“Me lo merezco, para eso trabajo”: ¿Comprar compulsivamente es un pecado?

Todos hemos escuchado estas frases antes de comprar algo que se sale de nuestro presupuesto: “me lo merezco”, “para eso trabajo”. Luego, terminamos con deudas por satisfacer esas necesidades momentáneas.

No está mal darse sus gustitos, pero endeudarte por cosas que verdaderamente no necesitas, es otro tema.

Con esta temporada de descuentos por el Black Friday y por fiestas, hay muchas personas que comienzan a comprar compulsivamente y llevan sus tarjetas de crédito al límite.

En algún momento he sido victima de las compras descontroladas y hoy me preguntaba si comprar compulsivamente es un pecado y esto fue lo que encontré. ¡Veamos!

¿Qué dicen los especialistas sobre las compras compulsivas?

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Las compras compulsivas han sido catalogadas como un trastorno relacionado con la ansiedad, tristeza, soledad y frustración. En otras palabras, las compras descontroladas son la única medicina que algunas personas encuentran, aunque temporal, para sus corazones abatidos.

Un comprador compulsivo no es necesariamente alguien que compra cosas todos los días y tampoco es alguien que tiene dinero de sobra para comprar. Aunque sí hay casos que entran bajo esta descripción, también es importante reconocer que hay compradores compulsivos que no adquieren cosas todos los días y cuyos recursos son muy limitados.

Según sugieren algunos doctores y expertos, este trastorno se desarrolla a través de dos mecanismos: el hábito inapropiado a base de repetir un acto que resulta agradable y luego se convierte en compulsivo; y la evasión, como una manera inapropiada de hacerle frente a los problemas personales.

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La Biblia nos enseña que el problema del hombre está en su corazón (Gn 6:5Mt 15:18-19), y que la respuesta que el mundo nos ofrece siempre será insuficiente, superficial, temporal, y mortal (Pr 16:25Mt 7:13-14Ro 6:16). Por lo tanto, sea por un mal hábito, por evasión o por tentación, la raíz del problema no está en las compras, sino en el corazón.

Como dijo un líder religioso en cierta oportunidad, las dificultades financieras tienen –en su mayoría– un origen que responde a un desvío del carácter, y este mismo principio se aplica aquí. Aunque nos cueste aceptarlo, todos nosotros tenemos una sutil, pero fuerte inclinación a la avaricia. Acumulamos cosas que evidencian nuestra comprensión errada de que la abundancia de bienes produce plenitud de vida.

“¿Soy un comprador compulsivo?”

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Con estas preguntas no intentamos ofrecerte un examen exhaustivo que te indique si eres un comprador compulsivo o no. No obstante, esperamos que estas preguntas te puedan ayudar a revisar tu corazón, con la ayuda del Espíritu Santo:

  • ¿Con qué frecuencia haces compras excesivas o innecesarias?
  • ¿Las compras que haces exceden tu presupuesto personal o familiar?
  • ¿Cuántas de tus compras son realmente útiles, y cuántas se quedan sin un uso real o frecuente en casa?
  • ¿Las compras están causando conflicto en tu matrimonio o familia?

3 cosas que puedes hacer para guardar tu corazón de las compras compulsivas

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Si alguna de las preguntas anteriores inquietó tu corazón, entonces permíteme compartir tres mandatos de la Palabra de Dios que te ayudarán a guardar tu corazón de las compras compulsivas.

1. Evita toda forma de avaricia (12:13-21)

En una ocasión, un hombre se acercó a Jesús en medio de la multitud, “y le dijo: Maestro, dile a mi hermano que divida la herencia conmigo”. “¡Hombre!, le dijo Jesús, ¿Quién me ha puesto por juez o árbitro sobre ustedes?” (Lc. 12:13-14).

Al parecer, los rabinos servían como mediadores en disputas como estas en aquellos tiempos.

