La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días invierte constantemente en la formación académica y espiritual de sus miembros. ¿Por qué? Porque cree firmemente que el conocimiento del evangelio tiene un impacto eterno, especialmente en los jóvenes, quienes están llamados a ser discípulos constantes de Jesucristo.
Durante una conferencia reciente dirigida a miles de maestros del Sistema Educativo de la Iglesia —incluyendo docentes de seminario, instituto y universidades como BYU, Ensign College y BYU–Pathway Worldwide— se enfatizó que la enseñanza no solo debe transmitir doctrina, sino inspirar conversión.
El objetivo es claro: ayudar a los estudiantes a desarrollar una relación duradera con Jesucristo y a vivir como Sus discípulos durante toda la vida.
El crecimiento de una generación comprometida

El élder Clark G. Gilbert, comisionado de educación de la Iglesia, destacó que la inscripción en seminarios e institutos se encuentra en niveles récord, al igual que la participación en las instituciones educativas de la Iglesia.
“A pesar de que en muchos lugares del mundo los jóvenes se alejan de la educación formal, vemos cómo la juventud de la Iglesia se acerca con más fuerza al estudio del evangelio”.
Estas cifras reflejan más que estadísticas: muestran una generación que responde con fe al llamado de seguir a Cristo. El élder Gilbert recordó que los maestros no solo enseñan contenidos, sino que tienen la misión sagrada de preparar a un pueblo que estará listo para recibir al Salvador en Su regreso.
Uno de los mensajes más poderosos del evento fue la importancia de enseñar como lo hacía el Salvador. Se invitó a los maestros a dejar de ser el centro de la clase y dar espacio a que los alumnos participen, reflexionen, compartan y apliquen lo aprendido.
Por ejemplo, el profesor John Hilton III, de BYU, comparó la enseñanza con entregar lana cruda.
“Si el estudiante no la trabaja, el viento se la lleva. Solo si él la convierte en abrigo, lo protegerá en la tormenta”.
Es decir, el aprendizaje requiere esfuerzo personal.
Otros educadores invitaron a preparar el corazón antes de la clase, a fomentar la participación sincera y a permitir que los estudiantes compartan sus impresiones espirituales.
“Cuando ellos reflexionan y testifican, la experiencia se vuelve real”.
Una invitación con propósito

La conferencia finalizó con una invitación sencilla pero profunda: que cada maestro se lleve una lección personal, la comparta con alguien más, y establezca una meta de mejora.
“Cómo enseñamos sí importa”.
Este enfoque demuestra que la educación en la Iglesia no es solo una herramienta académica, sino una parte esencial del discipulado. Porque el verdadero objetivo no es formar estudiantes exitosos, sino discípulos fieles que sigan a Jesucristo todos los días de su vida.
Fuente: Church News