En la prisión en la que trabajé, los hombres que estaban a punto de ser puestos en libertad desarrollaban un alto nivel de ansiedad justo antes de regresar a la sociedad.
Algunas de sus preocupaciones eran:
“¿Dónde voy a vivir? ¿Qué tipo de trabajo podré conseguir? ¿Qué pensarán las personas de mí? ¿Cómo se sentirán mis amigos? ¿Cómo será volver con mi familia?”
Mi compañero de trabajo, que es el terapeuta de la prisión, les enseñó la regla 20-20-60. No estoy seguro de que sus cifras hayan sido verificadas estadísticamente, pero servían para ilustrar la idea. Él les dijo:
“El 20% de las personas te querrá y te aceptará pase lo que pase. Te quieren por lo que eres y por lo que puedes llegar a ser.
El 20% de las personas te odiará simplemente porque has estado en la cárcel. Ni siquiera te conocen. No saben del trabajo que has hecho en terapia mientras estabas en la cárcel. No saben lo que has aprendido y cómo has cambiado.
El otro 60% está tan ocupado con su vida, su trabajo y su familia que ni siquiera se da cuenta”.
Mi compañero de trabajo concluyó diciendo:
“Valora el primer 20%, ignora el 80% y vive una buena vida”.
¿En qué se parece esto a cuando un misionero vuelve a casa antes de tiempo, sin importar el motivo?
Las personas con las que he hablado se preguntan qué pensará la gente, cómo se sentirán sus amigos, cómo será volver a la escuela o conseguir un trabajo, qué pensará su familia, qué pensarán los miembros de su barrio.
Antes de que un misionero regrese a casa antes de tiempo, han intervenido muchas personas que le quieren y se preocupan por esa persona y desean el mejor resultado posible.
Entre ellas se encuentran el presidente de misión y su esposa, el presidente de estaca, los padres, los asesores médicos, los asesores de salud mental, la presidencia de área y el departamento misional.
Todos ellos quieren lo mejor para el misionero, sobre todo, quieren que sienta el amor de nuestro Salvador.
En 2020, cuando muchas misiones se interrumpieron debido a COVID-19, el élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, brindó una entrevista en la que dijo:
“Muchos de nuestros misioneros se han preparado desde la infancia para servir en una misión. Decidieron por voluntad propia que querían ir. Luego, aceptaron el llamado del Profeta de Dios para servir como discípulos de Jesucristo, como representantes del Salvador, dondequiera que el Señor los asignara por el tiempo que fuera.
Ha habido otras ocasiones en la historia en que los misioneros han tenido relevos inesperados debido a problemas de salud, accidentes, guerras u otras circunstancias. Los puntos esenciales son la decisión de ir y la decisión de aceptar.
Todo lo que ocurre después suele estar influido por circunstancias ajenas a la decisión del misionero. Te preparaste, aceptaste el llamamiento y diste lo mejor de ti. Eso es lo que cuenta. Eso es lo que marca la diferencia. Eso es lo que hace a un misionero.
El Señor prometió, acepta los sacrificios y el servicio de cada misionero que sirvió con todo su corazón, poder y fuerza, incluso si tuvieron que ser relevados antes de lo previsto… Sé el mejor misionero que puedas ser ahora y aprovecha al máximo el tiempo que tienes por delante. Y recuerda que serás misionero el resto de tu vida”.
Que el Señor nos bendiga para estar en el primer 20% cuando estos misioneros y misioneras regresen y les hagamos sentir nuestro amor el del Salvador al darles la bienvenida a casa.
*Imagen de portada por Jeffrey D. Allred, Deseret News
Fuente: Meridian Magazine