Pregunta
Últimamente, reflexioné sobre los tres reinos de gloria últimamente y sobre cómo las personas que viven sin el evangelio pueden ser redimidas en la muerte y aún así alcanzar la gloria celestial.
Dejando de lado nuestras bendiciones, ¿por qué deberíamos compartir el evangelio si las personas pueden aprender sobre él en la próxima vida? ¿Por qué tenemos el evangelio si podemos vivir ignorándolo y aun así alcanzar el reino más alto de gloria?
Respuesta
En un mundo que a menudo cuestiona la necesidad de la obra misional, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enfrentan un dilema interesante:
¿Por qué debemos compartir el evangelio si las personas pueden aprender sobre él en la próxima vida?
Esta pregunta nos invita a reflexionar profundamente sobre la naturaleza del albedrío, las relaciones y el propósito divino detrás de compartir el mensaje de Jesucristo.
El evangelio es un mensaje de esperanza, amor y redención. Como Santos de los Últimos Días, estamos llamados a compartir este mensaje con los demás, no solo como un mandamiento, sino también como una expresión de nuestra fe y amor.
Si bien es cierto que las personas pueden recibir oportunidades para aprender sobre el evangelio en la próxima vida, existen varias razones convincentes para participar activamente en compartir el evangelio durante nuestra existencia terrenal.
En el corazón de la doctrina de la Iglesia de Jesucristo se encuentra el mandamiento de compartir el evangelio.
El propio Jesucristo instruyó a Sus discípulos a ir y enseñar a todas las naciones (Mateo 28:19; Marcos 16:15).
El élder D. Todd Christofferson nos recuerda:
“Asimilen el objetivo de invitar a las personas a venir a Cristo y entenderán que el mundo no tiene acceso a la gracia expiatoria y a la salvación excepto mediante La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”.
Esta Gran Comisión no es simplemente una sugerencia; es un deber sagrado que nos conecta con nuestro propósito divino.
Cuando compartimos el evangelio, participamos en el plan divino de salvación. Es un acto de amor que refleja nuestro compromiso con Cristo y nuestro deseo de que otros experimenten la alegría que proviene de vivir el evangelio. Como declaró el presidente Ezra Taft Benson:
“De nosotros se espera mas que de cualquier otra generación”.
Uno de los principios fundamentales del evangelio es el concepto de albedrío, la capacidad dada por Dios para elegir por nosotros mismos. Aunque las personas pueden aprender sobre el evangelio en la próxima vida, las experiencias, elecciones y crecimiento que ocurren en esta vida son vitales para nuestro progreso espiritual. Doctrina y Convenios 130:18–19 nos enseña:
“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección”.
El élder Robert D. Hales enfatizó la importancia del albedrío al declarar:
“Nosotros enseñamos que el albedrío es la facultad y el privilegio que Dios nos da para escoger y “…actuar por [nosotros] mismos y no para que se actúe sobre [nosotros]”.
Al compartir el evangelio, proporcionamos a otros el conocimiento y las oportunidades para ejercer su albedrío. Los invitamos a tomar decisiones que pueden llevar a la alegría eterna, al crecimiento y a la plenitud.
Compartir el evangelio no se trata solo de difundir información; se trata de construir relaciones. Las conexiones que formamos con los demás pueden llevar a un sentido más fuerte de comunidad y pertenencia.
Doctrina y Convenios 130:2 nos recuerda que las conexiones sociales que creamos en esta vida continuarán en la próxima.
Al participar en compartir el evangelio, cultivamos relaciones basadas en el amor y el servicio. Victoria Alliaud señaló:
“A medida que amemos y sirvamos a nuestros hermanos y hermanas, seremos llenos de un deseo de ayudarlos a experimentar el ‘gozo inmenso’ que proviene de vivir el evangelio de Jesucristo”.
Estas relaciones son esenciales para nuestro bienestar espiritual, tanto ahora como en la eternidad.
El acto de compartir el evangelio no es solo un deber; es una fuente de profundo gozo. El élder Gary E. Stevenson articuló bellamente este sentimiento:
“Conforme lo hagan, sentirán gozo al saber que están dando oído a las palabras de nuestro amado Salvador”.
Cuando invitamos a otros a venir a Cristo, experimentamos una satisfacción única que proviene de participar en la obra de Dios.
Cristina B. Franco expresó elocuentemente:
“Si tu gozo será grande con un alma que me hayas traído al reino de mi Padre, ¡cuán grande no será vuestro gozo si me traes muchas almas!”
Este gozo es un reflejo de nuestro amor por los demás y nuestro deseo de que encuentren paz y felicidad a través del evangelio.
El evangelio equipa a las personas con las herramientas necesarias para prepararse para la vida eterna. A través de la fe, el arrepentimiento, el bautismo y al recibir el Espíritu Santo, las personas son guiadas hacia un camino que conduce a la felicidad eterna.
Al compartir los principios del evangelio, ayudamos a otros a comprender estos pasos críticos necesarios para su jornada espiritual (3 Nefi 27:16, 19–21).
El conocimiento adquirido y los convenios hechos en esta vida son cruciales para nuestra posición eterna. Al compartir el evangelio, brindamos a otros la oportunidad de hacer convenios sagrados que bendecirán sus vidas en este mundo y en el próximo.
Si bien es cierto que las personas pueden tener oportunidades para aprender sobre el evangelio en la próxima vida, las enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enfatizan la importancia de compartir el evangelio durante nuestra existencia mortal.
Es un medio para ejercer el albedrío, cultivar relaciones y cumplir nuestro propósito divino, todo lo cual contribuye a nuestro progreso y gozo eternos.
Como miembros de la Iglesia, aceptemos el privilegio de compartir el evangelio con los demás. Al hacerlo, no solo cumplimos con nuestro deber divino, sino que también experimentamos el profundo gozo que proviene de invitar a otros a venir a Cristo.
El evangelio es un mensaje que trae luz y esperanza al mundo, y nuestro papel en difundir ese mensaje es un llamado sagrado.
Fuente: Ask Gramps
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