Nota del editor: Este artículo es una adaptación de la experiencia personal en inglés de Kathy K. Clayton para Meridian Magazine.
Dios conoce los deseos sinceros de Sus hijos.
De todos Sus hijos.
Hace más de 20 años, poco después de que nuestra familia se mudara a un nuevo estado, fui llamada a servir como presidenta de las Mujeres Jóvenes en nuestro nuevo barrio.
Aunque mi esposo ya tenía un llamamiento que lo mantenía bastante ocupado para nuestra familia, el obispo me sorprendió cuando dijo que había sentido firmemente que me necesitaba con las jovencitas, así que confié en su divina inspiración.
Una pregunta desde el corazón

La determinación de las jovencitas me conmovió. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Poco después de mi primer encuentro formal con aquellas maravillosas jóvenes, ellas se acercaron con una pregunta al finalizar la clase. Me conmovió la seriedad con la que se aproximaron.
La pregunta les pareció importante y convincente a aquellas adolescentes. Eran discípulas jóvenes, valientes y ansiosas, que querían vivir en armonía con la voluntad del cielo, por lo que buscaban una respuesta inequívoca a su consulta específica, completamente preparadas para obedecer sin cuestionar a su nueva presidenta.
La pregunta fue directa y concisa:
“Hermana Clayton, necesitamos saber si los trajes de baño de dos piezas están bien o no. Queremos hacer lo correcto, pero tenemos diferentes opiniones sobre lo que es eso en lo que respecta a los trajes de baño. Simplemente, díganoslo y lo haremos”.
Admiré sus rostros preocupados, miré sus ojos ansiosos y aprecié la sinceridad de su pregunta directa y su deseo honesto de ser obedientes.
Si bien yo tenía una posición sobre el tema, me resistí a decirla apresuradamente no solo para evitar dar la impresión de que su pregunta pareciera simple o incluso tonta, —y no lo era— sino porque sentí que la sinceridad de su deseo ameritaba una respuesta auténtica y doctrinal.
Así que me detuve. Las felicité por su justo deseo de saber la voluntad del Señor y les dije que buscaría una respuesta autorizada y me comunicaría con ellas de inmediato.
Hasta las oficinas de Salt Lake

La actual Presidencia General de las Mujeres Jóvenes. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Leí publicaciones de la Iglesia relacionadas con la pregunta y estudié discursos de la conferencia general y las Escrituras con la esperanza de encontrar algo que pudiera satisfacer a las jóvenes, pero nada parecía ser definitivo.
No quería decepcionar a aquellas fieles hijas de Dios, así que me arriesgué un poco y llamé por teléfono a la oficina de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes en el centro de Salt Lake City.
Nunca había conocido personalmente a ninguna de ellas, pero su secretaria tomó la llamada y me pidió detalles del motivo de la misma, luego me aseguró que compartiría nuestra pregunta con la presidencia y se pondría en contacto conmigo.
Las jóvenes y yo tuvimos que esperar un par de semanas antes de recibir la llamada telefónica prometida, pero llegó.
Después de disculparse por la demora, la secretaria me preguntó si estaría dispuesta a reunirme con la presidencia general de las Mujeres Jóvenes al día siguiente en su oficina.
Explicó que la devolución de la llamada se había retrasado mientras toda la Mesa Directiva de las Mujeres Jóvenes había considerado la pregunta y finalmente había llegado a la conclusión de que no tenían una respuesta precisa de sí o no para nosotras. Intrigada, acepté y esperé con ansias la reunión del día siguiente.

