¿Alguna vez has tenido miedo de pedir ayuda? ¿Te has perdido de cierta información u oportunidades importantes porque no te has atrevido a hablar? A mí me ha pasado.
Siempre me han gustado los números, y para mi primer día de secundaria, me encontraba llevando un curso de matemáticas avanzadas.
Sin embargo, cuando mi nuevo maestro comenzó a explicar un nuevo concepto, sentí que me estaba hablando en un idioma diferente al mío.
A medida que pasaban los minutos y me esforzaba por entender lo que estaba diciendo, miré a mi alrededor esperando ver confusión en los rostros de mis compañeros de clase. Pero no fue así. Aparentemente, yo era la única que estaba perdida.
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Era demasiado tímida como para pedirle ayuda a mi profesor y me avergonzaba demasiado pedirle ayuda a mis padres.
Cada día de la semana me sentaba a escuchar otra lección de matemáticas desconcertante, no entendía casi nada, luego pasaba el resto del período de clase desplomada sobre mi libro de matemáticas, conteniendo las lágrimas.
Mi incapacidad para buscar ayuda resultó en años de deficiencias en la materia. Hubiera deseado haber pedido ayuda aquel primer día de clases. ¿Por qué dudé en dejar que alguien supiera que estaba perdida?
Años más tarde, durante una conversación con una de mis hijas adolescentes, ella me sorprendió con su honestidad cuando me dijo: “No entiendo porqué importa tanto el Libro de Mormón”.
Me sorprendió no haber sentido nunca ninguna vacilación o confusión de su parte durante el estudio de las Escrituras en familia. Ella me habló sobre su incapacidad para encontrar un significado detrás de las historias y enseñanzas de las Escrituras.
Le agradecí que compartiera sus preocupaciones y me acordé de otras personas que tuvieron dificultades con las Escrituras por diversas razones. Leer y apreciar la palabra de Dios no es fácil para todos.
Entonces, ¿qué pasa si no te gustan las Escrituras? ¿Qué pasa si sientes como si eso fuera una obligación, o si tienes una discapacidad de aprendizaje que te complica las cosas?
Como estudiante de matemáticas, aprendí que mi incapacidad para pedir ayuda no me llevó a ninguna parte. No hay nada de malo en sentir que las Escrituras no te agradan en un inicio.
Se nos ha dado el mandamiento de escudriñar las Escrituras (Juan 5:39) y “deleitarnos en las palabras de Cristo” (2 Nefi 32 3). Sin embargo, como dijo Nefi: “[El Señor] nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles una vía para que cumplan lo que les ha mandado.” (1 Nefi 3: 7).
Por lo tanto, debe haber una forma de aumentar nuestra capacidad de disfrutar y comprender las Escrituras.
Cada esfuerzo que hacemos, aunque sea pequeño, para aumentar nuestro entendimiento de la palabra de Dios, será respondido con una bendición, incluso si la bendición no llega de la manera que esperamos.
Es por eso que aquí te compartimos algunas sugerencias:
1. Escucha las Escrituras en lugar de leerlas.
2. Las personas que cuentan con mucha energía se beneficiarían de mejor manera si escuchan las Escrituras mientras caminan o corren.
3. Lee las Escrituras en voz alta con un amigo o familiar, o puedes pedirle a alguien que te las lean.
4. Busca un amigo, o tu hermano o hermana ministrante, para que analice las Escrituras o las lecciones de “Ven, sígueme” contigo.
5. Si aprendes de manera visual, puedes mirar las hermosas obras de arte inspiradas de las escrituras. Puedes disfrutar de ellas de forma gratuita en ChurchofJesusChrist.org o puedes encontrarlas en otros lugares en internet.
6. Mira los videos de las Escrituras producidos por la Iglesia. Esta es una excelente manera de familiarizarte con las poderosas historias de los libros canónicos.
7. Puedes estudiar por historia o por tema. Si leer directamente el Libro de Mormón o el Nuevo Testamento no te llama la atención, elige un principio del Evangelio que puedas escudriñar. O selecciona un atributo de Jesucristo que desees desarrollar y busca los pasajes de las Escrituras asociados.
