Cuando pensamos en Jesús, muchas veces la primera imagen que viene a la mente es la de un hombre de piel clara y cabello rubio, como lo pintaron artistas europeos del Renacimiento. 

Pero la verdad es que Cristo ha inspirado miradas muy distintas a lo largo de los siglos. Hoy, gracias a la colección Expressions of Jesus: Cultural Representations of the Savior of the World, podemos descubrir un mosaico de interpretaciones que rompen con los moldes tradicionales y muestran cómo cada cultura se conecta con Él a su manera.

Europa: la herencia clásica

En Dinamarca, nombres como Carl Bloch y Frans Schwartz siguen siendo referentes. Sus pinturas, llenas de dramatismo y luz, marcaron durante años cómo se imaginaba a Jesús en occidente. 

Al otro lado, en lugares como Grecia, Siria, Ucrania y Rusia, los íconos bizantinos y ortodoxos ofrecían una visión más solemne y mística: rostros alargados, miradas profundas, dorados que parecían iluminar lo divino. Son estilos que nos recuerdan que el arte cristiano en Europa no fue uno solo, sino un caleidoscopio de tradiciones.

África: color y espiritualidad vibrante

Laura James, 2002, Sermón del Monte. Imagen: Deseret Book

La colección también abre espacio a la fuerza visual de Etiopía y Ghana. Allí, Jesús se plasma con colores vivos, líneas audaces y símbolos cargados de fe. 

La artista Laura James, con raíces en Antigua, bebe de esa tradición etíope para darle un giro caribeño a sus obras. Sus lienzos parecen decir: 

“No importa tu color de piel, todos fuimos creados a imagen de Dios”. 

Y ese mensaje conecta con comunidades que por mucho tiempo no se vieron reflejadas en los cuadros de Cristo.

América Latina: un Cristo cercano al pueblo

La artista mexicana Lourdes Villagómez incorpora colores vibrantes y motivos mexicanos en su pintura El Dios de Maíz que aparece en el libro “Expresiones de Jesús”. Imagen: Deseret Book

En países como México, Perú y Argentina, los artistas han sabido tomar lo cotidiano y convertirlo en sagrado. La mexicana Lourdes Villagómez, por ejemplo, coloca maíz, flores y altares en sus retratos de Jesús, dándole un aire profundamente mexicano. 

El Salvador aparece como alguien que camina entre las plazas, que comparte la mesa y que celebra con la comunidad. Es un Cristo mestizo, humano y cálido, que se reconoce en las raíces de su gente.

Asia: pinceladas de tradición

Julie Yuen Yim, artista nacida y criada en Hong Kong, recurrió a la pintura tradicional china para representar escenas de la vida de Jesús. Su obra «Suffer Little Children III» aparece en el libro «Expressions of Jesus» (Expresiones de Jesús). Imagen: Deseret Book

Desde Hong Kong, la artista Julie Yuen Yim nos recuerda que Jesús no pertenece a un solo rincón del mundo. Ella lo pinta como un hombre chino, utilizando técnicas clásicas de tinta y papel. Lo rodea con pinos, símbolo de longevidad,  y bueyes que representan la humildad. En sus manos, los Evangelios se vuelven un puente entre Oriente y Occidente. Ver a Cristo con rasgos asiáticos es un recordatorio poderoso de que su mensaje no tiene fronteras.

Más allá de fronteras: un Cristo global

El libro también menciona representaciones de maoríes en Nueva Zelanda, tonganos en el Pacífico, suecos en Escandinavia, navajos en Norteamérica, cameruneses y sudafricanos en África

No se trata de copiar cómo lucía históricamente, sino de mostrar cómo cada pueblo lo imagina desde su propio corazón.

Un ejemplo conmovedor es el de Tyrone Whitehorse, artista navajo, quien asegura que “todos deberían tener la oportunidad de verse en la divinidad”. Su frase resume el espíritu de esta colección: cada cultura, cada color, cada símbolo puede reflejar al Salvador.

Un Cristo para todos

Imagen: JESUS: a Deaf Missions film

La curadora Rose Datoc Dall lo dice con claridad: “Cristo es para todos”. Esa es la esencia de Expressions of Jesus. No busca imponer una sola imagen, sino celebrar la diversidad de miradas que, juntas, forman un retrato mucho más real y universal del Salvador.

En un mundo donde a veces se levantan muros entre culturas, este proyecto nos recuerda que el arte puede ser puente. Que ver a Jesús con diferentes rostros no lo fragmenta, sino que lo multiplica.

 Y que, al final, sin importar si lo ves con túnica blanca, rodeado de maíz, en un ícono bizantino o pintado en colores caribeños, lo importante es que todos podemos reconocernos en Él.

Fuente: Deseret News

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