En una emotiva ceremonia realizada el sábado 12 de abril, la Universidad de Utah inauguró una estatua en honor al destacado químico Henry Eyring, quien fue decano fundador de la escuela de posgrado de la institución y padre del presidente Henry B. Eyring, segundo consejero de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
La escultura, ubicada en el atrio del Edificio de Química que lleva su nombre, muestra al científico sonriente, sentado en un banco y sosteniendo un modelo molecular.

La pieza representa no solo su pasión por la química, sino también su dedicación a enseñar y elevar a otros. El presidente Eyring expresó durante el evento:
“Cuando miro esta estatua, me pongo a llorar. Esa sonrisa es la que siempre tenía cuando enseñaba química, y cuando intentaba levantar a las personas. Eso es lo que hacía.”
Durante la ceremonia, el presidente Eyring compartió conmovedoras anécdotas sobre su padre, destacando su profundo amor por Dios, su vocación científica y su deseo sincero de ayudar a los demás.
“Él se veía como una persona cuyo propósito principal era ayudar a las personas, porque eso es lo que Dios querría que hiciera”, señaló.

También estuvo presente el élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, quien estudió química en la misma universidad. Para él, escuchar las palabras del presidente Eyring fue lo más destacado del evento. En una publicación en sus redes sociales compartió:
“Habló con sabiduría y cariño de su padre. En la ceremonia de develación, de carácter secular, realizada el sábado, el presidente Eyring siguió el ejemplo de su padre. Fue imposible separar su testimonio del Señor y Su obra de las conmovedoras y elogiosas memorias de su querido y fallecido padre. Fue un día lleno de gozo para todos los que asistieron”.
Henry Eyring dejó una huella imborrable en la ciencia. Desarrolló la teoría de la velocidad absoluta (la ecuación de Eyring), escribió más de 600 artículos científicos y fue galardonado con la Medalla Nacional de Ciencia y el Premio Wolf de Química. Fue nominado al Premio Nobel en múltiples ocasiones.

Su legado, sin embargo, no solo vive en la academia. También perdura en su fe inquebrantable y su ejemplo como hombre de principios. Como señaló en vida:
“No hay conflicto entre la ciencia y la religión en la mente de Dios, pero a menudo hay conflicto en las mentes de los hombres”.
La estatua no solo honra la brillante trayectoria de Henry Eyring, sino que inspira a futuras generaciones a buscar la verdad con humildad, fe y servicio.
Fuente: newsroom.churchofjesuschrist.org
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