El relato de la Natividad que se encuentra en Lucas 2 es uno de los pasajes de las Escrituras más preciados de todos los tiempos. Recitado y recreado cada mes de diciembre, narra el milagroso nacimiento de Jesucristo, aquellos que lo presenciaron y lo adoraron.
La historia de la Natividad, sin embargo, es más que una simple representación de niños vestidos con túnicas hechas con toallas en Nochebuena. Cuando miramos más de cerca, podemos ver principios eternos e importantes ejemplificados por María y José, los pastores y los Reyes Magos.
Estas tres lecciones esenciales de la historia de la Natividad pueden añadir significado a nuestra Navidad y a nuestro caminar diario como discípulos de Jesucristo.
1. Dios está con nosotros en situaciones abrumadoras
Cuando Cristo nació, las circunstancias no eran ideales. Su familia estaba lejos de casa y en el más humilde de los ambientes.
El Salvador del mundo fue acostado en un pesebre, sin una cuna como cama. Ciertamente, María y José no esperaban así el nacimiento del precioso Hijo de Dios.
¿Alguna vez has sentido que las circunstancias de tu vida eran menos que ideales? ¿Que las cosas no solo son diferentes de lo que esperabas, sino que parece que todo va terriblemente mal?
De aquel hermoso y divino relato podemos aprender que, sin importar nuestras circunstancias, si nos centramos en el Salvador podemos encontrar paz y calma.
La hermana Bonnie H. Cordon, anterior presidenta general de las Mujeres Jóvenes, enseñó:
“Al igual que María y José, podemos confiar en Él incluso en medio de circunstancias a veces abrumadoras.
La guía y aun los milagros que llegan a nuestra vida probablemente no se produzcan en el bullicio ni en los escenarios ni los estadios, sino en los lugares tranquilos donde vivimos y trabajamos, donde acudimos en busca de ayuda.
Dondequiera que surjan nuestras humildes necesidades, podemos recibir respuesta a nuestras oraciones susurradas y la recibiremos”.
Al igual que Dios apoyó a María y José en su angustioso viaje de la Natividad, Él nos apoyará, nos consolará y, en última instancia, obrará milagros en nuestra vida. Confiará en nosotros aunque nos sintamos indignos de Él.
2. La revelación de Dios puede llegar en días ordinarios
Los pastores estaban haciendo lo que mejor sabían hacer: pastorear. No sabían que estaban precisamente donde tenían que estar para recibir una visita milagrosa.
Cuando llegaron las huestes celestiales, estos pastores estaban preparados para acudir al llamado, convirtiéndose en los primeros testigos de los extraordinarios acontecimientos del nacimiento de Cristo.
Como en el caso de los pastores, los mensajes y el poder de Dios pueden llegar inesperadamente mientras hacemos lo que nos parece normal o incluso mundano.
¿Están nuestras vidas en armonía con los principios del Evangelio de Jesucristo, asegurándonos de que estamos preparados para recibir la guía divina cuando se presente?
A medida que nos esforzamos por amar a Dios y guardar nuestros convenios, podemos encontrar consuelo y valor al saber que el Espíritu Santo estará con nosotros; podemos confiar en que el Señor nos guiará y nos revelará cosas importantes según las necesitemos.
Podemos sentir que nuestras tareas diarias se vuelven ordinarias o poco inspiradas, pero nunca sabremos cuándo estos pequeños actos nos llevarán a una revelación extraordinaria.
3. Busca la luz en tu camino hacia Cristo
Los Reyes Magos viajaron por largos caminos, esperando que una promesa se cumpla. Siguieron una sola estrella, creyendo que los conducirían a algo mucho más grande. Nosotros también podemos encontrar, en el largo camino del discipulado, algo que nos guíe.
La dedicación y la confianza de los Reyes Magos pueden inspirarnos para seguir adelante. No sabemos exactamente cuánto tardaron en encontrar al Niño Jesús, pero no debió haber sido un viaje rápido ni fácil.
Del mismo modo, el sendero de los convenios no es fácil ni rápido. Es un camino lleno de sacrificios y se extenderá por la eternidad. Cuando el camino se hace difícil o el viaje parece infructuoso, busquemos la luz, aunque solo sea un puntito en la oscuridad.
Podemos hacerlo armándonos de valor, cumpliendo nuestras promesas con Dios, haciendo las preguntas que nos planteemos y dando unos cuantos pasos más en nuestro viaje hasta que aparezca nuestra propia estrella.
El presidente Thomas S. Monson enseñó:
“En esta época de Navidad que nos envuelve con toda su gloria, busquemos, como lo hicieron los Reyes Magos, una estrella brillante y especial que nos guíe en nuestra celebración del nacimiento del Salvador. Hagamos todos el viaje a Belén en espíritu y llevemos con nosotros un corazón sensible y bondadoso como nuestro presente para el Salvador”.
Y tú, ¿qué principios has aprendido de la historia de la Navidad?
Fuente: LDS Daily