Recientemente, mientras conversaba con un grupo de misioneros en África que estaban a punto de retornar a sus hogares, observé que, para muchos de ellos, la misión ha sido una bendición tanto temporal como espiritual.
Durante su misión, tenían un techo donde vivir, 3 comidas al día y atención médica. Muchos eran los primeros conversos de sus familias e incluso, al momento de ser bautizados, sus familias desaprobaron dicha decisión.
En una ocasión, conversé con un misionero que me contó que su familia lo había echado de la casa. Aquel joven vivió en las calles por 5 años hasta que obtuvo el dinero suficiente como para conseguir un pasaporte y presentar sus documentos para servir en una misión.
Por otro lado, está la historia de muchos otros misioneros que perdieron a sus seres queridos antes de ir a servir al Padre Celestial.
Para ellos, la misión era una oportunidad de demostrar su amor al Señor mediante el servicio.
Ahora, al culminar su misión, ¡su nivel de ansiedad aumenta!
¿Encontrarán un trabajo? ¿Ingresarán a la universidad? ¿Con quién se casarán? ¿Tendrán dinero para pagar su boda?
Por ejemplo, en algunos países, los hombres ahorran dinero para pagar su boda y/o también ahorran dinero para pagar un año de alquiler por adelantado y tener un lugar donde vivir con su nueva compañera eterna.
Afortunadamente, la Iglesia ha estado organizando programas de adaptación a la vida después de la misión y talleres para que tengan acceso a clases de Instituto, Pathway, el fondo perpetuo, English Connect, etc.
Mi pregunta para ellos es: “¿Durante su misión, sintieron el amor del Señor?”
La respuesta es: ¡Sí!
“¿Creen que Él seguirá amándolos después de su misión?”
Por supuesto que sí. ¡Siempre lo hará!
¿Y nosotros, hemos sentido el amor del Señor? ¿Creemos que el Señor seguirá amándonos en cada etapa de nuestra vida? Al empezar de nuevo, ¿cómo manejaremos nuestra ansiedad? ¿Cómo podemos crear un plan para nuestra vida? ¿Qué recursos podemos encontrar y en qué podemos confiar al comenzar desde cero?
Tal vez nuestro próximo inicio sea al regresar a casa antes de tiempo, crear nuestra propia familia, empezar un nuevo trabajo, perder un ser querido, dificultades financieras y mucho más.
Para todo esto, en el manual “Adaptación a la Vida Misional” se nos enseña un consejo valioso que puede ayudarnos:
- Busque maneras de prestar servicio a otras personas. La obra misional es un llamado a prestar servicio. Céntrese en ver más allá de sus propios sentimientos de malestar para así ministrar a las personas que necesitan una palabra amable, un acto caritativo o amistad. (Véase Predicad Mi Evangelio, págs. 181–183.)
- Hable con otras personas acerca de esta adaptación. Tómese el tiempo para hablar acerca de las siguientes preguntas con sus padres, líderes del sacerdocio o amigos ex misioneros:
– ¿Qué podemos aprender de ejemplos de las Escrituras en los que Dios haya requerido que las personas hicieran cosas que superaban sus capacidades? (véase Éxodo 4:10–12; Jeremías 1:6–9; Alma 17:10–12; 26:27; Éter 12:23–27; Moisés 6:31–32).
-¿Por qué es importante acostarse y despertarse a tiempo, tener una buena nutrición, hacer ejercicio regularmente y hacer oraciones personales?
-¿En qué forma podría ayudar el escribir en el diario personal cuando uno pasa por experiencias difíciles?
-¿Qué podemos hacer cuando hay ideas o sentimientos problemáticos que no desaparecen?
- Enfóquese en fortalecer su relación con el Padre Celestial. Busque Su Espíritu por medio de la oración personal, el estudio de las Escrituras, la música edificante, la lectura de su bendición patriarcal y otras maneras que haya descubierto que le resultan útiles.
- Téngase paciencia y sea amable con otras personas. Diríjase a usted usando las mismas palabras amables y de consuelo que se imagina que usaría el Salvador. Recuerde que los pensamientos de impotencia, desesperanza o dura condena no provienen del Señor.
- Sepa qué ocurrirán cosas que no esperaba. Sus experiencias misionales no serán las mismas que las de otras personas. No todo saldrá exactamente como lo haya planeado o como se haya imaginado. El examinar sus expectativas le ayudará a abrirse y aceptar el cambio.
Resumen
Mientras se prepara para salir a la misión, prepárese para aceptar de buen talante el cambio. La vida misional seguramente será diferente de cualquier otra cosa que haya experimentado, pero, a pesar de eso, si va con una actitud positiva, ejerce la fe en el Señor y sabe de antemano que tendrá que ser paciente consigo y con otras personas, el Señor le recompensará y bendecirá.
Recuerde el consejo que se le dio al profeta José Smith en una época muy difícil de su vida: “Entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (Doctrina y Convenios 122:7).
Que el Señor te siga bendiciendo a medida que inicias una nueva etapa en tu vida.
Fuente: Meridian Magazine