Cuando hacemos las cosas con amor, podemos cambiar corazones y vidas

El amor es la fuerza más poderosa del mundo. Es la fuerza que nos une entre nosotros y nos une a nuestro Padre Celestial.

Si bien, con frecuencia, cuando pensamos en el amor se nos viene a la mente el día de San Valentín y rosas, el amor es un sentimiento más profundo que se manifiesta en todo lo que hacemos.

Cuando lo que hacemos es con amor, podemos cambiar corazones y vidas.

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Por ello, el Salvador enseñó dos grandes mandamientos, amar a Dios con todo nuestro corazón y amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos. El presidente Monson dijo:

“No podemos amar verdaderamente a Dios si no amamos a nuestros compañeros de viaje en este trayecto mortal.

Del mismo modo, no podemos amar completamente a nuestro prójimo si no amamos a Dios, el Padre de todos nosotros… El amor es la esencia misma del Evangelio, y Jesucristo es nuestro Ejemplo”. (Mateo 22: 36 -40)

El Salvador nos dio el ejemplo en todas las cosas, incluso en las expresiones de amor.

Todo lo que hizo, incluso Su sacrificio expiatorio, lo hizo por amor a nosotros y al Padre Celestial.

Por ese motivo, el amor es la esencia del Evangelio. ¡Permíteme explicártelo!

1. El amor nos conduce a la confianza

Con cuatro hijos, he escuchado la pregunta “¿por qué tengo que hacer eso?” más veces de las que puedo contar.

En ocasiones, puedo explicarles las cosas a su satisfacción, pero no siempre. Sin embargo, cuando entienden que lo que les estoy pidiendo que hagan, o que no hagan, es por amor a ellos, son receptivos a mi consejo.

Lo mismo ocurre con nuestro Padre Celestial. Cuando entendemos quiénes somos y Su plan para nosotros, nos mostramos más receptivos a Él y Sus enseñanzas.

El élder L. Tom Perry enseñó:

“La vida terrenal tiene dos propósitos. El primero es que podemos tener experiencias que no obtendríamos de ninguna otra manera. El segundo es obtener tabernáculos de carne y hueso.

Ambos propósitos son vitales para la existencia del hombre.

Somos probados para ver si haremos todas las cosas que el Señor nos mandó hacer.

Estos mandamientos son los principios y las ordenanzas del Evangelio, que constituyen el Evangelio de Jesucristo.

Todo principio y ordenanza está relacionado con el propósito de nuestra prueba, que no es otro que prepararnos para regresar a nuestro Padre Celestial y llegar a ser más como Él”.

El plan del Padre Celestial para nosotros es una manifestación de Su amor. Cuando comprendemos quiénes somos y Su amor por nosotros, confiamos en que nuestro amoroso Padre Celestial sabe lo que necesitamos.

2. El amor es obediencia

Confiar en nuestro Padre Celestial y en Su plan para nosotros nos lleva a obedecer Sus leyes. El Salvador enseñó:

“Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

Él enseñó no solo de palabra, sino también a través de Su ejemplo. Después de ser bautizado, Jesucristo ayunó y oró en el desierto durante 40 días en preparación para Su ministerio terrenal.

Al final del ayuno, Satanás vino a tentar al Salvador. Sin embargo, el Salvador resistió y permaneció fiel a los mandamientos.

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Jesucristo permaneció fiel durante toda Su vida, incluso en el Jardín de Getsemaní y en el Gólgota. El élder Robert E. Hales explicó:

“Él podría haber llamado a legiones de ángeles para que lo bajaran de la cruz, pero tomó Su propia decisión de perseverar obedientemente hasta el fin y completar Su sacrificio expiatorio, aunque ello implicara un gran sufrimiento y aun la muerte”.

Mediante Su obediencia, el Salvador venció al mundo e hizo posible que regresáramos a la presencia de nuestro Padre Celestial si nos arrepentimos y guardamos los mandamientos.

3. El amor enseña rectitud

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Una de mis mayores responsabilidades como madre es enseñar a mis hijos a caminar por las sendas de la rectitud. Mi esposo y yo tomamos esta responsabilidad muy en serio.

Les enseñamos los principios del Evangelio a nuestros hijos, no para controlarlos, sino porque sabemos que este es el camino que conduce a la felicidad.

Nuestro trabajo es enseñarles principios correctos para que puedan gobernarse a sí mismos, como dijo una vez el profeta José Smith.

Enseñamos a nuestros hijos mediante el estudio diario de las Escrituras en familia y la oración, asistiendo con regularidad a todas nuestras reuniones de la Iglesia y asistiendo al templo con la mayor frecuencia posible.

Hacemos esto no solo por deber para con nuestros hijos, sino también por amor a ellos.

4. El amor es servicio

manos servicio

El élder M. Russell Ballard enseñó:

“El amor que describe el Salvador es un amor activo; no se manifiesta por medio de acciones grandiosas y heroicas, sino por medio de actos sencillos de bondad y de servicio”.

Nuestro servicio a los demás no tiene por qué ser grande ni costoso. A veces, es solo tomarse un tiempo para acercarse a los demás, o ayudar a un niño con la tarea. Incluso, jugar en familia. Como enseñan las Escrituras:

“Cuando estáis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios”. (Mosíah 2:17)

5. El amor es perdón

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El amor no es verdadero ni sincero si viene con condiciones. Por lo tanto, para amar verdaderamente a los demás, debemos perdonarlos. El Salvador enseñó esta ley superior:

“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. (Mateo 5: 43 – 44)

Vivimos en un mundo imperfecto con personas imperfectas. Cada uno de nosotros cometeremos errores. A veces, una y otra vez.

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El Evangelio nos enseña que podemos arrepentirnos y ser purificados mediante la expiación de Jesucristo.

Podemos, y debemos, esforzarnos por ser mejores cada día. Sin embargo, también debemos dar a otros la oportunidad de hacer lo mismo. Como enseñó el élder Dieter F. Uchtdorf:

“El amor puro de Cristo elimina las escamas del resentimiento y la ira de nuestros ojos, dejándonos ver a los demás en la forma en que nuestro Padre Celestial nos ve: como seres mortales imperfectos y con fallas, que tienen potencial y valía más allá de lo que nos es posible imaginar.

En virtud de que Dios nos ama tanto, nosotros también debemos amarnos y perdonarnos los unos a los otros”.

La esencia del Evangelio

El único camino verdadero hacia la felicidad se encuentra cuando amamos a Dios y a nuestro prójimo.

El amor verdadero, del que habló el Salvador, puede cambiar el comportamiento y conduce a la felicidad verdadera. Por eso, es la esencia de Su evangelio. Como dijo el presidente Monson:

“Ruego que empecemos hoy, este mismo día, a expresar amor a todos los hijos de Dios, ya sean nuestros familiares, nuestros amigos, personas que sean sólo conocidas o totalmente extrañas.

Al levantarnos cada mañana, estemos resueltos a responder con amor y bondad a cualquier cosa que nos pueda salir al paso”.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Lisa Montague y fue publicado en thirdhour.org con el título “5 Ways Love is the Essence of the Gospel”.

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