Cómo una bebé de 2 años salvó a su padre Santo de los Últimos Días

Travis Wood vive una vida aparentemente tranquila en Cedar City, Utah. Es profesor de ciencias en secundaria, esposo de Stephanie y padre de tres hijos. Pero detrás de esa imagen familiar y serena, hay una historia de dolor, fe y milagros que ha forjado en ellos una relación íntima con el Salvador.

Desde su nacimiento, Travis enfrentó desafíos extremos. Hijo de padres adictos a las drogas, creció entre la pobreza y la inestabilidad, cuidando a sus hermanos mientras vivían en un auto y cruzaban la frontera entre México y Estados Unidos.

Eventualmente, fue separado de ellos y enviado con familiares en Cedar City. Fue allí donde amigos de la escuela lo invitaron a conocer el evangelio. Leían con él el Libro de Mormón en la biblioteca durante los almuerzos, y poco después de graduarse, Travis se bautizó.

Créditos Familia Wood

Su vida dio un giro: asistió a la universidad, se unió a la Guardia Nacional del Ejército y se selló con Stephanie en el Templo de San Diego, California. Poco después nació su primera hija, Maddy. Pero cuando ella cumplió un año, Travis fue desplegado a Afganistán. Lo que siguió marcaría su vida para siempre.

En 2006, el vehículo en el que viajaba fue impactado por tres minas antitanque. Las heridas fueron devastadoras: fracturas en la columna y la pelvis, costillas rotas, un pulmón perforado, pérdida de parte de su intestino y la amputación de su pierna derecha.

Estuvo en coma, y su recuperación incluyó 84 cirugías durante dos años y medio de hospitalización. Tenía solo 23 años, y Stephanie, 22.

Créditos: Familia Wood

En medio de la desesperación y el dolor físico, Travis pensaba en rendirse. Pero todo cambió con una visita inesperada: su hija Maddy, vestida de princesa, le ofreció una muñeca Polly Pocket.

Ese gesto inocente lo conmovió profundamente: 

“Me di cuenta de que no importaba lo que me faltaba, sino lo que era: un hijo de Dios, un esposo y un padre. Y aún tenía un propósito divino que cumplir.”

La familia, que enfrentaba una recuperación prolongada, también luchó con el dolor emocional. Después de su regreso a casa, Travis y Stephanie encontraron que la fe en el Salvador se mantenía firme, pero la sensación de desconexión espiritual era constante. Además recuerda: 

“Nos sentimos vacíos. Sabíamos que el evangelio era verdadero, pero nos costaba sentir la presencia del Espíritu”.

A pesar de la adversidad, mantuvieron su compromiso con las prácticas diarias del evangelio. La perseverancia fue clave: continuaron con el estudio de las Escrituras, las oraciones y la asistencia al templo.

Créditos: Deirdre Barton, the Photo Collective

La vida de la familia cambió gradualmente. Stephanie sufrió un aborto espontáneo y atravesó problemas de infertilidad, pero finalmente tuvieron dos hijos más, a quienes consideran milagros. A pesar de las dificultades, Stephanie encontró fuerza en actividades como el CrossFit, recuperando su sentido de identidad y bienestar físico.

Créditos: Deirdre Barton, the Photo Collective

Hoy, Travis enseña ciencias con pasión, habiendo completado dos licenciaturas en biología y química, a pesar de las secuelas de su lesión cerebral. Ambos, junto a sus hijos, viven con un renovado sentido de propósito.

“Sé que la Expiación es real y que este evangelio es verdadero. No se trata de ser víctima, sino de levantarse como victorioso. Y solo se puede lograr a través del Salvador Jesucristo.”

La historia de Travis y Stephanie es un testimonio de esperanza, fortaleza y fe en los momentos más oscuros. A través de sus pruebas, han aprendido que el gozo verdadero y profundo solo se alcanza al confiar en el Salvador y seguir adelante con fe, sin importar los obstáculos.

Fuente: LDS Living

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