No se trata de soportar las críticas destructivas, se trata de cambiar la forma en que nos dirigimos a los demás.
Hoy en día, en esta era de las redes sociales, es común ver muchas críticas negativas que atacan y desestiman actitudes, palabras y comportamientos. Y estas actitudes no se detienen solamente en una pantalla, se extienden al ámbito laboral, la comunidad y el hogar.
Las críticas se han convertido en parte de la cultura de muchos a la hora de opinar. Las personas no piensan en las consecuencias de sus palabras y en cómo afectarán las vidas de aquellos a quienes se dirigen.
En mayo de 1986, el presidente Dallin H. Oaks pronunció un discurso titulado “La crítica” a la Asociación de Estudiantes Santos de los Últimos Días.
En su discurso, el presidente Oaks advirtió sobre los daños de la crítica excesiva y destructiva y enseñó que debemos procurar palabras que edifiquen y eleven positivamente a nuestro prójimo.
“En la esfera política, la evaluación crítica inevitablemente acompaña cualquier ejercicio informado de las valiosas libertades de expresión y prensa. En la esfera privada, tenemos derecho a esperar una evaluación crítica de todo lo que se presente a un mercado o al dominio público.
Los escritores de deportes, críticos de libros y música, académicos, analistas de inversiones y aquellos que prueban productos y servicios deben tener la libertad de ejercer sus facultades críticas y mantener al público informado. Este tipo de crítica con frecuencia está orientada a los hechos y es constructiva”.
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El poder detrás de las palabras llenas de odio y críticas destructivas
En la conferencia general de abril de 2006, 20 años después, el presidente Gordon B. Hinckley demostró su sorpresa cuando dijo:
“Me he puesto a pensar por qué hay tanto odio en el mundo; nos encontramos en medio de guerras terribles donde se pierden vidas y se infligen heridas atroces. En lo que respecta a nosotros, hay mucha envidia, orgullo, arrogancia y críticas continuas”.
En 2021, 15 años después de las palabras del presidente Hinckley, todavía nos encontramos envueltos en “guerras terribles”, tanto físicas como psicológicas, donde “se pierden vidas y se infligen heridas atroces” a causa de las palabras de odio y las críticas destructivas.
Volviendo a 1986, el presidente Oaks enseñó:
“Encontrar faltas, hablar mal y calumniar es un comportamiento obviamente anticristiano. La Biblia nos enseña a evitar este tipo de acciones (1 Pedro 2: 1).
Se nos dice: “Quítense de vosotros toda amargura, y enojo, e ira, y gritos, y maledicencia y toda malicia” (Efesios 4:31). Las revelaciones modernas nos impulsan a evitar las “calumnias” y “hablar mal unos de otros”. (Véase DyC 20: 53-54; DyC 42:27; DyC 88: 124; y DyC 136: 23)”.
Deja que el Espíritu prevalezca
El mundo ya está lleno de odio, rencor, palabras hirientes y críticas. Como cristianos, tenemos el deber de ser semejantes a Cristo y seguir Sus pasos.
No recuerdo un momento en que Jesucristo haya sido grosero, haya realizado críticas destructivas y negativas, o haya expresado palabras de odio.
Todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, sin embargo, debemos hacerlo con cautela y cuidado en nuestras palabras. La pantalla de un teléfono móvil, u otro dispositivo, que nos separa de los demás tiene tanto poder como un acto de violencia física.
Incluso si la otra persona no se controla a sí misma, debemos tener en cuenta que la crítica negativa no tiene el mismo poder que la sabiduría y el ejemplo de Cristo. Él es nuestro maestro perfecto y, como verdaderos cristianos y miembros de la sociedad, podemos marcar la diferencia.
En su discurso de 2006, el presidente Hinckley enseñó:
“No hay límite para el bien que podemos hacer, para la influencia que podemos surtir en los demás. No hagamos hincapié en la crítica ni en lo negativo. Oremos para tener fuerza; oremos para tener la capacidad y el deseo de ayudar a los demás”.
Ser juiciosos
No existe la perfección, pero tenemos la opción de esforzarnos y ser mejores cada día.
Existe un conocido refrán que me gusta recordar y aplicar en diferentes áreas de mi vida:
“Hay tres cosas en la vida que nunca regresan: el tiempo, las palabras y las oportunidades”.
Hoy quiero hacer énfasis en las palabras, ya sea las que compartimos en casa, en el trabajo, en las redes sociales o con amigos. Seamos juiciosos al usar nuestras palabras.
No debemos, ni podemos, omitir determinadas situaciones o asuntos. Nuestro objetivo debe ser brindar críticas positivas que eleven, ofrezcan buena influencia y reflexión.
Las palabras dejadas por el presidente Hinckley nunca han sido tan adecuadas para nuestros días: “Hay mucha envidia, orgullo, arrogancia y críticas continuas”.
Optar por la lengua de ángeles
El mundo necesita bondad, amor y comprensión, respeto y perdón. Con la sabiduría y la inspiración de un apóstol del Señor, el élder Jeffrey R. Holland dijo:
“En este largo y eterno recorrido por ser más como nuestro Salvador, ruego que tratemos de ser ahora hombres y mujeres “perfectos” por lo menos de esta manera: al no ofender en palabra, o dicho de manera más positiva, al hablar con una nueva lengua, la lengua de ángeles.
Nuestras palabras, así como nuestras acciones, deben estar llenas de fe y esperanza y caridad, los tres grandes principios cristianos que el mundo necesita tan desesperadamente hoy en día.
Con palabras como esas, pronunciadas bajo la influencia del Espíritu, se pueden secar lágrimas, sanar corazones; se pueden edificar vidas, restituir la esperanza y hacer prevalecer la confianza”.
Es mi deseo que recordemos lo que enseñó el élder Holland y recordemos que la crítica debe ser constructiva y que puede elevar a los demás. El secreto está en elegir nuestras palabras y optar procurar lengua de los ángeles.
Fuente: maisfe.org