Todos hemos tenido momentos en los que sentimos ganas de decirle al Señor:
“¡No me diste lo que quería!”.
A veces nuestras oraciones parecen no tener la respuesta que esperábamos, y nos cuesta aceptar que Dios ve las cosas de manera diferente.
Cuando los planes no salen como pensamos

Un nieto de cinco años rompió en llanto cuando su papá le llevó papas fritas en lugar de aros de cebolla. Su decepción fue tan grande que no se calmó hasta que alguien compartió con él lo que había deseado.
Esa escena sencilla refleja lo que muchas veces nos pasa, oramos con ilusión y cuando la vida nos da una respuesta distinta, reclamamos en silencio a nuestro Padre Celestial.
El élder Brook P. Hales relató la experiencia de su hijo, que trabajó años en un empleo estudiantil esperando quedarse con el puesto definitivo al graduarse.
Era el candidato perfecto, se había preparado y había orado con fe. Sin embargo, no lo contrataron.
“Fue devastador y no entendíamos por qué Dios lo había abandonado en un deseo tan justo”, dijo.
Con los años, todo cobró sentido, ya que, si hubiera conseguido ese trabajo, habría perdido la oportunidad de algo mucho mejor para su vida y su eternidad. El Señor dijo “no” para dar un “sí” más grande después.
Lo que significa alinearnos con Dios

El élder Ulisses Soares enseñó:
¡Uno de los momentos más gloriosos de la vida terrenal se produce cuando descubrimos el gozo que se siente cuando el hacer siempre aquello que “le complace al Señor y le agrada” y hacer “lo que nos funciona a nosotros” llegan a ser lo mismo! ¡Para que … convirtamos la voluntad de Dios en la nuestra se requiere un discipulado majestuoso y heroico … esa sumisión espiritual, por así decirlo, es bella, poderosa y transformadora.
Aceptar la voluntad de Dios no siempre es fácil. A veces entendemos el “por qué” de inmediato, otras veces pasan años y, en ocasiones, no tendremos todas las respuestas en esta vida.
Un ejemplo, es la compositora Janice Kapp Perry que experimentó esto de manera profunda. Al inicio de su carrera musical perdió movilidad en la mano izquierda, lo que le hacía casi imposible escribir música. Oró, buscó tratamientos y se sintió frustrada por no recibir la sanidad que pedía.
Con el tiempo aprendió, gracias a un médico que también sufría sus propias limitaciones, que las pruebas nos hacen depender más del Señor y confiar en Su tiempo. Aunque nunca recuperó totalmente su mano, Janice decidió seguir sirviendo con lo que tenía, y hoy su música ha fortalecido la fe de millones.
El mejor ejemplo de sumisión

El Salvador mismo nos mostró el camino al decir:
“Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. – Lucas 22:42
Y el profeta Abinadí lo describió así:
“La voluntad del Hijo siendo absorbida en la voluntad del Padre”. – Mosíah 15:7
Toda la vida de Cristo fue una preparación para ese momento en Getsemaní. Como declaró el presidente Ezra Taft Benson:
“El ministerio entero del Maestro se caracterizó por Su subordinación voluntaria a la voluntad del Padre”.
La verdadera alineación espiritual

El dolor de estar fuera de “alineación” con Dios puede compararse a un cuerpo fuera de lugar. Solo cuando volvemos a ajustar nuestra voluntad a la Suya, llega el alivio espiritual y emocional que tanto necesitamos.
Un humilde poema hallado en el Templo de St. George lo resume en cuatro palabras:
“Tu ley, mi ley”.
Ese es el corazón del discipulado: aceptar la voluntad del Señor como propia.
El élder Soares expresó este mismo deseo con estas palabras:
“Ruego que cada uno de nosotros, en su momento y llegada la oportunidad, sea capaz de declarar a nuestro Padre Celestial y al Salvador Jesucristo, con la confianza que brindan los convenios: “Lo que te complace a Ti, funciona para mí”.
Cuando aprendemos a decir de corazón “Hágase tu voluntad”, descubrimos que la verdadera paz llega cuando nuestro deseo y el de Dios son el mismo.
Fuente: Meridian Magazine



