En 2018, me estaba preparando para una futura exposición de arte. El tema de la exposición era “La vida de Cristo”. Quería pintar escenas de la vida de Cristo para ayudar a los asistentes de la exposición a sentir una conexión con Él.
Ya había pintado “Fe para ser sanado” y “A través de Su luz” cuando me vino a la mente esta hermosa imagen del Salvador arrodillado ante una roca mirando al cielo.
Fui a mi estudio, saqué mi papel de acuarela, dibujé esta imagen y empecé a pintar. En el momento en que puse el pincel sobre el papel, el Espíritu se apoderó de mí. Sabía exactamente qué colores utilizar y dónde debía incidir la luz sobre Cristo.
Sabía que tenía que pintar un cuadro limpio y sencillo. Sentí que debía dejar abierta la parte superior del cuadro.
Mientras pintaba este momento central del plan de Dios, me sentí muy cerca de Jesús. El pensamiento “Cristo hizo esto por mí” venía a mi mente una y otra vez. Me sentía llena de gratitud hacia Él, por Su valor y amor por cada uno de nosotros.
El Espíritu se sentía tan fuerte mientras pintaba, pensé: “Nunca perderé este sentimiento”. Inmediatamente, sin embargo, me invadió la vergüenza y la humillación después de terminar el cuadro.
Las frases “Este no es un buen cuadro” y “a nadie le va a gustar” vinieron a mi mente. Todos los miedos e inseguridades con los que había estado luchando durante tanto tiempo de repente me dominaron.
Odio admitirlo, pero hice caso a esos miedos y encontré un lugar donde esconder el cuadro. Me sentí derrotada. Había deseado pintar algo que representara este momento crucial en toda la eternidad, pero el miedo se apoderó de mí.
A medida que se acercaba el día de la exposición de arte, la imagen de Cristo arrodillado ante esa roca mirando al cielo seguía viniendo a mi mente, pasaba de “Sí, pondré este cuadro en la exposición” a “No, no lo colocaré”.
Por fin llegó la semana de la exposición. Tenía todos los demás cuadros enmarcados y listos para salir cuando recibí la clara impresión de incluir la “Expiación”. Sabía que, aunque estaba nerviosa, tenía que superar ese miedo y colocar el cuadro en un lugar donde la gente pudiera verlo.
Cuando llegó la noche de la exposición, la “Expiación” fue el primer cuadro al que las personas se acercaron y el primero por el que preguntaron.
Observar la reacción de las personas ante este cuadro y oír cómo les hacía sentir me sorprendió, y aquella sensación que había experimentado en mi estudio mientras pintaba volvió.
Aquella noche sentí al Espíritu cerca de mí, asegurándome que aquello era algo bueno y que la gente se acercaría más a Cristo gracias a ello.
Con frecuencia he pensado en la experiencia que tuve mientras pintaba la Expiación. El contraste de luz y oscuridad me recuerda la experiencia que tuvo Moisés en Moisés capítulo 1.
Moisés vio a Dios cara a cara y se encontró con Él.
Moisés vio a Dios cara a cara y habló con Él.
Dios le enseñó a Moisés que es hijo de Dios, ¡lo llamó así tres veces! Le mostró el mundo y a todos sus habitantes. Sólo puedo imaginar la luz y la alegría que Moisés sintió durante esta increíble experiencia.
Sin embargo, sabemos que inmediatamente después de que Dios se apartó de Moisés, Satanás se le apareció, intentando arrebatarle esa luz y esa alegría. El miedo se apoderó de Moisés momentáneamente; sin embargo, en el momento en que se tornó hacia Dios, recibió fuerzas.
Con Satanás tratando de separarnos de Jesucristo, Su luz y Su expiación, es importante mantener nuestro enfoque en el Salvador para que cuando las dudas nos invadan, podamos tener la fuerza para vencerlas.
Esta vida se trata de superar los obstáculos, pero no lo hacemos solos. Tenemos al Salvador; Él es nuestro amigo y Él estará a nuestro lado mientras aprendamos y caminemos hacia adelante.
Me encanta lo que dice el Señor en Josué 1:9:
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas“.
Podemos depositar nuestra confianza en nuestro Salvador, Jesucristo. Él nos invita a venir a Él y recibir las bendiciones de Su expiación. Él ha vencido al mundo. Nos ha liberado porque nos ama.
Amo esta cita del élder Jeffrey R. Holland:
“Al someterse voluntariamente a la muerte, tomó sobre Sí los pecados del mundo, pagando un precio infinito por cada dolor y enfermedad, cada pena y desdicha desde Adán hasta el fin del mundo. Al hacerlo, conquistó tanto la tumba físicamente, como el infierno espiritualmente, y liberó a la familia humana”.
La expiación de Cristo lo abarca todo.
Cuando miro este cuadro, veo un momento hermoso y poderoso entre el Padre y el Hijo en el que se siente todo el dolor del mundo y, sin embargo, brinda todo el amor, el perdón y la gracia.
Cristo murió por nosotros y sufrió para que pudiéramos vencer al mundo.
Acude a Él, entrégale tus miedos, dudas, angustias y errores, y permítele que te dé paz.
Este artículo fue originalmente escrito por Kate Lee, titulado “Overcoming self-doubt by listening to the Spirit”.
Fuente: LDS Living