El milagro del perdón es tal vez el don que más anhelamos los seres humanos y, al mismo tiempo, el don que más nos cuesta otorgar a aquellos que nos han lastimado.
La Navidad, como el presidente Oaks enseñó cautivadoramente, “también es un tiempo para perdonar, un tiempo para sanar viejas heridas y reparar las relaciones que se han dañado”.
En estos últimos días del año, podemos humillarnos como el Señor lo hizo, podemos, como enseñó el presidente Oaks, utilizar esta época de la Navidad para “eliminar la arrogancia y la provocación, para dejar atrás las críticas, para practicar la paciencia y restar importancia a las diferencias entre las personas”.
Jesucristo dio Su vida en la cruz para que alcancemos el perdón de nuestros pecados. Él extendió Su mano de misericordia por cada uno de nosotros.
¿Estamos extendiendo nuestras manos, mensajes, llamadas o visitas de misericordia para todos aquellos que en algún momento nos ofendieron?
Es lamentable darnos cuenta de que es demasiado tarde para perdonar, demostrar amor, decirlo que uno siente o saber que tuvimos la oportunidad de cambiar las cosas. El orgullo nos hace decidir dejar las cosas como estaban.
El élder Gerrit W. Gong, del Cuórum de los Doce Apóstoles, compartió recientemente:
“Esta Navidad quizás podamos recibir y ofrecer los preciosos dones de Jesucristo: el arrepentimiento, un cambio en el corazón y perdón hacia los demás y hacia nosotros mismos”.
No nos quedemos con esos sentimientos de “qué hubiera pasado si” o “si solo”.
Las personas se mudan, los hijos crecen, las personas que amamos fallecen, y es tan fácil dar las cosas por sentado, hasta el día en que ellos se van de nuestras vidas, dijo el presidente Thomas S. Monson.
Tenemos el privilegio de que el evangelio de Jesucristo nos enseña el valioso significado del perdón, cuando nuestro Salvador rogó por quienes lo crucificaron (Lucas 23:24), o cuando nos enseñó a perdonar 70 veces 7 (Mateo 18:21).
Es Navidad y nuestro Salvador ha nacido, nuestro Príncipe de Paz ha llegado. Sigamos Sus consejos, pues Admirable Él es (Isaías 9:6), y perdonemos con el corazón.