Los milagros que guiaron a un abogado a convertirse en miembro de la iglesia que odiaba

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“¿Es una broma?” se preguntó Steve “Dusty” Smith. Estaba sorprendido y confundido mientras escuchaba a la mujer en el teléfono diciéndole que el Presidente Dieter F. Uchtdorf, el segundo consejero de la Primera Presidencia en ese entonces, deseaba hablar con él. Sin embargo, una vez que la voz distinta y acentuada vino de la otra línea, Smith se dio cuenta de que no era una broma. Estaba hablando con un apóstol y el Presidente Uchtdorf solo tenía una pregunta para Smith: ¿Compartiría su historia?

Smith compartió un resumen del último cuarto de siglo de su vida y su inesperada trayectoria al encontrar La Iglesia, perder su testimonio, luchar activamente en contra de La Iglesia y luego, regresar al evangelio.

Cuando terminó, el Presidente Uchtdorf preguntó, “¿Esa es toda la historia?”

Smith recuerda, “Dije: No, señor. Esa es solo la versión resumida para los lectores. Pensé que estaba ocupado.” Y, dijo, “Deseo escuchar toda su historia.”

Encontrar el evangelio

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Con un abuelo católico, una abuela bautista y una madre luterana, Dusty Smith no pudo evitar creer en Dios. Sin embargo, crecer asistiendo a tres iglesias que predicaban diferentes creencias lo confundieron respecto a quién era Dios.

No obstante, Smith mantuvo su fe: oraba, estudiaba y asistía a la iglesia hasta que un día en 1980, recibió una llamada de un buen amigo. El amigo le informó que una tierna niña de 13 años a quien Smith conocía como a una hermana, había muerto después de que se chocó contra una puerta de vidrio y un pedazo de vidrio le atravesó el cuello.

“No puedo decirle cuán enojado estaba con Dios,” dijo Smith. “No dejé de creer en Él, pero no estaba muy feliz con Él. Treinta siete años después, [el incidente] todavía hace que derrame lágrimas de mis ojos. Todavía veo a esa niña pequeña.”

Smith no podía entender como una “niña hermosa e inteligente con todo un mundo por delante” estaba muerta mientras que los asesinos en masa como Ted Bundy todavía podían estar vivos. Smith dejó de orar, leer y asistir a la iglesia, pero no pudo dejar de creer.

Sin embargo, tres años más tarde, Smith descubrió algo que renovó su esperanza en Dios.

Después de graduarse de la Universidad de Texas, Smith fue a casa para visitar a sus padres y buscó algo para leer que lo ayudara a pasar el tiempo. Ahí fue cuando un libro se cayó de la repisa de su habitación, era un libro que no había visto antes: el Libro de Mormón. Después, se enteró de que se lo regalaron a su madre mientras estaba de viaje en Salt Lake City y lo guardó intacto en su habitación.

“De casualidad, abrí el libro en 3 Nefi,” dijo Smith. “Leí [sobre la visita de Jesucristo a las Américas] y dije, entonces, ¿Él vino aquí? Eso tendría sentido.”

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Smith estaba tan impresionado por lo que leyó que fue directo a la guía telefónica para buscar La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. “Enumeraba ‘barrios’ y ‘estacas.’ Eso no significaba nada para mí, pero era la hora del almuerzo, así que llamé a la ‘estaca,’” Smith recuerda con una sonrisa. El presidente de estaca, que se había detenido brevemente en su oficina para recoger algo que había olvidado, casualmente estuvo ahí para responder la llamada de Smith y contactarlo con los misioneros.

Inmediatamente, las enseñanzas del evangelio resonaron en Smith, explicando las preguntas y los sueños que tuvo desde la infancia.

“Cuando era un niño, en edad de asistir a la escuela primaria, solía tener este sueño recurrente todas las noches durante un año,” dijo Smith. En el sueño, Pedro, Santiago y Juan estaban en el cielo alejándose de él mientras que las nubes se dispersaban y una escalera descendía de los cielos, dirigiéndose a la tierra. Luego, llegaba una voz, hablando a los tres hombres, que asentían y comenzaban a descender por la escalera.

“Nunca entendí ese sueño hasta que leí sobre el sacerdocio de Melquisedec y cómo Pedro Santiago y Juan descendieron, y [lo restauraron en la tierra],” dice Smith. De pronto, la naturaleza de Dios, el Plan de Salvación y el propósito de Smith en la tierra, todo, tuvo sentido.

