En el mundo del skate existen nombres que se quedan grabados en la historia y uno de ellos es Sean Sheffey. Desde joven su estilo audaz y creativo lo llevó a ser reconocido como un pionero, alguien que marcó una época y que parecía no tener límites sobre el skateboard.
Lo que pocos saben es que detrás de esa energía también había búsquedas, caídas y momentos que lo llevaron a encontrar en la fe un impulso mucho más fuerte que cualquier truco.
La amistad que abrió una puerta inesperada

Todo comenzó con un encuentro curioso. Un ejecutivo apareció un día frente a un grupo de skaters y sorprendió a todos al hacer un handstand.
Sean nunca imaginó que de ese momento nacería una amistad que años más tarde lo acercaría a conversaciones sobre Dios.
Para él, esos encuentros que parecen casualidad tienen hoy un valor especial porque reconoce que cada persona llegó en el momento preciso.
El peso de una carrera brillante y un pasado difícil
Sheffey tenía apenas 17 años cuando empezó a revolucionar la escena con trucos que nadie se atrevía a intentar. Su aparición en A Soldier’s Story lo llevó a inventar trucos que parecían imposibles para la época.
En palabras de otros skaters, era “oro puro”, un estilo atemporal que definió toda una generación. Su carrera siempre estuvo marcada por romper moldes, aunque por dentro también enfrentaba batallas personales.
Su vida se vio envuelta en excesos que lo llevaron a enfrentarse con adicciones y a pasar tiempo en prisión. Aun así, incluso en medio de esas circunstancias, descubrió que la fe seguía apareciendo. En los círculos de oración dentro de la cárcel encontró una chispa de esperanza que nunca lo abandonó.
Cuando el evangelio se encontró con el skate

En 2023, mientras estaba en un skatepark de Encinitas, dos jóvenes misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se le acercaron y le preguntaron si podían orar con él. Esa pequeña acción encendió algo que había estado apagado en su interior.
Empezaron a reunirse allí mismo, en medio de rampas y trucos, y poco a poco las charlas se convirtieron en lecciones sobre la vida, la Biblia y la oportunidad de empezar de nuevo. Sean se dio cuenta de que su historia podía tener un rumbo diferente.
El día que decidió asistir por primera vez a una reunión de la iglesia se reencontró con un viejo amigo que no veía hacía cinco años.
Para Sean, fue imposible no leer en eso una señal. Desde entonces, las “casualidades” que lo han acompañado se han vuelto parte esencial de cómo entiende su camino de fe. Para él, Dios estuvo detrás de cada reencuentro.
Un paso de fe más grande que cualquier truco

Después de meses de preparación y de enfrentar sus dudas, Sean decidió bautizarse en enero de 2024. Ese día lo acompañaron amigos, familiares y compañeros de la escena del skate.
Lo recuerda como una experiencia de limpieza y de fuerza, un salto de fe que le dio una paz que nunca había sentido. Lo más hermoso fue ver que su decisión inspiró a otros, desde su sobrino hasta colegas que crecieron viéndolo como referente.
Una nueva etapa con el mismo impulso

En 2025 fue nombrado miembro del Salón de la Fama del Skateboarding y para él fue imposible no relacionar ese logro con el cambio que había hecho en su vida.
Hoy asiste a la iglesia cada semana, participa activamente y asegura que lo más valioso que tiene no es el reconocimiento público sino la certeza de que Dios lo acompaña.
En sus propias palabras, lo que recibió fue “esa esperanza extra para avanzar día a día”.
Fuente: Deseret News