8. Escoge a un personaje que admires de las Escrituras, como Ester o el capitán Moroni, y estudia quienes fueron y sus enseñanzas. Anota qué características suyas te inspiran.
9. Lee el Libro de Mormón con un nuevo enfoque: Marca cada palabra que hace referencia hacia Dios o Cristo. Léelo teniendo preguntas en mente: ¿qué afirma el Libro de Mormón? ¿Qué refuta? Haz una lista de lo que vas aprendiendo.
10. Recuerda que el estudio de las Escrituras no tiene por qué ser largo. Podemos dedicar una cantidad significativa de tiempo cada día para estudiar las Escrituras. Incluso 15 minutos al día de estudio sincero, es una bendición.
11. No subestimes el valor de las versiones simplificadas e ilustradas de las Escrituras.
12. Si tienes dificultades con el Antiguo Testamento, intenta leerlo mientras buscas temas como la idolatría o la adoración en el templo. También puedes considerar escuchar los volúmenes I y II de “Santos”, antes de empezar tu estudio de Doctrina y Convenios.
13. Ora antes de estudiar; confíale tus dificultades con las Escrituras al Señor y pídele que el Espíritu te enseñe. Ora por los dones espirituales que necesitas para aumentar tu comprensión.
14. Elige un versículo o pasaje de las Escrituras que sea significativo para ti y memorízalo, luego medítalo a lo largo del día mientras haces tus actividades.
Paciencia y constancia
Una historia real que cuenta con muchos paralelismos con el estudio de las Escrituras se trata de los Guerreros de Terracota.
El 29 de marzo de 1974, un grupo de agricultores en Shaanxi, China, se encontraban cavando un pozo cuando se toparon con un objeto duro.
La excavación reveló piezas de cerámica de arcilla, incluida parte de una cabeza humana esculpida. Los agricultores no tenían idea de qué habían hallado uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XX.
Se llamó a los arqueólogos y se realizó un extenso trabajo de excavación que reveló la extraordinaria escala del descubrimiento: un ejército de soldados y caballos de terracota de tamaño natural que habían sido enterrados con el primer emperador de China, Qin Shi Huang, 2,000 años atrás.
Las fotografías actuales de las figuras son engañosas. Las imágenes nos muestran fila tras fila de estos guerreros, sin embargo las estatuas no fueron descubiertas como estatuas perfectas colocadas en filas perfectas.
No, eran piezas rotas y dispersas.
Durante décadas, miles de arqueólogos examinaron minuciosamente los escombros, recolectando lentamente fragmentos de cerámica de varios tamaños para luego reensamblar pacientemente las piezas, como un complicado rompecabezas.
El proceso de reconstrucción de una sola figura le suele llevar a varios trabajadores dos o tres meses. Reunir los restos quebrados de la estatua elaborada de un general del ejército les tomó dos años.
Las escrituras son como los guerreros de terracota. La mayoría de los descubrimientos de las Escrituras no son ideas elaboradas ni están completamente formadas. Vienen a nosotros por partes.
El proceso de ensamblar los fragmentos, reorganizar y unir las piezas hasta que podamos encontrarles sentido puede llevar meses o incluso años.
Pero a medida que seguimos excavando, descubrimos gradualmente más tesoros espirituales que se basan en nuestros hallazgos anteriores.
Han pasado 47 años desde que se desenterró el primer guerrero de terracota y los descubrimientos en el sitio de excavación todavía continúan.
¿Cuánto tiempo estamos dispuestos a escudriñar las Escrituras en busca del tesoro prometido?
Toda una vida no será suficiente para descubrir todas las hermosas verdades del evangelio de Jesucristo.
Entonces, si tu búsqueda actual de un tesoro de las Escrituras se siente infructuosa, te animo a que las busques de otra manera. Excava desde un nuevo ángulo, prueba un nuevo enfoque, pide ayuda tanto humana como celestial. Pero sigue investigando, indagando.
No te rindas, tú puedes.
Como enseñó la hermana Joy D. Jones:
“El Señor ama nuestro esfuerzo, y el esfuerzo trae recompensas… Seguimos progresando siempre que nos esforcemos por seguir al Señor”.
Fuente: Meridian Magazine