Ser bautizado y perder la fe

En abril de 1983, los misioneros bautizaron a Smith como miembro de La Iglesia, pero este nuevo capítulo en su vida no llegó sin sacrificios.

“Renuncié a muchas cosas para convertirme en un Santo de los Últimos Días. Salí con una joven por dos años y me dejó,” dijo. “Mi familia me rechazó… nuestra relación se hizo difícil.” Pero, la convicción de Smith respecto al Evangelio fue suficiente para confirmar que ésta era la elección correcta para él.

Solo un año más tarde y ya en la mitad de sus 20, Smith no tenía planes de servir en una misión, ni fondos, ni una nueva prometida, ni el sueño de convertirse en abogado. Sin embargo, un día en 1984, mientras estaba sentado en una reunión sacramental, Smith dijo, “Solo sentí esta presencia, este sentimiento vino a mí y dije, ‘debes ir a la misión.’ Entonces, renuncié a mi trabajo, dejé a mi prometida y serví en una misión.”

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A pesar de actuar inmediatamente según su impresión, Smith casi regresó de su misión incluso antes de que comenzara. “Cuando me encontraba en el CCM, mi familia estaba en contra de que estuviera ahí. Mi prometida estaba en contra de que estuviera ahí. Me sentí completamente solo. Fui a un teléfono público y llamé a la sede de La Iglesia… le dije a la señorita que me respondió: “Si a nadie le importa que sea misionero, podría volver a casa. A nadie le importa que esté aquí.” Respondió: “Por favor, ¿Podría esperar un momento?” Unos minutos después, una voz barítona dijo: “Élder, mi nombre es L. Tom Perry. Si a nadie más le importa, a mí sí. Sea mi amigo por correspondencia.”

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Smith necesitó las cartas de ánimo del Élder Perry a lo largo de sus dos años de misión en Honduras, un tiempo durante el cual su prometida se casó con otro hombre y sus padres se divorciaron.

Sobre los cambios en su familia, Smith señala, “Fue un viaje… estoy escuchando [un casete de cartas] y mis padres dicen, ‘Bueno, hoy es un gran día, hijo. El clima es maravilloso. Estamos muy bien. Te pondremos al corriente en uno o dos días.’ Clic, clic. ‘Hijo, nos divorciaremos.’”

Con su amigo por correspondencia enviándole apoyo desde la sede de La Iglesia, Smith logró terminar su misión y su vida dio un giro positivo cuando llegó a casa. Salió y se casó con una mujer que conoció en su misión, comenzó a asistir a la facultad de derecho de la Universidad de Michigan Occidental a tiempo completo y también empezó a trabajar a tiempo completo, una hazaña inaudita para aquellos en los rigurosos programas de derecho.

Fue en este tiempo que Smith asistió a una puesta en escena en el Cerro Cumorah, Palmyra, Nueva York. “Había muchos manifestantes en contra de los Santos de los Últimos Días alrededor,” recuerda. “Y, debatí con ellos – era mi tercer año en la facultad de derecho. Regresé con el deseo de ser el Santo de los Últimos Días más inteligente que pudiera debatir con esas personas y demostrarles el error de su comportamiento. Sin embargo, mientras más estudiaba, descubría más cosas que no creía y no había escuchado antes.”

Poco a poco, Smith se sumergió en un espiral de la literatura en contra de los Santos de los Últimos Días y la desilusión, se enojó con la fe a la que se había unido y por la que había sacrificado a su familia, su prometida y dos años de su vida. Smith recuerda con dolor el día exacto en que perdió su testimonio de La Iglesia, 11 de noviembre de 1989.

Luchar contra La Iglesia

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Después de perder su fe, Smith no solo dejó de asistir a La Iglesia, sino que solicitó que su nombre fuera retirado de los registros de los miembros. “Desde 1989 me la pasé luchando en contra de La Iglesia. Odiaba La Iglesia. Me engañó. Destruyó mi familia. Me costó demasiado,” expresa Smith.

Smith se unió a varias mesas de debate en línea, utilizó sus habilidades como litigante para criticar ásperamente las creencias de los Santos de los Últimos Días. Impartió clases en otras iglesias para demostrar por qué creía que La Iglesia era falsa y engañosa. “Estaba vocalmente en contra de los Santos de los Últimos Días .”

