Nota del editor: El siguiente artículo es de opinión y hace un llamado a rechazar la violencia en cualquiera de sus formas, incluidas aquellas que se difunden en redes sociales.
En un lamentable episodio que ha causado indignación, el exponente urbano Dilon Baby fue captado en video amenazando a dos misioneros en Santo Domingo, República Dominicana. En el clip, el artista sujeta por el cuello a uno de ellos y, con tono burlón, le dice: “Pon el de 30 o si no te atraco”.
Aunque algunos podrían argumentar que se trata de una broma, no hay justificación para este tipo de comportamiento, mucho menos cuando se trata de una clara intimidación a personas pacíficas que están en el país con un propósito noble.
Los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días dedican dos años de sus vidas al servicio y la predicación del Evangelio, dejando atrás a sus familias y comodidades para compartir un mensaje de esperanza. Independientemente de las creencias personales de cada quien, estos jóvenes merecen respeto y seguridad, como cualquier otra persona.
Este video no solo expone una actitud reprobable por parte del artista, sino que también revela una preocupante normalización de la violencia en el entretenimiento y en la cultura popular. Las bromas que ridiculizan, intimidan o amenazan a otros no son entretenimiento, sino un reflejo de una sociedad que debe replantear sus valores.
La libertad de expresión y el humor no deben convertirse en excusa para humillar o amedrentar a los demás. Si permitimos que actos como este pasen desapercibidos, enviamos un mensaje peligroso de impunidad y falta de empatía.
Es fundamental que figuras públicas como Dilon Baby entiendan la influencia que tienen sobre sus seguidores y utilicen su plataforma para promover respeto y buenos valores, en lugar de violencia disfrazada de «chiste».
Esperamos que este incidente sirva como un llamado de atención y que tanto las autoridades como la sociedad en general condenen estas acciones. La convivencia pacífica solo es posible cuando el respeto mutuo prevalece, y no cuando la intimidación se disfraza de entretenimiento.