Hace algunos años, un obispo me comentó algo que nuestro presidente de estaca le compartió:
“Habrá personas que dejarán de asistir a la Iglesia porque eres el obispo, pero también habrá personas que volverán a la Iglesia debido a que eres el obispo”.
Aquel hombre pudo ver ambas cosas durante su llamamiento.
La idea de conocer al obispo y decidir si es lo bastante bueno o no, es tan parecida a la decisión de elegir si la Iglesia es verdadera o no.
Solía imaginar que el “almacén del obispo” era el lugar donde todos los obispos se encontraran para que los miembros que no estaban de acuerdo con el suyo pudieran pasar con su carrito de compra y elegir uno nuevo.
Existen todo tipo de quejas.
“Es muy joven e inexperto”, “es muy viejo y permisivo”, “es muy autoritario”, “no lleva bien las riendas”, “es muy amigable”, “no es tan cariñoso”, etc.
La lista solo sigue y sigue. Nadie está de acuerdo con su obispo.
Algunos hablan a sus espaldas, esparcen rumores que afectan a los demás, perjudican el esfuerzo de los líderes locales y debilitan la unidad del barrio.
En ocasiones, tratan de justificar este tipo de acciones debido a que alguna vez el obispo los ha ofendido.
Lamentablemente, hay ocasiones en donde este juez de Israel se equivoca (por ignorancia o sin mala intención) y no recibe el perdón de las personas a las que pudo haber herido a pesar de haberse arrepentido o pedido disculpa.
Peor aún, ponen en duda la inspiración detrás del llamamiento de este hombre e incluso intentan debilitar el testimonio de otras personas.
Por otro lado, también es muy peligroso guardar una silenciosa antipatía o rencor hacia nuestros líderes. El presidente Kimball describió aquella acción como “apedrearlos mentalmente”.
Entonces, ¿qué pasa con las personas que solo están expresando su opinión, algo que están en su derecho de hacer?
A esto, podemos recordar las palabras que José Smith expresó:
“Les daré una de las Llaves de los misterios del reino, es un principio eterno, que ha existido con Dios por toda la eternidad: El hombre que se levanta para condenar a otro, encontrar fallas en la Iglesia diciendo que están en el mal camino, mientras él mismo se considera justo, entonces debe saber con certeza que ese hombre está en la senda que lleva a la apostasía; y si no se arrepiente, así como Dios vive, apostatará”.
El presidente Harold B. Lee declaró lo mismo al decir:
“Aquellos que hablan mal de los ungidos del Señor hablan desde un corazón impuro… Aquellos que critican a los líderes de esta Iglesia muestran señales de una enfermedad espiritual, la cual, a menos que sea tratada, con el tiempo traerá la muerte espiritual”.
Si tú, o alguien que conoces, ha caído en esta trampa de negatividad en la búsqueda de sus defectos, medita o comparte eh estas dos citas. Es posible reconocer nuestros errores y corregirlos.
Muchos miembros se cuidan de no criticar públicamente a su obispo, sin embargo, dentro de las paredes de su hogar son distintos.
Aquello, sin lugar a dudas, hará que sus hijos imiten su ejemplo y se opondrán a todos los líderes de la Iglesia que no les agraden, en lugar de obedecer con humildad y confianza.
Por otro lado, si los Santos de los Últimos Días honran a su obispo y creen que estos hombres son llamados por Dios, sus hijos harán lo mismo y crearán el hábito de no juzgar a su obispo por sus imperfecciones, las cuales todos tienen menos Cristo, y lo sostendrán con gozo en una de las asignaciones más difíciles del mundo.
Comencé este artículo preguntando si te cae bien tu obispo, pero quiero que sepas que esa es la pregunta equivocada. Si te agrada o no, ni siquiera debería ser parte de la conversación.
Lo que todos debemos preguntarnos es “¿sostenemos a nuestro obispo?”. Si la respuesta es sí, entonces, muy bien, estamos en la senda correcta. Mantengámonos en ella.
Fuente: Meridian Magazine