Sin embargo, incluso, mientras luchaba activamente en contra de las creencias de los Santos de los Últimos Días, el vínculo de Smith con La Iglesia no desapareció por completo. En un debate, se encontró con un miembro de La Iglesia llamado Mike. A pesar de debatir ferozmente uno contra otro, ambos se hicieron amigos. “Mike seguía diciendo: ‘Serás Santo de los Últimos Días algún día,” recuerda Smith. En ese tiempo, la insistencia de Mike no solo parecía imposible, sino descabellada.

No obstante, Mike nunca abandonó a Smith. “Todas las semanas [comenzando en] 1999, ponía mi nombre en el templo,” recuerda Smith, con la voz entrecortada por la emoción.

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En 2005, el profundo odio que Smith sentía por La Iglesia comenzó a disminuir. “Comencé a sentir el llamado para regresar,” dice. Pero, después de asistir a La Iglesia algunas veces, Smith todavía sentía que no podía pertenecer a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No podía recibir un testimonio renovado sobre aquellas cosas que una vez conoció. Aun sentía el dolor que había traído a su vida ser un Santo de los Últimos Días.

Pero, no pudo eludir ese llamado del Espíritu. En 2009, cuando Smith estaba muy enfermo de la gripe porcina, su hijo llevó a dos visitantes a su habitación – los misioneros que acababan de tocar la puerta. Aunque Smith les dijo que no los quería, los misioneros se ofrecieron a darle una bendición. En ese tiempo, la epidemia de la gripe porcina, había aterrorizado a las personas de todo el país. Sin embargo, aquí se encontraban estos dos jóvenes desconocidos dispuestos a amarlo, dispuestos a bendecirlo y dispuestos a tratar de curarlo, eso conmovió algo en él. Así, Smith estuvo de acuerdo.

“Me dieron la bendición. Me curé en ese momento,” dice Smith. “Me levanté de la cama y los acompañé a bajar las escaleras.”

Después de la bendición, Smith intentó asistir a La Iglesia nuevamente e incluso, se reunió con el presidente de estaca. Sin embargo, cuando se enteró de que tendría que someterse a una audiencia en La Iglesia para ser elegible con el fin de volverse a bautizar, se alejó, sintió que era injusto que lo pusieran en un “juicio” cuando sentía que no había hecho nada malo.

“Pero, el llamado nunca se fue,” dijo Smith.

Encontrar un testimonio nuevamente

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Durante sus años de lucha contra La Iglesia, Smith y su primera esposa se divorciaron. Pero, en 2014, Smith era felizmente católico, vivía feliz en un distrito histórico en Dallas, Texas y felizmente se volvió a casar.

Ese año, se le ofreció a su esposa, Susan, un ascenso en Baltimore si superaba el proceso de evaluación de antecedentes. Con Smith trabajando como abogado administrativo en Texas, la posibilidad de un ascenso que alejaría a su esposa de él, era una mezcla de emociones.

Llamó a su buen amigo Mike para pedirle que orara por ellos y pusiera el nombre de Susan en el templo. Bromeando, Smith agregó, “Sin embargo, Mike, si Dios realmente desea que vuelva a ser Santo de los Últimos Días, tendrá que enviarla [a Susan] a Salt Lake.”

Smith continua, “No había un puesto disponible en Salt Lake, así que me sentía muy cómodo diciendo eso. Pero, el siguiente día, una persona en Salt Lake City se retiró y la documentación de mi esposa fue transferida de Baltimore a Salt Lake y la contrataron sin la evaluación de antecedentes. Llamé a Mike y le dije, ‘No lo vas a creer. ¡Susan irá a Salt Lake!’ Y, respondió, ‘Bueno, tú sabes lo que le dijiste a Dios.’” Cuando Smith le explicó que solo bromeaba, Mike le dijo bromeando: “Dios no.”

Después de esa conversación, Smith se sintió conmovido y volvió a despertar ante la posibilidad de regresar a La Iglesia. “Me golpeé las rodillas y dije: ‘Está bien, Dios. ¿Deseas que vuelva a ser un Santo de los Últimos Días? Está bien, pero debes hacer tu parte. No tengo un testimonio y tengo estos problemas que necesitan respuesta.’” Después de enumerar todas sus preguntas y dudas, Smith observó con asombro los días siguientes.