Esta asignación cambiaría nuestras vidas. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Cuando llegué al centro de la ciudad, me recibió la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes, junto con una trabajadora que prepara contenido de video para la Iglesia: tenían un pedido especial para mí y las jovencitas.
Esperaban que aquellas jóvenes, con mi ayuda, aceptaran llevar a cabo un proyecto de investigación grupal para poner a prueba el pasaje de las Escrituras que había iniciado la restauración del Evangelio:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
Teníamos una pregunta personal. Nos pedían que “lo estudiáramos en nuestra mente” (Doctrina y Convenios 9:8) y confiáramos en la promesa celestial de que se nos daría la respuesta.
Aunque esas muchachas eran “tan solo” un grupo de mujeres jóvenes sinceras con una pregunta sobre trajes de baño y no eran el profeta José Smith en el inicio de uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia de la Iglesia, la promesa también les pertenecía a ellas.
A poner a prueba la promesa

Individual y colectivamente, las jóvenes estudiaron. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
La hermana encargada de realizar el contenido para la Iglesia se acercó y me mostró la cámara de video que había traído para que filmemos todo lo que hacíamos mientras “estudiábamos nuestra pregunta”.
La Presidencia General de las Mujeres Jóvenes me pidió que me tomara el tiempo que necesitáramos, de todas las maneras que pudiéramos pensar, para explorar nuestra pregunta y buscar ayuda celestial para encontrar la respuesta que buscábamos, y luego, cuando nos sintiéramos en paz con el resultado, regresar con ellos con las imágenes que habíamos capturado y que relatan la búsqueda.
Salí de esa reunión sintiéndome alentada y con fuerzas para hacer lo que me habían pedido. Mi confianza en la legitimidad de la promesa que había motivado a José Smith aumentó enormemente.
Sentí la divina seguridad de que el amor de nuestro Padre Celestial es grande e íntimo y, a la vez, grande y pequeño. Y que Él está dispuesto a ofrecer respuestas celestiales a todo tipo de oraciones y a cada uno de Sus hijos, si nuestra búsqueda se hace con “verdadera intención” (Moroni 10:4); es decir, una intención sincera de acatar la respuesta.

Diligentemente, buscamos respuestas del cielo. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Enternecidas, aceptamos de inmediato la asignación y comenzamos el proceso.
Consideramos el tema en nuestras lecciones, organizamos devocionales para obtener diversos puntos de vista, estudiamos las Escrituras en busca de versículos relevantes, pedimos las opiniones y perspectivas de los padres, el obispado y otras personas en quienes confiábamos, escuchamos la conferencia general creyendo que habría información aplicable y oramos individualmente y como grupo para recibir inspiración.
Filmamos todo. Después de 6 meses de búsqueda ferviente, todas y cada una sentimos que habíamos logrado lo que deseábamos obtener.
Curiosamente, aunque tal vez no sea sorprendente, el resultado de toda esa búsqueda sincera, tanto individual como grupal, no dio como resultado una respuesta única y simple de sí o no, como lo pensamos inicialmente.
Nunca fuimos capaces de esbozar un dibujo grupal del traje de baño perfecto y digno. La inspiración fue más personal, más matizada, más exigente y conceptual, y más duradera y amorosa. La respuesta fue clara para cada una de nosotras, enmarcada y personalizada para adaptarse a nuestras circunstancias individuales y nuestra preparación espiritual.

La deliberación grupal fue clave. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Tenía todo que ver con el concepto espiritual amplio de modestia y reverencia y nuestra determinación individual de permanecer en todos los lugares y formas con integridad y pureza de corazón ante el Padre que amamos.
Nunca olvidaré ni el viaje consciente ni el destino espiritual que me trajo aquella pregunta sincera y pura de ese grupo de jovencitas. Todo fue sagrado y eterno.
Esas muchachas, al contactarlas muchos años después, se convirtieron en discípulas adultas y consagradas, a medida que aplicaban las lecciones de su juventud y continuaban buscando a Dios y confiando en Su disposición a escuchar y responder.
Él les dio y les da abundantemente a ellas y a todos nosotros. Sin importar nuestro llamamiento, nuestra edad, nuestro género, nuestra raza ni nada.
¡Búscalo! Él también te recibirá.
Fuente: Meridian Magazine
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