Después de sellarme a mi esposo en el templo, creía que tendría la vida de mis sueños porque teníamos una hermosa relación.
Sin embargo, con el tiempo, todo se desmoronó. Él me maltrataba física y emocionalmente, y no entendía la razón.
Yo hice todo bien, pero no entendía por qué me pasaba esto a mí.
En retrospectiva, me di cuenta de que había hecho caso omiso a las señales de posibles dificultades que surgieron después de nuestro matrimonio.
Cinco años después, mi relación con Dios y Jesucristo se estaba deteriorando y no me sentía en armonía con Ellos.
Sabía que mi esposo no iba a cambiar por lo que decidí volverme al Señor. Mientras oraba fervientemente para saber que tenía que hacer, me di cuenta que debía usar mi albedrío para actuar y cambiar de inmediato. Podía usar mi albedrío para salir de una situación que era terrible para mí.
Hablé con mi esposo y, milagrosamente, terminamos nuestra relación sin ningún problema.
Aunque fue difícil, pude entender que el Señor me había dado el don del albedrío y debía actuar de manera sabia ante esta problemática.
Con el albedrío, podemos cambiar nuestras actitudes y nuestra perspectiva. El Señor desea que lo busquemos y luego que confiemos en nosotros mismos al momento de tomar las mejores decisiones a lo largo de nuestra vida.
Tiempo después, me esforcé por sanar: acudí a terapia, empecé a leer las Escrituras, oraba sin cesar y sentí el apoyo de mis amigos y familiares.
De eso se trata el evangelio, nuestras decisiones nos pueden ayudar a venir a Cristo. Si actuamos según los consejos de los profetas, nuestro espíritu se elevará y crearemos una vida llena de fe y hermosa relaciones con el Salvador.
Finalmente, recuerdo el mensaje del presidente Dallin H. Oaks, primer consejero de la Primera Presidencia, enseñó:
“Al mirar hacia atrás, podemos ve la gran diferencia que algunas de nuestras decisiones marcaron en nuestra vida. Tomamos mejores decisiones si consideramos las alternativas y reflexionamos a dónde nos conducirán.
Al hacerlo, estaremos siguiendo el consejo del presidente Russell M. Nelson de comenzar con el fin en mente. Para nosotros, el fin siempre está en la senda de los convenios que pasa por el templo y hacia la vida eterna, el mayor de todos los dones de Dios”.
Fuente: churchofjesuschrist.org