Aunque Wisconsin es, en Estados Unidos, una de las poblaciones per cápita con menor cantidad de miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los misioneros asignados al área se mantienen optimistas y entusiastas para continuar compartiendo su mensaje.
Así lo relataron los élderes Schultz y Anderson al periodista Seth Jovaag, del diario Wisconsin Life, quien los acompañó durante toda una tarde de proselitismo.
“Hay momentos en los que el rechazo parece infinito, mucha gente te cierra la puerta o te da un portazo, así que hay que aprender a ser muy resiliente”, confiesa el élder Schulz.
Su experiencia no dista del primer episodio en el campo misional que vivió su compañero, el élder Anderson:
“Recuerdo que la primera persona con la que hablé se volvió loca, empezó a gritarnos y salió corriendo. Fue muy estresante”.
Dedicación absoluta a Dios
Todos los días, la pareja se despierta a las 06:30 a.m., hace ejercicio durante una hora, estudia durante 2 o 3 horas y luego sale de su apartamento a las 10:30 a.m. para pasar el día entero hablando con gente, en su mayoría, desconocida. Su día termina a las 09:00 p.m.
“Como misionero, de alguna manera, te obligas a hablar con mucha gente todos los días”, comenta el élder Schulz. “Es una sensación muy incómoda”, agrega, pero manteniendo una sonrisa sincera al rememorar cada capítulo de su misión.
“Todas las noches, a las 09:00 en punto, nos tomamos 30 minutos para planificar nuestro día siguiente. Y cuando lo hacemos, primero oramos y le pedimos a Dios que nos ayude a saber a dónde debemos ir”.
Ese momento, ratifica su compañero, es el motor que les permite superar el desánimo de los rechazos y no solo mantener su fe, sino fortalecerla a través de su cautelosa atención a las impresiones del cielo.
“A veces, nos vienen a la mente nombres de calles a las que debemos ir, así que los anotamos y vamos a esas calles si vamos a tocar a la puerta al día siguiente, o nombres de personas a las que debemos ayudar, o lo que sea”.
Amar como Cristo
Admiten que, al inicio, no fue sencillo para ellos reconocer estas respuestas divinas. Es un trabajo duro. Schulz y Anderson dicen que a menudo se siente como una oposición inacabable.
Sin embargo, precisamente, el recibir tanta hostilidad al compartir a diario con totales desconocidos les ha permitido aumentar el amor que sienten por cada uno de ellos, orando todos los días no solo por su bienestar espiritual, sino también personal, familiar y temporal.
Su visión del mundo se amplifica, entienden mejor diferentes realidades y su empatía y misericordia se ha magnificado. Así lo resume el élder Anderson:
“Dejas a tu familia, dejas todo, para venir a un nuevo lugar a compartir este mensaje. Tú crees que es verdad, y aunque luego enfrentas un rechazo interminable, llegas a confirmar y sentir que es verdad”.
Fuente: Wisconsin Life