“Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos”. -Mateo 24:24
Si estás leyendo esto, seguramente has escuchado el pasaje en Mateo que habla de los falsos profetas, apóstoles e incluso los falsos Cristos que aparecerán en los últimos días.
Hoy en día, vemos a muchas personas que hacen predicciones sobre el futuro, otras asegurando ser escogidas por Dios y algunas incluso declaran ser el mismo Salvador.
Con tanta confusión, ¿cómo podemos distinguir entre los falsos y verdaderos profetas?
Bien, hablaremos de esto.
¿Qué son los profetas y apóstoles?
Desde el principio, Dios ha llamado a hombres en la Tierra para que sean Sus portavoces. Adán, Abrahan, Moisés, Isaías, Noé y hasta el mismo Jesucristo son algunos ejemplos de profetas. Estos hombres recibieron la autoridad de Dios para actuar en Su nombre y atar las cosas en los cielos así como en la Tierra (Mateo 16:19-20).
Por lo general, solo hay un profeta vivo a la vez (con algunas excepciones en la historia) y su papel es guiar, advertir y enseñar al pueblo de Dios a permanecer en el camino correcto, además de ser un testigo especial de Jesucristo. El profeta es quien recibe revelación para toda la Iglesia.
Debido a la gran obra de establecer el reino de Dios en la Tierra, el profeta suele llamar a 12 apóstoles para que lo ayuden. Estos apóstoles también reciben el poder de Dios para actuar en Su nombre, pero siempre siguiendo la guía del profeta.
La diferencia entre falsos y verdaderos profetas
El punto clave para distinguir a los falsos de los verdaderos profetas y apóstoles de Jesucristo es la autoridad que poseen.
Esta autoridad, un poder llamado Sacerdocio, se recibe de manera específica, por la imposición de manos de alguien que ya posea esa autoridad.
Solo el deseo de enseñar el evangelio, tener mucho conocimiento de las Escrituras o ser un experto en teología no significa que una persona posea el Sacerdocio. La manera del Señor es por la imposición de manos (Hechos 6:5-6).
“Y nadie toma para sí este honor, sino el que es llamado por Dios, como Aarón”. (Hebreos 5:4)
Aarón fue llamado por Dios y ordenado por la imposición de manos (Hebreos 6:1-2; Doctrina y Convenios 27:28, Joseph Smith 1:68-69; Doctrina y Convenios 68:19-20, 107:17); Moisés hizo lo mismo con Josué, como se registra en Números 27:23.
La restauración del evangelio de Jesucristo
Hasta ahora solo hemos hablado de los tiempos de la Biblia, pero, ¿que hay de hoy en día? ¿En el siglo XXI? ¿Tenemos un profeta verdadero en medio de tanta confusión?
Buena pregunta y la respuesta es que ¡sí!
Después de que la autoridad de Dios se perdiera, un largo período de oscuridad espiritual cubrió la Tierra. No había un profeta, ni revelación para todas las personas, ni Sacerdocio (si quieres saber más sobre este período, haz clic aquí).
Sin embargo, siendo Dios un Padre Celestial amoroso, restauró Su evangelio en la Tierra nuevamente durante el siglo XIX por medio del Profeta José Smith.
El sacerdocio, el poder de Dios en la Tierra, estaba de vuelta, y permanece hasta nuestros días.
¿Cómo reconocer a un falso profeta o a un verdadero profeta?
Después de entender todo esto, llegamos a la razón por la que entraste a leer este artículo. ¿Cómo podemos reconocer a los verdaderos siervos de Dios, que han recibido la legítima autoridad de Dios? ¿Cómo reconocer a los falsos profetas y apóstoles?
Vayamos a las Escrituras. En Apocalipsis 2:2 leemos:
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y tu paciencia; y que tú no puedes soportar a los malos, y has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos”.
La escritura dice que los miembros de la Iglesia de Éfeso “probaron” a los falsos maestros (Apocalipsis 2:2).
La primera prueba se basa en el origen de la autoridad.
Es decir, si una persona es verdaderamente un profeta o apóstol verdadero es capaz de comprobar su linaje del sacerdocio (demostrar que recibió el sacerdocio de alguien que ya lo poseía) en una regresión cronológica que terminará en José Smith y Oliver Cowdery, quienes recibieron el sacerdocio de Pedro, Santiago y Juan, quienes lo recibieron del mismo Salvador.
La segunda prueba es que este líder también fue enviado por el cuerpo dirigente de la Iglesia, aquellos que poseen las llaves de la administración del reino de Dios en la Tierra. Además de ser sostenido por la congregación local o mundial, pues la Iglesia necesita enterarse de quiénes son sus líderes (Doctrina y Convenios 42:11).
La tercera prueba es que este líder enseña lo que está en las Escrituras y es un verdadero discípulo de Jesucristo. Esta persona emana poder espiritual y es un representante del Salvador. Si él predica en contra las revelaciones, incentiva la discordia y la siembra del mal, entonces no viene de Dios.
Y ahora, una prueba extra para tener la certeza de que no hay un falso profeta disfrazado de oveja entre nosotros (Mateo 7:15): la prueba del Espíritu.
El Espíritu Santo puede enseñarnos la verdad de todas las cosas (Moroni 10:3-5). El Señor dijo: “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Si indagamos con sinceridad y fe a Dios si el líder fue llamado por Él, entonces tendremos una respuesta concreta y cierta.
El Señor puede respondernos si aquel líder es su siervo o no de varias maneras. Cuando Josué tomó el lugar de Moisés, el Jordán tuvo que abrirse para que el pueblo lo reconociera como su nuevo líder (Josué 3:7, 15-17).
Elías pasó su manto a Eliseo y sus discípulos vieron en el nuevo profeta una manifestación extraordinaria (2 Reyes 2:11,14-15); y cuando Brigham Young sucedió a José Smith en el liderazgo de la Iglesia, una transfiguración inusual se dio (Historia de la Iglesia en la Plenitud de los Tiempos, “Los Doce asumen el liderazgo del Reino”, pág. 291.).
En la mayoría de las veces, solo sentiremos serenamente el santo manto del llamado de liderazgo posar sobre los ungidos del Señor durante su ministerio especial.
Fuente: maisfe.org