El fallecimiento de mi sobrina adicta a la heroína, la perspectiva de un tío

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Durante 13 años, Ximena fue una segunda hija increíblemente inteligente, deportista y entusiasta. Vivió en una familia comprensiva e íntegra bajo tensiones normales. La familia extensa era unida y compasiva con muchos tíos, primos y abuelos.

El gran círculo de amigos también era comprensivo con algunas excepciones. El futuro parecía brillante. Su padre me habló sobre prepararla para las escuelas y las becas de Ivy League, a nivel académico y deportivo. A los 13 años de edad era una buena alumna, una lectora voraz y una escritora talentosa.

Entonces, algo sucedió. La familia no habló sobre los detalles, pero hubo algún tipo de abuso sexual por parte de alguien contemporáneo a su edad que conocía.

Aprendió una lección cruel en un momento vulnerable: su cuerpo se había convertido en un objeto de explotación, incluso para las personas en las que debía confiar. Su respuesta elegida fue vestir ropa holgada como pantalones de ejercicios y sudaderas, pienso que para parecer menos atractiva como un objeto. Su respuesta no elegida fue la ansiedad.

Si bien sus calificaciones no se vieron afectadas y sus actividades deportivas no disminuyeron, era más reservada, desconfiada y se enojaba.

Unos años después, Ximena entraba y salía de problemas, nada serio todavía. Su fe en Dios se había dañado, en mi opinión, debido a la traición de alguien que se autoproclamaba un seguidor de Jesús. Esto merece comentarios aparte.

Cuando el agresor es un discípulo autoproclamado

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Muchas víctimas de agresión sexual se sienten incómodas con Elizabeth Smart debido a una mala interpretación de su experiencia y salud psicológica posterior [al abuso sexual], ya que parece una bofetada en la cara. Para algunos, es como si su historia estuviera diciendo:

“Fue mucho peor para mí al ser violada por un repudiable enfermo mental casi todos los días durante más de un año y ahora, estoy perfectamente normal, soy una adulta emocionalmente estable con un esposo e hijos e incluso serví en una misión para mi Iglesia y mantengo mi fe intacta. Pasaste por menos que yo, ¿cuál es tu problema?” Ximena fue una de aquellas personas que odiaron el libro de Smart.

Me pregunto cómo las cosas podrían haber sido diferentes si Elizabeth Smart hubiera sido abusada sexualmente por alguien en quien confiaba, alguien que se suponía que estaba representando a Jesús. Los Santos de los Últimos Días creen que los líderes eclesiásticos se ponen en el lugar de Cristo para su área específica de responsabilidad y deben hacer todo lo posible para actuar como Él lo haría si estuviera presente.

Voy a parafrasear a Lynn Scoresby, cualquier maltrato por parte de alguien que representa a Jesús conduce rápidamente a la conjetura de que tampoco se puede confiar en el Salvador. Las personas vulnerables y traicionadas aprenden que un poco de esperanza, menos fe y salvo que haya cierta intervención espiritual, tendrán muchas más dificultades para creer que existe un Dios capaz de amar y un Mesías capaz de sacrificarse.

Esto no justifica a Ximena por las cosas que eligió. Es difícil determinar la causa. Sin embargo, buscamos una determinación debido a una serie de razones que incluyen mitigar la culpa, desplazar la culpa y de manera menos perniciosa, aprender cómo evitar eventos similares en el futuro. Lo que es seguro es que los eventos que sucedieron a sus 14 años de edad parecieron haber sido el punto de inflexión de un cambio trágico, lejos de Dios, la esperanza y la paz.

Una historia común: Enganchada a los medicamentos recetados. Luego, a la heroína y después, la muerte.

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Después de esto, nunca hubo un periodo largo en que Ximeno no estuviera preocupada de alguna manera. Comenzó a consumir drogas con medicamentos recetados que la ayudaban con su ansiedad. Estos eran mal utilizados y no gestionados correctamente por los profesionales médicos. Decía que cierto medicamento la hacía sentir “normal.” Pudo pararse frente a las personas, por primera vez en años, y hablar.

