Hoy en día, la sociedad considera que la edad promedio para contraer matrimonio es entre 29 a 30 años, lo cual puede ser una decisión apresurada o irresponsable.
Puede ser considerado como una meta final al igual que obtener una carrera profesional o encontrar estabilidad emocional o económica.
Este modelo se le conoce como “matrimonio como cierre de etapa”, la cual consiste en que una persona ha culminado una meta muy importante en su vida.
Sin embargo, también existe una alternativa no tan conocida como “matrimonio como base para crecer”, la cual trata sobre cómo el matrimonio no es el final de una etapa en la vida sino la base en donde dos personas crecen juntas.

Muchas personas creen que casarse joven es una mala idea porque piensan que esas parejas terminarán separadas. Esta creencia es cierta solo cuando hablamos de matrimonios adolescentes (personas de 18 o 19 años), ya que esas uniones sí tienen más probabilidades de fracasar.
Pero cuando hablamos de personas que se casan entre los 20 y 24 años, los estudios muestran que no hay una gran diferencia en cuanto a felicidad o estabilidad con respecto a quienes se casan después de los 25. De hecho, quienes se casan en esa franja de edad (20-24) pueden incluso tener ventajas especiales, como mayor interés íntimo o beneficios financieros.
Vida íntima y emocional más plena

Uno de esos beneficios está en la intimidad, los estudios revelan que las personas que contraen matrimonio entre los 20 y 24 años suelen disfrutar de una relación más plena de quienes lo hacen más tarde.
Esto contrasta con los mensajes actuales, donde a los hombres se les anima a evitar el matrimonio y multiplicar sus conquistas, y a las mujeres se les alienta a “vivir su libertad” sin compromisos.
Sin embargo, diversos estudios han señalado que tener múltiples parejas antes del matrimonio se asocia con una menor calidad en la relación, mayor riesgo de infidelidad y dificultades en la comunicación dentro del matrimonio.
La satisfacción íntima, especialmente en el caso de las mujeres, suele ser mayor dentro de relaciones comprometidas. Esto sugiere que la exploración sin compromiso, tan promovida hoy en día, podría estar socavando justamente aquello que muchas personas anhelan a largo plazo.
En cambio, quienes optan por un compromiso temprano y evitan el ciclo de relaciones pasajeras, pueden encontrar una experiencia más estable, profunda y gratificante.
Ventajas económicas y de desarrollo personal

También hay implicancias económicas. Las parejas que se casan jóvenes suelen tener ingresos más modestos al inicio, lo que facilita la creación de hábitos financieros compartidos desde cero.
Estudios han demostrado que tener cuentas bancarias unificadas aumenta la satisfacción marital, ya que mejora la comunicación sobre dinero y reduce conflictos. Esta integración suele ser más sencilla cuando ambos tienen poco que perder y mucho por construir.
Además, el matrimonio temprano puede traducirse en una ventaja profesional. Existe un fenómeno conocido como “beneficio salarial por estar casado”, donde las personas casadas tienden a ganar más que sus pares solteros.
Tener una pareja que apoya durante la búsqueda laboral, que permite tomar riesgos o asumir nuevos proyectos, puede ser determinante en el desarrollo de una carrera. En lugar de ser una distracción, el matrimonio puede ser un impulso para crecer.

Más allá de la intimidad y las finanzas, hay un argumento aún más poderoso: la vida se vive mejor acompañado. Enfrentar los desafíos del día a día, tomar decisiones importantes o simplemente compartir las pequeñas alegrías cotidianas es más llevadero con una pareja que esté comprometida desde el inicio.
Un cónyuge amoroso no solo aporta estabilidad emocional, sino que también ofrece una plataforma sólida para el desarrollo personal y mutuo.
Casarse joven no es una receta mágica ni una obligación, pero tampoco debería verse como una decisión imprudente. Para quienes valoran el matrimonio, pensar en él como una piedra angular en lugar de una meta lejana puede abrir la puerta a una vida compartida más rica y significativa.
En lugar de temer quedarse sin silla cuando la música se detenga en los treinta, quizás lo más importante sea elegir con intención a alguien con quien bailar desde ahora.
Fuente: Deseret News