Las personas son diferentes; lo que funciona para uno no es necesariamente lo que funciona para otra persona, entonces, ¿cómo podemos ayudar a nuestros seres queridos cuando pasan por momentos difíciles?
¿Cómo puedo ayudar mejor a mis amigos y familiares cuando se sienten abrumados y se cierran en sí mismos y renuncian a todo? Me siento impotente cuando se alejan de todo. Quiero respetar sus límites, ¿cómo puedo ayudar a un introvertido a lidiar con aquello que le causa estrés?
Nota: Las opiniones, información o comentarios expresados en este artículo son únicamente del autor. Los lectores deben considerar cada situación de manera única. Este contenido no pretende remplazar la asesoría individual y profesional de una persona.
Gracias por la pregunta. Muchos miembros de nuestra familia tienen ese tipo de desafíos por esta misma razón. Para ser claros, hay una diferencia entre la introversión y la evasión.
Dicho esto, puede ser difícil lograr un equilibrio entre respetar el espacio de una persona y darle el pequeño empujón que a veces necesitan para ayudarlos a actuar.
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No intentes cambiarlos
Mencionaste sentirte impotente. Parece que podrías estar asumiendo la responsabilidad de “ayudar” a un introvertido a actuar más como tú, un extrovertido.
Muchas personas, incluyéndome a mí, ocasionalmente caen en la trampa de tratar de cambiar a otros para que se parezcan más a ellos. Pero todas las almas son diferentes; lo que funciona para uno no es necesariamente lo que funciona para otra persona.
Como el élder Jeffrey R. Holland señaló astutamente:
“Cuando menospreciamos nuestra singularidad… perdemos la riqueza de tono y timbre que Dios deseaba al crear un mundo de diversidad”.
Los introvertidos recargan “sus baterías” dedicando tiempo para ellos mismos al pensar, meditar, orar, planificar y dedicarse a su cuidado personal. Como lo indicaste en tu pregunta, debes respetar eso. Ellos no se “recargan” como lo haría un extrovertido, a través de conexión y contacto social.
Dicho esto, hay una diferencia entre ese cuidado personal y el aislamiento. Ahí es donde entras tú. Aclarando esto, estás tratando de ayudar a las personas a dejar de aislarse, no a dejar de ser introvertidos.
El ejemplo del Salvador
Sigue el ejemplo del Señor. Cuando ayudas a otros no puedes obligarlos a hacer algo que no desean. No puedes hacer que un introvertido salga de su zona de confort. Como Cristo, todo lo que puedes hacer es invitarlos con amor.
Fue Él quien dijo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Alma le enseñó a su hijo Coriantón que Jesús siempre nos invita, pero nunca nos obliga: “Por tanto, oh hijo mío, el que quiera venir, puede venir a beber libremente de las aguas de la vida; y quien no quiera venir, no está obligado a venir” (Alma 42:27).
Al tratar de ayudar a los evitan a afrontar sus desafíos, recuerda esas grandiosas letras sobre el Señor: “Él llamará, persuadirá, encaminará y bendecirá con sabiduría, amor y luz. De maneras innumerables, sé bueno y bondadoso, pero nunca fuerces la mente humana” (“Know this, that every fouls is free”, Himno Nº 240).
Entonces, ¿cómo invitas y persuades?
Descubre lo que necesitan
Cuando se trata de alguien que se siente abrumado, se aísla, evita problemas y se cierra a otras personas, lo más importante para llegar a ellos es descubrir lo que necesitan. A menudo solo puedes hacer preguntas. Puedes decir algo como “Estoy aquí para ti. Al parecer la vida te está golpeando muy fuerte en este momento. ¿Qué necesitas?”.
En otras ocasiones deberás usar el discernimiento, ya sea porque no se abrirán a ti o porque no saben lo que necesitan.
A veces esa persona necesita ser escuchada, para desahogarse. A veces necesitan tranquilidad. A veces necesitan un plan de acción con el que puedas ayudarles. A veces necesitan buenos consejos. Hagas lo que hagas, sigue el consejo de Alma y “usa valentía, mas no prepotencia” (Alma 38:12).
En oración, pide guía, estudia en tu mente lo que sabes sobre esta persona y qué es lo que necesita, recuerda la promesa del Señor a Moisés: “Ahora pues, ve, yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que has de decir” (Éxodo 4:12).
Dios te dará las palabras. Con frecuencia tendrás buenos resultados. No siempre obtendrás la respuesta que esperabas y eso está bien. Ni los profetas y apóstoles inspirados, ni el Hijo de Dios mismo pueden cambiar aquello. La reacción de la otra persona, lo que eligen hacer con tu amor, consejo y apoyo, es su responsabilidad. No tuya.
Lo único que necesitas hacer es extender la invitación y dejar la puerta abierta para cuando estén dispuestos a recibirte.
Fuente: ldsliving.com