Recibió su primera receta, a los 18 años, cuando era universitaria y tenía que hacer presentaciones orales de vez en cuando.  A los 19 años, tomaba medicamentos en exceso. Solo puedo especular sobre su lógica. Quizá, pensó que una píldora la llevaría de -10 a 0; tal vez, dos píldoras podrían llevarla de 0 a 10.

Menos fe significaba que había menos prohibiciones autoimpuestas. Aunque tenía un dedo meñique en la religión, había perdido todo su poder transformador. Las recetas de comportamiento de sus líderes eclesiásticos fueron ignoradas en su mayoría. Fue entonces cuando Ximena y yo entramos en profundidad filosófica sobre temas religiosos. Asimismo, su círculo de amigos creció hasta incluir adictos.

“Existe un enorme peligro en enviar a un hijo a rehabilitarse de las drogas,” explicó su padre. Los humanos son seres sociales y el hijo ahora se encuentra en estrecha asociación con personas que intentan rehabilitarse, pero a menudo fracasan con el tiempo. Una vez que las amistades se consolidan, los vínculos continúan.

En cierto punto, el hijo que se está recuperando del abuso de medicamentos recetados se relacionará con consumidores activos de drogas. La interacción social en un grupo de amigos, a menudo, provoca que el no consumidor utilice drogas más por solidaridad que por experimentar la sensación de estar drogado.

A los 20 años, Ximena utilizaba heroína. El hábito de fumar cigarrillos también comenzó en este tiempo, creo que al principio era más por solidaridad social que por aliviarse de la ansiedad. Después, decía, cuando le preguntaban sobre su hábito de fumar, “Mira, es esto o la heroína. Tú eliges.”

La guerra fallida del país contra las drogas

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Alrededor de los 24 años, Ximena y yo tuvimos una serie de discusiones políticas/sociológicas que creo influyeron en ambos. Mientras no consumía drogas, nuestras conversaciones eran ricas y significativas. Cuando utilizaba drogas, me resultaba difícil hablar con ella. A pesar de estar físicamente presente, parecía estar en una dimensión completamente diferente.

Durante una discusión mientras no consumía drogas, Ximena expuso su opinión con respecto a que los delitos relacionados con las drogas no debían resultar en el encarcelamiento. Fue un argumento largo y bien pensado que tuvo un componente racional claro respaldado por un fuerte componente de compasión.

La idea de que uno de sus amigos consumidores fuera encarcelado cuando necesitaba rehabilitación fue abominable. Se sorprendió al descubrir que estaba completamente de acuerdo.

Discutimos el éxito de la solución de Portugal: legalizar las drogas y cambiar el dinero que se habría utilizado en el encarcelamiento para la rehabilitación. Abordamos la guerra fallida contra las drogas en los Estados Unidos y lo que se podría hacer al respecto.

Cubrimos el cambio de la producción y el suministro de drogas de Colombia y en México, donde tenemos varios familiares. Esta y otras discusiones fueron largas y nos unieron hasta que establecí un límite.

Algunos establecieron límites y otros, no: Yo lo hice

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Algunas personas en la vida de Ximena establecieron límites y otras, no. Se sentía devastada debido a que una de sus amigas más cercanas le dijo que, por la seguridad de su familia, no se le permitía a Ximena regresar a su casa hasta que hubiera pasado un año sin consumir drogas.

Ximena creía que, incluso bajo la influencia de la peor droga, nunca hubiera hecho nada que dañara a la familia de su amiga, incluso a la hija menor de la familia. Su amiga creía lo contrario.

