Cuando Dios permite que cosas terribles sucedan

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“Muchos han clamado a Dios preguntándole: “¿En dónde estabas?” “¿Por qué permitiste que esto sucediera?” sin embargo mucho tiene que ver con nuestro albedrío”

En una clase de la Escuela Dominical, hablamos sobre la historia de Caín y Abel. Cuando llegamos al trágico final que dejó a uno de los hermanos muerto y al otro maldito para siempre, un compañero de clase dijo algo que nunca olvidaré.

“A Dios le importaba más el albedrío de Caín que la vida de Abel.”

Fue una declaración fuerte y una en la que he pensado mucho. Creo que esta declaración refleja una de las mayores agonías que experimentamos en la tierra. Es el dolor del albedrío.

El albedrío. Es por lo que luchamos antes de llegar a esta vida. Es esencial para el plan de salvación de Dios. Es uno de los mejores dones de Dios. Es parte de nuestra vida cotidiana. Y también puede doler, mucho.

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Sentimos el aguijón del pecado. Nos preocupamos cuando otros se alejan del camino. Lloramos el estado del mundo caído. Sufrimos cuando se cometen atrocidades contra quienes amamos. Nos dan ganas de morir cuando esas atrocidades se cometen contra nosotros.

Sin embargo, todo continúa y nos quedamos en un dilema. El albedrío, este hermoso regalo que nos permite elegir a Cristo, también nos permite elegir a Satanás. Cuando ocurre esto último, también trae consigo la miseria. De pronto, no nos sentimos tan agradecidos por el albedrío.

A través de los siglos, muchos han clamado a Dios preguntándole: “¿En dónde estabas?” “¿Por qué permitiste que esto sucediera?” “¿Cómo pudiste dejar que esto sucediera?”

“Si es que realmente hay un Dios, y si Dios realmente es bueno, no dejaría que esto suceda.”

Si has hecho estas preguntas, no has sido el único. ¿Entonces qué hacemos? ¿Cómo podemos aferrarnos a nuestra fe cuando el mal uso del albedrío nos causa un tremendo dolor?

La naturaleza de Dios

amor De Dios

En primer lugar, debemos comenzar con una evaluación de nuestra comprensión de Dios.

Si no sabemos quién es Dios y si no tenemos una relación personal con él, nuestra opinión sobre su naturaleza e incluso sobre su existencia puede cambiar fácilmente.

Dios es nuestro amoroso Padre celestial. Tiene un cuerpo de carne y hueso. Vivíamos con Él antes de venir a la tierra y deseábamos ser como Él. En Su gracia, Dios preparó un plan que nos permitiría obtener gloria y progreso infinito.

La naturaleza de las pruebas

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El plan que Dios creó, conocido como el plan de salvación, requería que fuéramos probados y separados de su presencia. Para llegar a ser como Dios, las pruebas nos harían esforzarnos al límite y cambiarían nuestras almas.

Las pruebas se centran en dos cosas: el albedrío y Jesucristo. Finalmente, todos debemos preguntarnos: ¿Elegiremos a Cristo? ¿Lo apoyaremos? ¿Lo seguiremos? ¿Creeremos y confiaremos en Su plan?

Esta elección se realiza una y otra vez en muchas circunstancias diferentes de nuestra vida. Dios nunca intervendrá entre esta elección. Nunca le quitará el albedrío a alguien. Medita en la cita del presidente Boyd K. Packer:

“No piensen que Dios causa eso intencionadamente sino que, para cumplir con Sus propósitos, permite que suceda.”

Es la elección que hicimos juntos cuando se creó el plan. Dios permitiría que existiera el mal para que podamos ganar experiencia eligiendo a Cristo en medio de todo y a pesar de ello.

Es la elección de nuestras vidas y nuestra eternidad.

Elegir a Cristo

jesús

En todas las cosas, Cristo es nuestro ejemplo. Nos da el ejemplo perfecto de cómo reaccionar cuando el albedrío nos trae agonía. Él mismo experimentó esta elección.

No tenía la obligación de ser nuestro Salvador. ¿Comprendemos eso? Cristo hizo un uso consciente de su albedrío en las circunstancias más extremas.

Cuando se enfrentó al peso total de cada una de nuestros dolores y miserias, Cristo incluso preguntó si se podía pasar sobre Él esa copa. En ese momento, podría haber dicho que no cuando Dios hizo Su voluntad clara. Pudo haber salido del jardín. Pudo haber bajado de la cruz.

No ganamos ni merecíamos Su redención. No había razón lógica para que Cristo siguiera adelante. ¿Por qué debería morir por nosotros?

Lo eligió todo porque nos amaba y confiaba en el plan de Dios.

Lo hizo, y Dios le pidió que lo hiciera, así que cuando paseamos por nuestro Getsemaní, Cristo puede llorar con nosotros, puede abrazarnos y puede recordarnos que puede transformar nuestro sufrimiento en algo más grande.

La elección que haces

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Entonces te encuentras ahí. Te encuentras atravesando tu Getsemaní. Te enfrentas a un dolor que no mereces y Dios te está pidiendo que lo sobrelleves. ¿Por qué?

Cristo se convirtió en el Salvador de toda la humanidad cuando eligió mantenerse fiel mientras soportaba una agonía que no merecía, las consecuencias del albedrío de la humanidad.

Del mismo modo, nos convertimos en el Salvador cuando nos mantenemos fieles a nuestra propia versión sagrada de esas circunstancias.

Es una forma de exaltación. Estamos en el camino correcto.

No es fácil. No es justo. No cambia tus circunstancias. Sin embargo, este conocimiento puede ayudarnos a cambiar la elección que hacemos cuando nos enfrentamos al dolor del albedrío.

Este artículo fue escrito originalmente por Aleah Ingram y fue publicado originalmente por ldsdaily.com bajo el título “The Agony of Agency: When God Lets Terrible Things Happen

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