La joven Antonella Belén Rocha Muñoz subió al podio con la bandera del Perú en alto y una sonrisa que lo decía todo. Había logrado lo que soñaba desde los seis años: ganar la medalla de oro en el Campeonato Sudamericano de Gimnasia Rítmica 2025, realizado en Cochabamba, Bolivia.
Antes de competir, Antonella oró. Puso todo en las manos de Dios y decidió disfrutar el momento, confiando en que Él se encargaría del resto. “Creo que ese equilibrio entre los nervios y la emoción fue lo que me ayudó a brillar”, contó después.
Y así fue. Antonella brilló en la categoría senior dúo, donde consiguió el primer lugar para su país. Mientras sonaba el himno nacional, sintió orgullo, alivio y, sobre todo, gratitud. “Más que un logro deportivo, siento que esta medalla también es una muestra de cómo Dios obra en silencio, guiando cada paso y dándome la oportunidad de vivir algo tan grande”, compartió.
Fe y disciplina dentro y fuera del gimnasio

Antonella, miembro del barrio Olaya del Estaca Lima Perú Tahuantinsuyo, ha aprendido mucho más que técnicas y rutinas en la gimnasia.
“Creo que Dios me dio este talento y esta pasión no solo para competir, sino para crecer como persona, para aprender valores como la resiliencia, la humildad, la paciencia y la fe en el proceso”, explicó.
Como muchos jóvenes, su camino no ha sido fácil. Entre los estudios universitarios y los entrenamientos, hubo días en los que se sintió cansada, frustrada o con dudas. Pero cada vez que se encontraba en ese punto, elegía confiar.
“Cuando las cosas se ponían difíciles, Él me daba la fuerza para seguir, y cuando llegó esta victoria, sentí que era Su manera de mostrarme que el esfuerzo siempre vale la pena.”

A lo largo de su preparación, Antonella ha descubierto que los principios del Evangelio se aplican también en el deporte.
“Aprendí que los resultados llegan cuando uno trabaja con disciplina, fe y pasión. Me siento más motivada, más segura y con más ganas de seguir creciendo tanto en lo deportivo como en lo académico.”
El apoyo que viene del hogar

Antonella no estuvo sola en este logro. Su familia fue su mayor fuente de fortaleza, especialmente su padre, Augusto Rocha Arotoma, quien la acompañó a la distancia durante los días de competencia. Él recuerda con emoción los años de sacrificio y constancia de su hija.
“Esto fortaleció mi testimonio de que Dios sí nos escucha y nos concede lo que anhelamos, en el tiempo que Él decide y considera necesario”, compartió.
Sus palabras reflejan lo que toda familia Santos de los Últimos Días busca enseñar: que el éxito verdadero no solo se mide en medallas, sino en la fe que cultivamos mientras perseveramos.
El apoyo familiar ha sido una parte esencial del crecimiento de Antonella. Desde pequeña, sus padres la animaron a perseguir sus sueños sin descuidar su relación con Dios.
“Siempre me enseñaron que el Evangelio debía estar en primer lugar, que los talentos son un regalo y que lo más importante es lo que hacemos con ellos”.
Una meta que inspira a seguir adelante

Hoy Antonella continúa entrenando y estudiando, con nuevos sueños en mente. Sabe que cada competencia es una oportunidad para dar lo mejor de sí y para representar con orgullo no solo a su país, sino también los valores que la sostienen.
“Mi meta ahora es seguir creciendo, representar al Perú en más torneos y poder inspirar a otras chicas a confiar en sí mismas y en el Señor”, expresó.
Su historia nos recuerda que la fe puede brillar en cualquier escenario, incluso en una pista de gimnasia, y que cuando aprendemos a poner nuestros talentos al servicio de Dios, cada logro se convierte en una forma de adorarlo.
Antonella Rocha es ejemplo de que el éxito más grande no está en los aplausos, sino en la determinación de seguir adelante con fe, gratitud y propósito.
Fuente: Church News