Cuando Ximena consumía drogas, definía como una persona “buena” a cualquiera que le permitía hacer lo que quería y como una persona “mala” a cualquiera que le prohibía hacer su voluntad inmediata. En ese tiempo su amiga se convirtió en una persona mala y Ximena, a menudo, la criticó ásperamente. Eso ya había sucedido, cuando un primo la llevó al trabajo. Como nota aparte, alguien tenía que transportar a Ximena a todos lados y dependía regularmente de las personas por dinero y  transporte.

Cuando el primo se detuvo para conseguir gasolina, Ximena salió a fumar. El primo le pidió que esperara a fumar hasta que llegara al trabajo, que estaba a pocas cuadras de distancia, para evitar que el olor a humo de cigarrillo contaminara el auto nuevo. Ximena discrepó con la negativa y le dijo algunas palabras duras a su primo, que no quiso llevarla al trabajo nuevamente.

Establecí mi propio límite  cuando Ximena me pidió quedarse con mi familia por unos días. Los padres de Ximena hicieron la petición. Dije que no. Poco después, llamó Ximena, traicionada. Me preguntó sobre la gracia, la compasión y la lealtad. Para su crédito, creo que respondió sinceramente a todas mis preguntas.

Le pregunté, “¿estás consumiendo drogas ahora?” admitió que si lo hacía. Le pregunté cómo pagó las drogas que consumió la última vez. Dijo que robó un poco de dinero del cajón de su padre. Le dije que no podía confiar en que no me robaría y que me preocupaba que un traficante se apareciera en mi puerta en busca de un pago y estuviera listo para extraerlo de cualquiera en la casa.

Se sintió profundamente ofendida. Cuestioné mis propios motivos por un tiempo y hasta el día de hoy no estoy seguro de que fuera la mejor opción o qué haría si se me presentaran las mismas circunstancias.

Las personas que no establecieron límites

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Una de las partes más notables de esta historia involucra a las personas que no establecieron límites. En el funeral, tuve la oportunidad de discutir mi decisión de establecer límites con un familiar que no estableció ningún límite. Dijo, en forma de consuelo, que creía que se necesitaban dos tipos de personas para ayudar a un adicto.

De las muchas personas que no establecieron límites, como mi esposa, los abuelos de Ximena, sus hermanos, y al menos una de sus tías y muchos amigos, su madre y su padre destacaron  como los más sacrificados. Una vez, Ximena le dijo a su madre que su adicción fue una bendición para la familia porque todos llegaron a ser más tolerantes.

Encontré su declaración egoísta, pero tenía razón. Todos los que interactuaron con Ximena de una manera significativa tenían sus límites extendidos desde la tensión cognitiva y paradigmática. Cada uno de nosotros es mejor.

Vi a su madre pasar de estar avergonzada de vez en cuando a centrarse completamente en Ximena. Como todo padre de un adicto sabe, la porción del tiempo total, el esfuerzo emocional y los recursos utilizados en un adicto como porcentaje de lo que se utiliza en los otros hijos es enorme. Creo que si su madre y su padre tuvieran diez vidas, habrían renunciado a las diez por Ximena.

Me di cuenta de que un enfoque determinado y paz ingresaron a la vida de su madre. Vi cómo la preocupación personal se desvanecía. Mucho de esto tenía que ver con una asistencia enfocada y frecuente al templo. A veces, Ximena criticaba su antigua religión.

Se perdió completamente el cambio en la fortaleza espiritual de su madre que provino de buscar a Dios. Ximena fue la beneficiaria vicaria de una inmensa fe en Dios a través de su madre.

El espacio Villalobos: Cuando los adictos se reúnen

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Uno de mis “hijos” bromeó con respecto a que la casa de los padres de Ximena debía llamarse “El espacio Villalobos.” Ximena, a lo largo de su rehabilitación y otras áreas de su vida, hizo muchos amigos. Sus padres tenían una política de puertas abiertas, en parte para que Ximena no sintiera la necesidad de ir a otros lugares, menos seguros.