Aunque no se nos ofrece mucho detalle de lo que está sucediendo entre estos dos hermanos y la razón de su petición, Jesús logra percibir algo importante que le lleva a lanzar una advertencia, no solo a este hombre, sino a toda la multitud: “Estén atentos y cuídense de toda forma de avaricia” (v. 15).

persona especial

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La avaricia se presenta en una variedad de empaques de diferentes colores y tamaños, al punto que podrías tenerla y no darte cuenta. Las compras compulsivas, en muchos casos, tienen como fondo la avaricia –un deseo insaciable por tener más y más, para nuestro propio deleite.

Con la avaricia, el único interés que tenemos es nuestro propio bienestar y disfrute de la vida. De ese modo, olvidamos la verdad bíblica que nos recuerda que tú y yo somos simplemente administradores de lo que Dios ha puesto en nuestras manos.

Todo lo que tenemos no es únicamente para nuestro propio disfrute sino también para el de nuestros prójimos.

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Desde esta perspectiva, las compras compulsivas en muchos casos (si no es que en todos los casos) son manifestaciones de avaricia: un deseo de saciar mi propia necesidad e interés, y no un anhelo por administrar bien lo que Dios me ha dado para el disfrute y bendición de mi prójimo.

¿Has visto rastros de avaricia en tu vida? Pídele al Señor que te lo revele, y estemos atentos para guardar nuestros corazones de tal avaricia corrosiva.

2. ¡No te preocupes! (12:22-30)

adicción

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Las compras compulsivas no solo revelan la avaricia, sino también la ansiedad de nuestro corazón.

Al inicio mencioné que doctores y especialistas catalogan las compras compulsivas como un trastorno que tiene que ver directamente con el manejo de la ansiedad, pues este estado del corazón los impulsa a buscar satisfacción y alivio a sus necesidades en cosas materiales como las compras descontroladas, la comida sin medida, el alcohol, y muchas cosas más.

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Luego de compartir la parábola del rico insensato (v. 18), Jesús nos advierte precisamente sobre la ansiedad y establece un contraste notable entre dos escenas.

Primero, la preocupación de un hombre que posee demasiadas riquezas y no tiene dónde almacenarla. Mientras que otro se preocupa por las cosas básicas de la vida: la comida y el vestido (v. 22).

La exhortación es la misma para ambas situaciones. Ya sea que tengas demasiado o que no tengas lo suficiente, ¡confía en Dios! El mejor y único remedio efectivo para la ansiedad es reconocer y descansar en el cuidado soberano del Dios Todopoderoso.

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Si la ansiedad te ataca o si viene a tu mente un falso sentido de preocupación piadosa que te llama a comprar lo que no necesitas, ¡mira a Cristo! Si Él tiene cuidado de las aves, ¿cuánto más no cuidará de ti? El antídoto para la ansiedad y la preocupación es la fe (v. 28).

3. ¡Busca Su reino y haz tesoros en el cielo! (Lc. 12:31-34)

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En lugar de hacer compras compulsivas para saciar nuestros propios deleites, el Señor hoy nos llama a invertir toda nuestra vida en la búsqueda de algo supremamente mayor: Su reino (v. 31).

Nuestra atención, esfuerzo, e interés no debe estar en suplir nuestras propias necesidades, sino más bien en buscar el reino de Dios, pues Él prometió ocuparse de nuestro cuidado.

Aunque suene absurdo e ilógico, ¡esta es la maravillosa promesa de Dios! “No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino” (v. 32). Esta imagen del rebaño nos recuerda que Jesús es el buen Pastor, y nosotros las ovejas de Su prado.

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Esta es nuestra identidad: somos Suyos y Él ya nos ha dado todo. Nuestra identidad no está en lo que tenemos o en lo que deseamos: no somos lo que usamos, lo que poseemos, ni lo que nos aplicamos en el rostro antes de dormir. Sin merecerlo, Cristo nos ha hecho Suyos y eso es suficiente.

La próxima vez que te encuentres a un clic de comprar, o a punto de pagar en la caja de la tienda, detente y asegúrate de estarlo haciendo en respuesta de obediencia, fe, y adoración a Aquel que ya nos adoptó y nos ha dado todo lo que necesitamos en Cristo.

Asimismo, cuando te sientas tentado a comprar de manera descontrolada, piensa en el reino de Dios y en cómo puedes usar tus recursos para bendecir a otros.

Fuente: coalicionporelevangelio.org

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