibir las bendiciones de cumplir con esto y, sobre todo, quiero tener la guía constante del Espíritu Santo.
5. Recuerda el Plan, llena el vacío
Todos hemos sentido un vacío en nuestro interior en algún momento.
El conocer el Plan de Salvación nos ayuda a saber cuál es el camino a seguir para volver a la presencia de Dios y permanecer eternamente con nuestros seres queridos. Este conocimiento, en conjunto con el testimonio del Espíritu, nos ayudará a estar en sintonía con Dios y nos acercará más a nuestro Salvador. Al conocerlos mejor y al entender su plan y su voluntad, comenzaremos a llenar ese vacío que hemos sentido al estar alejados.
Al conocer el plan de Dios, también conoceré y sabré cuáles son las herramientas que se han puesto a disposición para lograr el cometido final de dicho plan. En ese sentido, podré reconocer la importancia de la Iglesia y por qué debo estar ahí.
En la Liahona de agosto de 2017 encontramos en el mensaje del presidente James E. Faust titulado: Por favor, ¡vuelvan!, en donde se menciona lo siguiente:
“Al hacerse partícipes de esta obra, todos podrán satisfacer los anhelos más profundos de su alma. Llegarán a conocer el íntimo consuelo que se halla al buscar las cosas sagradas de Dios; podrán disfrutar de las bendiciones y los convenios que se reciben en el santo templo; encontrarán significado y propósito para su vida, aun en medio del mundo profano en que vivimos; tendrán fortaleza de carácter para actuar por sí mismos y no para que se actúe sobre ellos (véase 2 Nefi 2:26).”
Recordemos el Plan, recordemos por qué estamos aquí, en este trayecto mortal. Llenemos ese vacío que sentimos con el Evangelio y con el amor del Salvador. Miremos hacia lo eterno, miremos más allá de este trayecto.