Cuando seguimos a Jesucristo, aprendemos que llevar las cargas los unos de los otros es una muestra real de discipulado.
Eso es lo que hoy está viviendo la comunidad de Colonia Juárez, en Chihuahua, México, tras una fuerte inundación que dejó más de 100 casas dañadas o completamente destruidas.
Una comunidad golpeada pero firme en la fe

En cuestión de horas, el río Piedras Verdes se desbordó y cubrió calles, casas y recuerdos. Varias familias lo perdieron todo, quedándose solo con la ropa que llevaban puesta. Aun así, entre la pérdida y el dolor, muchos testimonian que la fe ha sido su mayor refugio.
Una hermana que servía en el templo tuvo que regresar a su casa en medio de la jornada para encontrarla llena de agua y lodo. Otra madre soltera que había invertido todos sus ahorros en su vivienda ahora enfrenta el reto de comenzar de nuevo desde cero.
Son historias duras, pero también son ejemplo de que la esperanza puede brillar incluso en los momentos más oscuros.
Manos que se extienden con amor

De inmediato, vecinos, autoridades y voluntarios se organizaron para limpiar el lodo, retirar escombros y dar consuelo. Agricultores ofrecieron maquinaria y trabajadores para ayudar en la reconstrucción.
Los líderes locales iniciaron una campaña de donaciones para que los recursos lleguen de forma directa a las familias más afectadas.
Cada gesto, cada aporte y cada oración muestran que la caridad nunca falla y que en Cristo siempre podemos levantarnos juntos.
Un llamado que nos incluye a todos

Colonia Juárez no es cualquier lugar. Fue fundada por pioneros Santos de los Últimos Días que buscaron un espacio para vivir su fe en libertad, y hasta hoy mantiene un templo, una escuela y familias que sostienen con amor ese legado.
Por eso, para muchos miembros alrededor del mundo, lo que sucede allí se siente cercano. El dolor de unos es la oportunidad de otros para mostrar compasión y hermandad.
Cómo ayudar
Los residentes han pedido apoyo y oraciones. Además, se ha habilitado una campaña oficial de donaciones que busca canalizar ayuda de manera transparente.
Cada aporte cuenta, no importa el tamaño. Y aun si no podemos dar dinero, una oración sincera puede ser un bálsamo de consuelo para quienes hoy enfrentan la reconstrucción de sus vidas.
Fuente: LDS Daily



