Vivir en el extranjero vs. Servir una misión en el extranjero

familia

Quiero comenzar diciendo que no serví una misión. Sin embargo, viví un tiempo largo en el extranjero.

A medida que he conversado con personas que han servido misiones en el extranjero, especialmente personas que han servido en el mismo país en el que viví, las diferencias entre servir en una misión en el extranjero y vivir en el extranjero se han vuelto muy evidentes para mí.

A continuación, mencionaré por qué creo que los misioneros retornados que sirvieron en el extranjero no deben afirmar ser “expertos” en el país en el que sirvieron.

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1. No pudiste sumergirte en la cultura

En la misión, tienes un objetivo: predicar el Evangelio. Esto significa que nunca podrás relacionarte realmente con la cultura y la gente del país en el que sirves.

No creo que eso sea malo. De hecho, creo que ayuda a los misioneros a enfocarse en por qué están realmente ahí. Sin embargo, significa que tu comprensión cultural puede tener algunos vacíos.

Por ejemplo, las actividades recreacionales. Si serviste en América Latina, te perdiste de una gran parte de la cultura al no aprender a bailar. Quiero decir, literalmente, en todas las fiestas latinas en las que estuve se enfatizó el baile.

2. Es probable que no aprendieras mucho sobre los temas de actualidad e historia

iglesia mormona

Al menos los misioneros retornados con los que he conversado me contaron que no prestaron atención a los asuntos relacionados con la política o la historia mientras estuvieron en sus misiones. Lo que pudiste haber aprendido acerca de cualquiera de esos dos temas cuando visitaste un sitio histórico en tu P-day o porque te dijeron que no salieras durante cierto evento político, solo es una muestra.

Eso está bien, tu objetivo no es convertirte en un embajador de ese país. Sin embargo, es importante que te des cuenta de que no conocer los temas de actualidad o la historia de ese país es ignorar gran parte de la identidad propia de las personas de ese país.

3. Tenías límites con respecto a donde podías ir

Atravesar el puente entre Ciudad Juárez, México, y El Paso, Texas, a la 1 a.m. realmente me dio una idea de lo difíciles que pueden ser las vidas de las personas que cruzan la frontera de un lado a otro.

Experimenté lo mismo cuando fui a un club nocturno para ver a una banda en vivo. No estaba en uno de los lugares más seguros, pero aprendí mucho de la cultura.

Si hubiera sido misionera en Ciudad Juárez, nunca hubiera vivido esas experiencias, al menos no si estuviera siguiendo las reglas de la misión.

No estoy diciendo que debas ponerte en situaciones peligrosas para entender la cultura de un país. Pero, estar limitado a ciertas áreas y volver a casa a las 10 p.m. no te permite ver mucho de la cultura.

4. No te tuviste que preocupar por las cargas de la vida diaria

Madagascar misioneros

Como misioneros, aterrizas en el país extranjero en el que te llaman a servir y todo está preparado para ti. Nunca debes preocuparte por dónde vas a vivir, cómo vas a pagar el alquiler o a quien contactar para pagar tus servicios públicos. Planificas el resto de tu día como loco, pero no tienes que preocuparte por este tipo de tareas básicas de adultos.

Entonces, si bien aprendiste mucho sobre el lugar donde serviste, no pudiste experimentar lo que es vivir ahí. Nunca olvidaré la vez que me di cuenta de que la estufa de gas de mi departamento en México estaba conectada a un tanque y no a las tuberías de la ciudad y, luego, cuando descubrí cómo rellenar el tanque.

No importa donde vivas, aprender a ser “adulto” definitivamente es el fuego de un refinador. Aprender a vivir por ti mismo en el extranjero te permite relacionarte con los demás de una manera que no puedes al predicarles el Evangelio.

5. Usaste y escuchaste un lenguaje filtrado

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En la misión, el lenguaje que usas o escuchas, gran parte del tiempo, es filtrado. Las personas te hablan de cierta manera y en ciertas situaciones, por lo que solo usas un conjunto de palabras. No solo me refiero al uso de malas palabras.

Por ejemplo, la primera clase de español que tomé en BYU estuvo completamente llena de misioneros retornados, a excepción de mí. Sin embargo, fue muy interesante notar las diferencias en nuestros vocabularios. Por ejemplo, no tenía idea de cómo orar en español, debía pedirle a algún compañero que me enseñara.

Por otro lado, mis compañeros no sabían palabras relacionadas con temas como el cambio climático o el gobierno. Simplemente, nunca tuvieron la oportunidad de aprender esas palabras. A veces, no aprendes muchas expresiones porque los miembros solo hablan contigo de cierta manera.

¿Por qué importan las diferencias?

misionero retornado

¿Por qué todo esto importa? Creo que ha existido la idea en la cultura Santo de los Últimos Días de que una misión en el extranjero es, de alguna manera, “mejor” porque la vemos como un intercambio cultural.

Si bien no niego que los misioneros aprendan o lleguen a amar el país en el que sirven, el propósito de una misión no es convertirse en un experto en el país en el que sirves, es llevar a las personas a Cristo. Es lo mismo si estás en Florencia, Arizona, o Florencia, Italia.

Creo que también debemos reconocer el valor de vivir en el extranjero. He visto a algunas personas tratar de presentar una misión en el extranjero en su currículum como una experiencia como embajador, pero simplemente no es así. Vivir en el extranjero trae experiencias únicas que, en mi opinión, todos deberían experimentar en algún momento.

Este artículo fue escrito originalmente por Sydnee Gonzalez y fue publicado en thirdhour.org con el título “Living Abroad vs Serving a Foreign Mission”.

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