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Smith recuerda, “Me despertaba a la mitad de la noche con una respuesta tras otra – cada noche. Uno de mis problemas era [la falta de] evidencia arqueológica del Libro de Mormón. [Una noche] Dios me dijo, ‘¿El hecho de que puedas caminar por las calles de Jerusalén hace que la Biblia sea verdadera?’ Y, respondí, ‘No.’ Él dijo, ‘Pero, ¿Qué sucedería si mañana alguien descubriera un letrero que dijera ‘Bienvenidos a Zarahemla, población 420?’” ‘¿Qué le haría al Libro de Mormón?’ Y respondí: ‘Entonces, lo haría verdadero.’ Pero, Él dijo: ‘Entonces, ¿Dónde estaría tu fe?’”

Sin embargo, Smith tenía otras preguntas sobre la vida de José Smith, la búsqueda del tesoro, la poligamia y otros temas difíciles en la historia de La Iglesia.

También se trataron estos asuntos. “Una noche,” recuerda Smith, “Dios dijo: ‘Está bien, Sr. Abogado, si eres tan inteligente, ¿A quién elegirías como profeta? ¿A ti, que no crees en nada? ¿Un doctor que necesita una prueba? Por casualidad, escogí a un joven que podía aceptar lo imposible y que podía soñar lo inimaginable. Ese era el tipo de persona que se necesitaba para que pudiera aceptar y creer en las visiones que veía y actuar en función de las voces que escuchaba. ¿Tú lo hubieras hecho? Has [pasado] 26 años luchando contra eso.’”

Estas respuestas humillaron a Smith, abrieron sus ojos ante el hecho de que no importaba cuánto buscara, investigara y debatiera en línea, estas respuestas solo podían venir de su Padre Celestial.

Sus preguntas disminuyeron una por una hasta que, el 16 de marzo de 2015, se despertó con su testimonio vivo y fuerte. “En mi mente, pude ver al Señor, Él se acercó a mí y dijo: ‘Está bien, guardé tu testimonio cálido y seguro. Es el momento de que lo cuides.’” Smith recuerda que el Señor sostenía su testimonio y lo colocó en su corazón. “Él lo sostenía como un ser vivo cuando me lo devolvió. [Además, me di cuenta de que] era un ser vivo, que si no lo alimentas, nutres y cultivas, morirá.’”

Smith volvió con el mismo presidente de estaca con el que se había reunido en 2009, le pidió ser bautizado nuevamente, sabía que enfrentaría una audiencia en La Iglesia. “Pero, esta vez, la diferencia es que tengo mi testimonio de vuelta, estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario,” dice Smith. “Es genial cuando sabes que tienes una audiencia en La Iglesia, pero todos te apoyan.” 

Casi una semana después de su audiencia en La Iglesia, Smith fue bautizado nuevamente como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Conocer al Presidente Uchtdorf

Antes de su bautismo, mientras visitaba a su esposa en Salt Lake City durante la conferencia general y Semana Santa, Smith tuvo una fuerte impresión: necesitaba mudarse a Salt Lake City. El único problema era que Susan había nacido y crecido  en Texas, y Smith no sabía cómo reaccionaría ante la noticia.

Cuando Smith abordó el tema, Susan confesó: “No sabía cómo decirte esto, pero deseo vivir aquí a partir de ahora. No quiero regresar a Texas.” Pero, todavía había otro asunto: su casa histórica en Dallas, que fue construida en 1929, estaba plagada de problemas de cimentación y casi cualquier otro problema que puedas imaginar, prácticamente era imposible de vender. Susan respondió impávida: “Ya pensaremos en algo. Si el Señor desea que estés aquí, algo sucederá.”

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Poco después, tocaron la puerta de Smith. Un completo desconocido se ofreció a comprar su casa por más de lo que valía.  Incluso después de que Smith explicó los problemas de cimentación, el hombre insistió en comprar la casa. Sin embargo, en el siguiente viaje a Dallas, cuando Smith regresaba a su antigua casa, se enteró de que el comprador de la casa había desaparecido y que la casa estaba en un juicio hipotecario. Para los Smith, la venta de la casa fue una señal y un milagro.

“Cuando el Señor desea que estés en algún lugar, Él desea que estés en algún lugar,” afirma Smith. Fue en 2016 que recibió la llamada telefónica del entonces Presidente Dieter F. Uchtdorf y una invitación para reunirse con el apóstol en persona. Durante su reunión, el Presidente Uchtdorf pidió permiso para relatar la historia de Smith en la sesión del sacerdocio de la conferencia general de octubre de 2016.

