Lo que contamina al hombre y no nos damos cuenta

Por Lehi Vega

Recuerdo muchas ocasiones como misionero haber caminando por las calles, pero recuerdo una ocasión en especial…

7_valor-defender-lo-justoEse día de pronto vimos rodar una pelota de fútbol hacia nuestros pies y a lo lejos un grupo de jóvenes gritando por el regreso de  esa pelota y fue lo  que hicimos. Recuerdo que al frente estaba la Capilla y al seguir observando a aquellos jóvenes jugar en aquella cancha en no muy buenas condiciones, inmediatamente pensamos: La capilla está al frente, podemos invitarles y luego conversar con ellos acerca de nuestro mensaje.

Nos acercamos a ellos y les hicimos la invitación a lo que inmediatamente accedieron, entramos a la Iglesia y comenzamos a jugar en ese momento, la alegría que sentíamos por estar con ellos y que aceptarán la invitación se convirtió en frustración.

Ellos con toda clase de lisuras comenzaron a insultarse y ofenderse, en ese momento pensamos ¡bueno tenemos que hacer algo!

Detuvimos el juego e hicimos la pregunta:

¿Disculpen saben dónde estamos?

A lo que respondieron: Si estamos en la Iglesia

¿Saben la casa de quién es?

¡De Dios! Respondieron;

¿Creen que sea correcto hablar de esa manera aquí o afuera?

No, contestaron

¿Quieren seguir el juego sin malas palabras?

A lo que contestaron afirmativamente.

Recordando esa experiencia y leyendo las escrituras pude recordar aquella discusión de nuestro Salvador con los escribas y fariseos:

1 Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:

2 ¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos?, pues no se lavan las manos cuando comen pan.

3 Y respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?

4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre, ciertamente morirá.

7 ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:

8 Este pueblo con sus labios me honra, mas su corazón lejos está de mí.

10 Y llamando hacia sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended:

11 No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso contamina al hombre.

14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo.

15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola.

16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros estáis aún sin entendimiento?

17 ¿No entendéis, aún, que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en la letrina?

18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y eso contamina al hombre.

19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios y las blasfemias.

20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

(Mateo 15:1-20).

Esta conversación de Jesucristo me hizo recordar aquella experiencia como misionero, pudimos haber dejado pasar aquellas palabras como si nada hubiese pasado pero defendimos lo que creíamos y seguimos lo que sabíamos era correcto. Debemos tener el valor para defender lo que sea justo:

 “Tengamos el valor de desafiar la opinión popular, el valor de defender lo que sea justo. Tener valor y no transigir es lo que complace a Dios. La valentía es una virtud positiva cuando no sólo significa morir con hombría sino también vivir con dignidad. Un cobarde moral es el que tiene miedo de hacer lo que sabe que es correcto porque otros puedan burlarse de él o condenarlo. Recordemos que todas las personas tienen sus temores, pero los que enfrentan lo que temen con dignidad, son los valientes” Thomas S. Monson.

Tal vez a partir de ese momento algunos de esos jóvenes cambiaron o tal ves no… Pero como miembros de la Iglesia tenemos que dar muestra de nuestros valores y defenderlos. Ya que de toda experiencia se aprende y nos fortalece, yo aprendí “Que es lo que contamina al hombre”.

 

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