Muchas de estas personas se convirtieron en residentes casi permanentes. Algunos tenían trabajos que les permitían vivir por su cuenta y la mayoría, tenía futuros cuestionables. Muchos de ellos eran personas maravillosas, como Conrad, que fue una de las personas más agradecidas que conocí.

En total, su madre y su padre gastaron más de $ 100 000 en terapia y rehabilitación. Agrega a eso los subsidios de educación y vida, durante mucho tiempo, cuando los hijos normalmente son autosuficientes. Dejaron todo para comprarle su comida favorita, viajes a Disneyland, gasolina y la transportaban a todos lados continuamente hasta llegar a tener una pequeña fortuna.

No importaba nada. No hubo ninguna cantidad de dinero que sus padres no hubieran gastado hasta el punto de la bancarrota para ayudar a Ximena a salir de la adicción y entrar a la felicidad.

El cerebro adicto y enfermo

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Tristemente, incluso rodeada de personas muy amorosas y abnegadas además de enormes recursos, su cerebro se había reconfigurado hasta el punto de creer que elegir entre las alternativas reales era una ilusión.

En una de nuestras largas caminatas, Ximena argumentó que la adicción era una enfermedad.

Lo había escuchado antes, pero no había llegado a la conclusión de que era cierto. Como en la mayoría de nuestras discusiones, cuestioné su punto de vista, no porque me opusiera, sino para probar su precisión. Le dije, “Eso suena muy degradante para los pacientes con cáncer, agruparlos con los adictos.”  Estuvo de acuerdo con ese punto específico, pero insistió en que aún era una enfermedad de otro tipo. No llegamos a ninguna conclusión específica.

Ahora, creo que tenía razón. Creo que tenía una enfermedad cerebral que, como el cáncer, era difícil de erradicar completamente y para siempre.

Así fue que el viernes 21 de enero, a un día de ir a su querido condominio compartido en Huntington Beach para celebrar su cumpleaños, con boletos en mano para visitar a su hermano en Oregón, y después de estar limpia por seis meses, Ximena consumió drogas por última vez.

Estaba dispuesta a mudarse nuevamente a una casa de rehabilitación en la que había vivido antes y tal vez pensó que podría drogarse antes de ser vigilada de cerca. No creo que tuviera la intención de morir por drogarse.

La salida que no se eligió

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Mi propia fe me dice que existe una salida de la enfermedad. El dueño de un centro de tratamiento contra las drogas para pacientes a largo plazo me dijo que, a diferencia del cáncer, donde una persona puede curarse sin invocar un poder superior, el cerebro adicto y enfermo necesita creer en un poder superior.

Ximena carecía de la fe y la humildad de creer en el Dios de sus padres así que eligió lo que inventó y llamó Mr. Hogan. Cómo se convirtió en un “poder superior” para ella, seguirá siendo un misterio para mí.

Creo que si Ximena hubiera regresado a la fe plena en el Dios de sus padres, hoy estaría con nosotros, una persona feliz y productiva haciendo buenas obras, levantando cargas y aconsejando con amor y sabiduría.

Fue una campeona para los marginados, que solo estaba limitada en su eficacia debido a su cerebro enfermo. Pudo haber hecho mucho bien en un mundo oscurecido.

No extraño a la Ximena con problemas de adicción. Era diferente y podía ser un monstro mientras se encontraba bajo la influencia de las drogas. Sin embargo, en su totalidad, la traería de regreso mil veces. Su lado bueno superó su lado malo. Siempre estaré agradecido por mi vínculo con ella.

Nuestras interacciones expandieron la mente y el alma. Mi fe también me dice que tendremos nuestra conexión en un día futuro. Extraño sus abrazos que eran frecuentes y significativos. Extraño su ingenio. Extraño nuestras discusiones filosóficas. Extraño más cosas de ella de las que puedo mencionar.

Artículo originalmente escrito por Mauricio Cabanillas y publicado en thirdour.org con el título “The Death of my Heroin Addict Niece — an Uncle’s Perspective.”

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