En su mensaje, titulado “Aprendan de Alma y Amulek,” el Presidente Uchtdorf dijo: “Me conmovió la trayectoria de un hermano que se preguntó: “Cuando el Señor llame, ¿escucharé?” Llamaré a ese buen hermano David.” Después de detallar la inusual historia de la nueva conversión de Smith, el Presidente Uchtdorf agregó: “Me complace informar que este verano pasado se le restauraron a David sus bendiciones. Otra vez participa plenamente en la Iglesia y presta servicio como maestro de Doctrina del Evangelio en su barrio; aprovecha toda oportunidad para hablar a los demás sobre su transformación, para reparar el daño que ocasionó y para dar testimonio del Evangelio y de la Iglesia de Jesucristo.”

Poco después de compartir esta increíble historia, el Presidente Uchtdorf ordenó a Smith como sumo sacerdote. Antes de la ordenación, el Presidente Uchtdorf preguntó si podía conversar con Smith y su esposa. Si bien Smith esperaba alguna forma de guía apostólica, se sorprendió cuando el Presidente Uchtdorf tomó 30 minutos para conversar con Susan, que no era miembro de La Iglesia. “Le dijo: ‘Traiga lo que tenga y veremos si podemos agregarle algo más. Además, sé que su esposo desea sellarse con usted. Reservaremos un lugar para ustedes en el templo,’” recuerda Smith.

“La noche siguiente, mi esposa dijo: ‘Estoy lista para recibir las charlas.’” El 23 de octubre de 2017, Susan fue bautizada como miembro de La Iglesia.

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Inspirar a los demás

Si bien la historia de Smith ha inspirado a aquellos cerca de él, también ha conmovido a miles en todo el mundo de maneras incalculables.

El día después de que el Presidente Uchtdorf relató la historia de Smith en el púlpito, Smith pasó al lado de una familia en la Manzana del Templo que estaba discutiendo animadamente sobre el mensaje. “El hombre mayor, supongo que era el padre, dijo: ‘Escucha el mensaje del Presidente Uchtdorf. Cualquiera puede regresar a La Iglesia, incluso si ha estado alejado por un largo tiempo. Todavía hay esperanza, todavía habrá oración. Sucede.’ Y el hombre más joven dijo: ‘¿Cómo sabemos que simplemente no inventó la historia?’” Smith se detuvo e interrumpió la conversación, presentándose.

“No la inventó,” explicó. “Soy el hombre de quien habló.”

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Incluso antes de la sesión del sacerdocio de la conferencia general de octubre de 2016, la historia de Smith tuvo una forma de alcanzar a aquellos que necesitaban escucharla. En el día de los inocentes de 2016, Smith recibió una llamada de una misionera que le preguntó si acababa de iniciar sesión en mormon.org  solicitando respuestas a sus preguntas. Smith se encontraba fuera de la ciudad y su laptop a miles de millas de distancia. No había forma de que pudiera haber iniciado sesión.

Sin embargo, la hermana seguía insistiendo en que podía ver que Smith había iniciado sesión y solicitaba conversar con un misionero. Podía citar toda su información. Podía ver la conversación. Pero, aun así, Smith no sabía nada al respecto.

Confundida y un poco nerviosa, la misionera preguntó si Smith sabía sobre La Iglesia. “Dije: ‘Bueno, déjame contarte una pequeña historia,’” dijo Smith. “Le conté mi historia y comenzó a llorar. Dijo: ‘Estoy en el CCM. Estaba considerando dejar mi misión. Tenía problemas con mi testimonio. Pero, su historia ha restaurado mi testimonio. Regresaré a mi misión.”

Un año más tarde, en un espectáculo de armas, Smith entabló una conversación con otro tejano sobre su estado de origen cuando la conversación dio un giro hacia el evangelio. Smith le dijo al hombre, con una sonrisa: “Soy miembro de La Iglesia. De hecho, si escuchaste el mensaje del Presidente Uchtdorf, has escuchado de mí.”

De repente, el hombre se puso serio y callado. Llevó a Smith a un lado y le explicó que estuvo a punto de abandonar La Iglesia cuando escuchó ese mismo mensaje y se comprometió nuevamente a vivir el evangelio. Mientras ambos hablaban más sobre sus vidas y antecedentes, el joven descubrió otra manera en que ya conocía a Dusty Smith: en 2009, de casualidad, tocó la puerta de Smith como misionero y lo curó con una bendición.

