En ocasiones nos preguntamos hasta dónde llega la influencia de Satanás en nuestra vida diaria. La respuesta es clara: todo poder viene de Dios, y aun el adversario actúa solo dentro de los límites que el Señor le permite.
El arma principal de Satanás no es la fuerza física, sino su capacidad de tentar, engañar y persuadir. Él conoce cómo funciona el plan de Dios y sabe cómo reaccionamos los seres humanos. Su estrategia consiste en irnos apartando poco a poco del bien, disfrazando el mal como algo atractivo.
Las escrituras nos advierten que incluso puede imitar milagros, como los magos de Egipto frente a Moisés (Éxodo 7). El hecho de ver señales no siempre significa que algo provenga de Dios. Por eso, el discernimiento espiritual es vital.
Límites muy claros

Lucifer fue expulsado del cielo por rebelarse contra el plan de Dios (Moisés 4:1-4; Apocalipsis 12:7-9). Desde entonces, su misión es tentar y oponerse a la obra divina, pero no puede forzar nuestra voluntad. Su influencia se limita siempre a lo que el Señor permite.
Brigham Young enseñó:
“Todo el poder que él tiene sobre nosotros es el que nosotros le damos”.
En otras palabras, Satanás no puede dominar nuestra vida a menos que abramos la puerta con nuestras decisiones.
Oposición necesaria

El Libro de Mormón nos recuerda que:
“…es preciso que haya una oposición en todas las cosas” – 2 Nefi 2:11.
Sin tentación, no habría manera de ejercer el albedrío ni de crecer espiritualmente. El plan de salvación requiere que enfrentemos pruebas y aprendamos a elegir el bien por convicción.
Elder Richard G. Scott lo expresó así:
“Ni Satanás ni ningún otro poder pueden debilitar o destruir tu carácter en desarrollo. Solo tú podrías hacerlo mediante la desobediencia”.
¿Cómo actúa Satanás hoy?

El adversario usa muchas tácticas, pero todas buscan el mismo objetivo: alejarnos de Cristo. Algunas de las más comunes son:
- Tentación: ofrecernos placer inmediato a cambio de romper los mandamientos.
- Engaño: disfrazar el pecado como algo “inofensivo” o incluso “bueno”.
- Imitación de lo divino: señales o filosofías que suenan convincentes, pero carecen de verdad eterna.
- Ataduras modernas: adicciones, pensamientos negativos o justificaciones constantes que nos hacen perder claridad espiritual.
Aun en ocasiones excepcionales, como posesiones o ataques directos, las escrituras nos muestran que invocar el nombre de Jesucristo trae liberación.

El mejor testimonio siempre será obedecer los mandamientos, guardar convenios y mantenernos cerca de Cristo. Su luz disipa toda oscuridad. La victoria final ya está asegurada, porque el Salvador venció al mundo.
Al final, la pregunta no es cuán fuerte es Satanás, sino a quién elegimos seguir cada día. El adversario destruye, pero nunca edifica. El Señor, en cambio, edifica, sana y nos prepara para una vida eterna de gozo.
Fuente: Ask Gramps



