No eres esclavo de tu pasado, ¡Puedes comenzar de nuevo!

El hecho de que hayas pecado de ninguna manera significa que debas permanecer en el pasado y tener siempre esos recuerdos. Que hayas pecado, no significa que debas permanecer en el error.

Las Escrituras están repletas de verdades al respecto: El pasado no debe impedirte ser mejor hoy, ¡todos podemos cambiar!

Cuando nos arrepentimos, el Señor nos dice:

“Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).

Por otro lado, en Doctrina y Convenios 58:42 leemos:

“He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más”.

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Nuestros errores y pasado deben servir como aprendizaje, pero nunca como una excusa para seguir haciendo lo mismo.

En un discurso de abril de 2009, el Presidente M. Russell Ballard enseñó que podemos aprender lecciones del pasado:

“El aprender las lecciones del pasado les permite edificar un testimonio personal sobre la roca sólida de la obediencia, de la fe y del testimonio del Espíritu”.

“Quizás nuestro pasado nos condene”. Tal vez, fuimos rebeldes y desobedientes. Tal vez, dejamos las cosas para después. Tal vez, nos equivocamos involuntariamente y, a veces, con intención… No importa lo que haya sucedido, lo que importa es en quién te estás convirtiendo ahora y, especialmente, en quién piensas convertirte en el futuro.

El arrepentimiento es el medio que se nos proporcionó para liberarnos de nuestros pecados y ser perdonados.

El arrepentimiento nos permite crecer y desarrollarnos espiritualmente nuevamente. A través del arrepentimiento, nuestro pasado puede quedar lejos de nuestros recuerdos del presente, como lo acabamos de aprender con la escritura de Doctrina y Convenios.

Santa Cena

El privilegio del arrepentimiento es posible a través de la expiación de Jesucristo. De una manera que no podemos entender perfectamente, Jesús pagó por nuestros pecados. El Presidente Joseph Fielding Smith dijo lo siguiente:

“He sufrido dolor, tú has sufrido dolor y, a veces, ha sido muy fuerte. Pero, no puedo comprender el dolor que hizo que brotara sangre del cuerpo de nuestro Salvador como sudor. ¡Fue terrible! ¡Espantoso!”

“Nunca antes nació un hombre en este mundo, que fuera capaz de soportar la carga que el Hijo de Dios soportó cuando llevó sobre sí tus pecados y mis pecados, haciendo posible que nos liberáramos de ellos” (Doctrinas de Salvación, Bruce R. McConkie, 3 vols., 1954–1956, vol. I, págs. 141–142; énfasis en el original).

“La expiación puede purificar, recuperar y santificar nuestras vidas”, enseñó Shayne M. Bowen, de los Setenta, y agregó:

“La expiación de Jesucristo está disponible para cada uno de nosotros. Su expiación es infinita”.

Una vez más, el mensaje es claro: A través de la Expiación podemos ser perdonados y mantenernos cada vez más alejados de nuestro pasado. No necesitamos ser esclavos de nuestro pasado.

Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Inaê Leandro y fue publicado en maisfe.org con el título “Você não é escravo do seu passado”.

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