Compartir Su historia

“En noviembre de 2014,” dice Smith, “vivía felizmente en Texas como abogado, era felizmente católico, estaba vocalmente en contra de los Santos de los Últimos Días y vivía en un distrito histórico. Dos años después, vivo en un departamento en Salt Lake. No solo soy miembro de La Iglesia que critiqué [sino que] hablaron de mí en una conferencia general y luego, un apóstol me ordenó como sumo sacerdote. Si solo tomas ese marco de dos años, es una locura. Simplemente, es absolutamente descabellado.”

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Muchos de los que han escuchado su historia comentan cuánto desearían poder experimentar siquiera un milagro como aquellos que llenaron la vida de Smith. ¿Su respuesta? “Probablemente lo hacen. Simplemente, no los están viendo. A veces, el Señor abrirá las aguas. A veces, Él hará temblar la tierra. A veces, Él curará a los enfermos. A veces, Él resucitará a los muertos. Sin embargo, a veces, Él susurra.”

Desde su nueva conversión a La Iglesia, Smith se ha sentido compelido a compartir su historia y testimonio por medio de conversaciones, redacciones, mensajes e incluso charlas fogoneras. Parte de ese deseo proviene de la bendición que recibió del Presidente Uchtdorf, que dijo que su historia llegaría a miles, llevándoles luz y esperanza. Sin embargo, Smith es el primero en reconocer que dicha influencia tiene poco que ver con él o su historia y todo que ver con la gracia transformadora de nuestro Padre Celestial.

“Deseo que las personas sepan que Dios las ama, que hay esperanza y que incluso, cuando las personas le dan la espalda a La Iglesia, existe la esperanza de que regresarán,” dice Smith. “Las personas [que tienen seres queridos] que se han alejado de La Iglesia pueden ver mi historia y darse cuenta de que no se deben rendir.  Mi amigo Mike nunca se rindió. Piensen en eso. Desde 1999 hasta 2015, cada semana puso mi nombre en el templo. Deseo que las personas sepan que Dios las ama y que Él está al tanto de nosotros intensa y minuciosamente. Él nos conoce. Él nos espera. Él no nos abandona incluso cuando lo abandonamos.”

Consejos para aquellos que están dudando

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“El Presidente Uchtdorf lo dijo mejor… Dijo: ‘Duden de sus dudas antes que dudar de su fe,’” dice Smith.

Cuando surjan preguntas sobre la fe y las dudas comiencen a atormentarte, Smith sabe por experiencia que es cuando necesitas “volver a los principios básicos.” Continua, “Puedes quedar atrapado en las cosas triviales. Puedes quedar absolutamente atrapado alrededor del eje de algunas de las cosas que los líderes de La Iglesia y los miembros han dicho. Sí, esas cosas pueden afectarte, pero no deberían.”

Con el Internet y tanto conocimiento a nuestro alcance, Smith sabe que vendrán pruebas de fe. Pero, nos recuerda a los Santos de los Últimos Días que gran parte de lo que leemos se saca de contexto. Especialmente, cuando se considera la historia de La Iglesia, que se escribió en un “tiempo diferente.”

Si bien Smith reconoce que los miembros y los líderes de La Iglesia son humanos y cometen errores, sabe que esas debilidades no disminuyen las obras de Dios. “Moisés desobedeció, Jonás desobedeció, Pedro desobedeció,” dice. “Desobedecer no te hace menos de lo que estás llamado a ser. Significa que necesitas arrepentirte. No debemos poner expectativas más altas en los demás que en nosotros mismos.”

Sin embargo, incluso, con toda la información, los argumentos o las preguntas que puedan entrar a nuestras mentes, Smith dice que ha elegido creer. “No he tenido ninguna duda desde que me bauticé. No me he permitido llegar ahí. Escogemos mucho de lo que sentimos, hacemos, actuamos y creemos… cada día me despierto agradecido por estar vivo, agradecido por pertenecer a La Iglesia, agradecido de que el Señor por alguna razón me haya bendecido increíblemente.”

Artículo originalmente escrito por Danielle B. Wagner y publicado en ldsliving.com con el título “The Miracles That Led One Attorney to Become a Member of the Church He Hated.”

Comentarios
Me encanto...me paso algo parecido
MA.ELISA

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