Mi esposo y yo acabamos de ver la película “Coco”… otra vez. La hemos visto tres veces durante las dos últimas semanas. Él y yo nos sentamos y lloramos en silencio mientras pasaban los créditos.
Creo que Coco me conmueve tanto porque le brinda a mi corazón una verdad sin precedentes y aquí te las comparto.
1. La historia de nuestros familiares fallecidos se ve diferente desde su perspectiva
La única parte de nuestros familiares que realmente guardamos son las historias que contamos sobre ellos.
Una vez que se han ido, pierden el control de la manera en que se cuenta su historia. Contamos anécdotas desde nuestra perspectiva y, a veces, modificamos sus personalidades de acuerdo al modo en que los recordamos.
Coco juega brillantemente con la idea de comprender mal las historias de nuestros familiares.
Ernesto de la Cruz es un músico y el tatarabuelo de Miguel. Miguel lo tenía en un pedestal porque aprendió a conocerle por medio de películas y canciones.
¡Estoy orgulloso de que seamos familia!
En la película descubrimos que Héctor Rivera resulta ser el verdadero tatarabuelo de Miguel. Pero la historia que contaba Miguel sobre su tatarabuelo era que él había abandonado a su familia para convertirse en músico.
Miguel llegó a conocer la verdadera historia en la Tierra de los Muertos. Resulta ser que Ernesto era el asesino del verdadero autor de las conocidas canciones, Héctor Rivera.
Una vez que Miguel se entera de la verdad sobre su abuelo, lo acepta con brazos abiertos.
Las personas pueden cambiar, incluso después de morir
Mamá Imelda es el mejor ejemplo de tener una nueva perspectiva en el Mundo de los Muertos. Prohibió la música en su familia desde que su esposo la dejó, sin embargo, Miguel creció creyendo que la música no tenía límites ni excepciones.
Más tarde, Miguel descubre que su mamá Imelda realmente amaba hacer música con su esposo antes de que la dejara e incluso, cantaba con Miguel.
Posteriormente, después de un giro radical de eventos, mamá Imelda termina cantando en frente de miles de personas.
Mamá Imelda cambió.
Coco trata sobre las familias que se unen por la eternidad, ¿suena familiar?
En la escena final, un año después del “Día de los muertos”, Miguel canta estas palabras:
“Nuestro amor por los demás vivirá por siempre,
en cada latido de mi orgulloso corazón”
El amor de Cristo se manifiesta por medio de las ordenanzas del templo que nos unen a nuestras familias por la eternidad.
Nuestras familias son mucho más grandes de lo que creemos. Desde que me casé siento como si perteneciera a una familia de dos pero Coco me recuerda que no es verdad. Tenemos tantas personas que vinieron antes y vendrán después de nosotros. Nos aman y apoyan.
Incluso las familias fallecidas pueden ser felices después de la muerte
Al final, mamá Imelda y Héctor se reconcilian y vuelven a estar juntos. Creo que a veces nos limitamos a pensar que nuestras relaciones con nuestros familiares fallecidos han cesado. Quizá, cuando muramos y obtengamos una nueva perspectiva, de que estaremos unidos incluso con nuestras familias fallecidas.
El presidente Eyring explicó nuestra bendición y responsabilidad de ayudar a unir a los miembros de nuestra familia fallecida:
“Muchos de sus ancestros no recibieron las ordenanzas del templo. Sin embargo, con la providencia de Dios, ustedes lo hicieron. Además, Dios sabía que se acercarían a sus antepasados con amor y que tendrían la tecnología necesaria para identificarlos.
También, Él sabía que vivirían en un tiempo en que el acceso a los templos sagrados, las ordenanzas sagradas que se pueden realizar, sería más grande que nunca antes en la historia. Y, Él sabía que podría confiar en ustedes para cumplir esta obra en nombre de sus antepasados”.
Cuando Miguel cantaba en la escena final, podemos ver a los familiares vivos y muertos en el “día de los muertos”. La mamá fallecida de Coco puso su brazo alrededor de su hija viva. Héctor e Imelda bailan. Toda la familia se une, baila y canta.
Me encantan estas imágenes. Se me pone la piel chinita al pensar que porque podemos encajar en cualquiera de esos roles.
Cada uno de nosotros es patriarca o matriarca de una familia como Imelda o Héctor. Incluso, si aún no tenemos hijos. Todos somos nietos como Miguel y todos tenemos diferentes lugares en nuestra familia y somos necesarios en el lugar que ocupamos.
No estamos solos.
Podemos ayudar a nuestros antepasados así como ellos nos ayudan y guían aprendiendo sus historias, encontrando sus nombres y llevándolos al templo.
Fuente: Thirdhour.org