En 2018, sufrí una pérdida devastadora cuando un miembro de mi familia falleció de manera repentina y trágica. El dolor mental, emocional y espiritual fue paralizante, y me encontré atrapado en la etapa de ira del duelo.
Para mí, parecía que todo se planeó específicamente para causarme el mayor dolor posible. Me costaba conectarme con Dios, quien fue el blanco de mi enojo.
Esta ruptura en mi relación con Él llegó a su punto máximo cuando me di cuenta de que recibiría algo de dinero por herencia. Ya tenía sentimientos complicados sobre este dinero, y la idea de pagar el diezmo sobre él me angustiaba.
No estaba seguro de qué hacer. Busqué en el manual de la Iglesia, en foros en línea y más, tratando de entender lo que se requería de mí.
Finalmente, llevé el asunto al Señor en oración y sentí con fuerza que sí, debía pagar el diezmo sobre ese dinero.
No reaccioné bien a eso.
Me dolía mucho el corazón. En esa oración, le grité a Dios:
“Le quitaste la vida a la persona que amo y ahora quieres que te pague por haberlo hecho”.
Me arrepentí de eso y traté de humillarme. Cuando recibí el dinero, pagué mi diezmo. Para mí, en ese momento, fue un gran acto de fe en un Dios con el que estaba luchando por confiar.
Este verano pasado, enfrenté una gran cantidad de ansiedad financiera debido a un cambio importante en mi vida y al estado actual de la economía. Mientras buscaba paz, experimenté múltiples impresiones de consuelo y cuidado.
Siempre cumplí con la ley de diezmo y sacrificar tanto como podía, sería protegido. Esas impresiones se han cumplido.
En la gran instrucción del Señor al profeta Malaquías sobre el diezmo, Él dice: “Probadme ahora en esto…si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.
Si bien no todas las bendiciones que recibimos por vivir la ley del diezmo son financieras, me he sentido cuidado en cada ocasión. Las ventanas de los cielos se han abierto de maneras inesperadas para hacerme saber que siempre estoy bajo el cuidado del Señor.
Sé que los sentimientos de paz y seguridad que tengo provienen de mi obediencia a los mandamientos de Dios. Sé lo difícil que es, en muchas circunstancias, pagar el diezmo.
Conozco el sacrificio emocional que implica. También sé que el Señor desea bendecirnos abundantemente mientras buscamos regresar a Él, tal como lo hizo Malaquías al exhortar a los israelitas a volver.
Fuente: LDS Daily